Cynthia Spring, es como cualquier mujer de Nueva York. Poco tiempo libre, pocas relaciones sociales y mucho trabajo. El único amigo que aún sigue a su lado desde su infancia es Stephen Strange, un neurocirujano muy reconocido pero increíblemente arr...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Cynthia estaba quieta, apoyada en una pared, su ropa estaba manchada de tierra pero no le importó. Se encontraba en una cueva oscura pero no podía hacer magia. Aquella cueva tenía runas que impedían la magia, así que solo podía moverse a oscuras. Tanteando las paredes, agudizando su oído y rezando para no encontrarse algo. Pero ese no era su único problema.
Ella se apoyó en la pared, se llevó la mano a la boca para controlar los jadeos que salían involuntariamente a causa de la carrera. Un olor nauseabundo llegó a su nariz de golpe, escuchó pisadas pesadas. Cynthia se agachó, tapando su boca, las pisadas se escucharon más cerca y olor se hizo más intenso. La criatura se había quedado quieta justo al lado de ella, pero no podía verla. Su único consuelo era saber que aquellas criaturas parecían estar ciegas por lo que tampoco la verían. Escuchó su gruñido mientras olfateaba el aire buscandola. Ella intentó no hacer ningún ruido, ni siquiera respiró, pero sus latidos tan rápidos le resultaban hasta ruidosos. Deseo que todo el barro que se había echado encima pudiera ocultar su olor.
¿Cómo había llegado a esa situación?
Bueno, la manera más rápida de resumirlo era que había llegado a ese lugar en busca de un misterioso libro que veía en sus sueños. Podía parecer una locura, pero llevaba soñando demasiado tiempo con aquel libro, con hechizos, soñaba que lo tenía en sus manos y decidió ir en su busca. Supuso que era algún tipo de señal.
Había tenido una visión de aquel lugar y por un momento pensó que quizá el libro se encontraba allí. Últimamente era muy raro que ella pudiese llegar a tener algún tipo de visión quizás se debía a su estado de ánimo. Pero al perecer ahí no estaba, ahí solo había criaturas encerradas en una prisión de runas. Debía buscar una salida con urgencia o moriría allí mismo.
La criatura siguió su camino y Cynthia fue por el camino contrario, siempre tocando la pared. Ella buscaba el sonido el agua, para guiarse y buscar la salida siguiendo alguna corriente. En su bolsillo tenía su móvil pero quería guardar la batería todo lo posible. Cuando sintió que no estaba la criatura cerca, se arriesgó a encender la linterna del móvil.
Pudo ver un pequeño riachuelo y decidió seguirlo. Su cauce parecía crecer conforme se acercaba, pero no parecía ir hacia el exterior. La cueva se había hecho más grande, estaba en un lugar nuevo, espacioso, había un lago pequeño.
Ella se quedó observando el lugar, puede que estuviese a punto de morir pero eso no quitaba que no pudiera admirar el paisaje. Las estalactitas y estalagmitas parecían brillar con la luz del móvil y en el techo había piedras que brillaban cuando la luz las tocaban como pequeñas estrellas.
Ella caminó despacio mientras miraba a su alrededor pero entonces sintió que su sangre se helaba. Escuchó claramente en el silencio de aquella cueva como unas cadenas eran arrastradas. Su mano tembló pero se obligó a seguir caminando. El sonido no cesaba y no sabía por dónde estaba viniendo. Al menos hasta que lo vio.
