Cynthia Spring, es como cualquier mujer de Nueva York. Poco tiempo libre, pocas relaciones sociales y mucho trabajo. El único amigo que aún sigue a su lado desde su infancia es Stephen Strange, un neurocirujano muy reconocido pero increíblemente arr...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Stephen había gastado todo lo que le quedaba en aquel viaje a Nepal. Necesitaba una solución no solo para él, también para Cynthia. Jamás imaginó que la echaría tanto de menos,... su voz, sus ojos verdes como las profundidades de un lago, su risa estridente, como se mordía el labio cuando estaba preocupada... ¿por qué recordaba aquellos detalles? Estaba tan acostumbrado a tenerla a su alrededor que ahora... ahora que no estaba se daba cuenta del enorme hueco que dejaba. ¿Cómo había estado tan ciego?
Stephen preguntó por la ciudad de Kamar-taj sin resultado. Llegó a dudar de si el sitio realmente existía, nadie parecía conocer el lugar pero... no le quedaba nada que perder. Sus preguntas captaron la atención de un hombre misterio oculto tras una capucha, pero no fue el único. Su apariencia de extranjero llamaba mucho la atención. Pronto se vio rodeado por un grupo de 5 hombres que buscaban robarle.
-No tengo dinero. -dijo levantando sus temblorosas manos manos. Stephen tenía la apariencia de un vagabundo. Debido al temblor de sus manos y el dolor que sentía en ellas no podía afeitarse o cortarse el pelo.
Aunque la verdadera excusa era el tiempo. Se había dedicado tanto tiempo a buscar una solución a sus manos que cuidar su apariencia había quedado en segundo plano.
-Dame el reloj. -dijo uno de los hombres.
-No por favor... es lo único que me queda...
De ella, pensó. Cynthia, sin sus padres y habiendo gastado casi toda la herencia de ellos, no le quedó mucho para rehacer su vida. Aún así, ella ahorro e hizo un esfuerzo para regalarle aquel reloj. Ella le había regalado otras cosas antes pero siempre eran tonterías que lo único que buscaban eran molestarlo o hacerlo reír... Para ir a Nepal tuvo que vender muchas cosas pero aquel reloj... Fue el primer regalo en condiciones que Cynthia le hizo, le recordaba a ella y el por qué estaba allí.
-El reloj. Ya. -dijo un hombre.
-Esta bien...
Stephen parecía que iba a quitarse el reloj, pero inesperadamente golpeó al hombre en el rostro. Aquel gesto le dolió más a él que al hombre, eso solo desató que los otros delincuentes golpearan a Stephen entre todos, hasta que acabar encogido en el suelo por el dolor. Uno de los hombres agarró su muñeca, arrancando su reloj. Su destino hubiera sido otro si una figura encapuchada no hubiera aparecido a tiempo, casi como si hubiera estado observando todo.
El encapuchado, no solo venció a cinco hombres, sino que le devolvió el reloj que uno de ellos le había quitado. Stephen murmuró un gracias y acompañó al desconocido sin saber muy bien a donde iban.
-Buscas respuestas, yo puedo ayudarte con eso. -es lo único que le había dicho, con tanto misterio que por un segundo pensó que quizá se estaba metiendo en un gran problema. Quizá en una banda de narcotráfico de alguna sustancia...
Ninguno habló por el caminó, así que lo siguió esperando que no fuera una mala persona. Había salvado su vida, no era difícil pensar que no le haría daño. Si quisiera hacerlo ya lo habría hecho, se dijo.
