13.═══ consuelo

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—¿Diga? —Johaiska atendió la llamada sin mirar el número—

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—¿Diga? —Johaiska atendió la llamada sin mirar el número—. ¿Si, quien habla? —la mirada en su rostro pareció cambiar de un momento al otro mientras Bella le miraba expectante—. ¿Cómo, perdón? —la pequeña vocecita en el teléfono sonaba alejada—. Si..., ahora voy...

La llamada terminó y la pelirroja se quedó mirando el teléfono, ¿era cierto lo que sus oídos habían escuchado?, esa llamada en su registro y el número del novecientos once lo comprobaba perfectamente, los chicos en la mesa vieron como su mirada se había convertido en una completamente seria, justo cuando venía llegando Edward.

—¿Por qué tan serios?, ¿quién se murió? —dijo bromeando y con una sonrisa en la cara, más feliz de lo normal.

—Mi papá... —respondió la pelirroja.

—¿Qué?

—Me tengo que ir —les sonrió rápidamente y tomó sus cosas para salir casi corriendo con el cobrizo siguiéndole por detrás.

—¿De que hablas? —la alcanzó en un segundo cuando se fijó que no hubiera nadie a los alrededores.

—¿Me puedes llevar al hospital? —se giró hacia él en un momento, haciendo que ambos detuvieran la caminata.

—¿Tu padre está ahí?

—¡Si!, ¿me puedes llevar o no? —preguntó impaciente.

—Si, vamos —la tomó de la mano y en un segundo la metió dentro del Volvo plateado.

La pelirroja llamó rápidamente el número de su madre, pero esta no atendía.

—¡Mierda! —el chico rubio apareció por un segundo en su mente haciendo que Edward detuviera el auto—. Tengo que ir por él.

—Te espero, me acercaré a la entrada —Johaiska se quitó los tacones y los aventó hacia la parte trasera del auto, se bajó de un brinco y comenzó a correr en dirección a la escuela de nuevo. Hacía un minuto que había sonado la campana, avisando que las clases se habían reanudado.

Corrió hasta el salón de trigonometría, sintiendo sus pies doler como el infierno, como si miles de clavos se le estuvieran incrustando en los huesos, pero se obligó a sí misma a no detenerse. Abrió la puerta y avanzó hasta el pupitre de Jasson, ignorando el regaño del profesor, el rubio le miró y solo giró los ojos.

Little Cutie | Carlisle Cullen          Donde viven las historias. Descúbrelo ahora