Cynthia Spring, es como cualquier mujer de Nueva York. Poco tiempo libre, pocas relaciones sociales y mucho trabajo. El único amigo que aún sigue a su lado desde su infancia es Stephen Strange, un neurocirujano muy reconocido pero increíblemente arr...
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Cynthia se sentía extraña. No podía decir que su relación con Stephen fuese incomoda. Es cierto que habían ocurrido momentos muy íntimos. Los dos eran muy conscientes de la tensión sexual que había entre ambos, pero ella no podía dejar de pensar. ¿Deseaba que todo lo que ocurriese entre ambos fuese meramente sexual? No iba a negar que le gustaba, pero... sentía un pequeño vació en su corazón.
Stephen actuaba como siempre con ella, como si siguieran siendo amigos de la infancia, pero cuando se quedaban a solas... la tensión entre ambos crecía como su estuvieran unidos por una cuerda que tiraba de ellos.
No habían tenido una conversación sobre aquello y ella tampoco sabía cómo empezar. ¿Debía convencerse que aquello era todo lo que podía tener?
Ambos eran adultos, ya no eran los adolescentes que fueron en su momento. Pero conocerse desde hace tanto tiempo tampoco hacía aquello más sencillo. Para empezar, no tenía ni idea de que era lo que había entre ambos. Sería lógico pensar que todo era solo sexual, como si solamente fuesen dos compañeros de trabajo cuya cercanía los había hecho muy íntimos.
Cynthia quería pensar eso, o no. No tenía ni idea. Se sentía bastante confundida por sus propios sentimientos.
La tensión sexual estaba ahí, pero al mismo tiempo no era lo único. Cuando había personas a su alrededor la situación era muy distinta, quizá se sentían más tranquilos sabiendo que no podía ocurrir nada, o quizá simplemente se concentraban en otra cosa, cómo fuese, ambos seguían actuando como los dos amigos qué eran. Hablaban, se hacían bromas, reían, se molestaban, incluso debatían.
Cynthia había descubierto que no todo era sexual, una parte de su mente lo veía y lo sentía de una forma distinta. Amor.
Deseaba que todo le fuese bien, se alegraba de sus victorias y se entristecía de sus fracasos. Sabía que no era perfecto y que tenía muchos problemas. Era un idiota con muchas personas, testarudo e incapaz de pedir perdón. No era capaz de comprometerse o de tener una relación formal, todas las novias de Stephen no duraban, por lo general culpa de él por no ser capaz de responsabilizarse o comprometerse.
Ella lo sabía muy bien. No todo lo que sabía era porque Stephen se lo contase, quizás ella había hecho sus propias investigaciones al respecto, era normal cuando te preocupas de un amigo.
En el fondo ella lo entendía, le ocurría exactamente lo mismo. Desde el instituto cuando aquel chico le dijo que le gustaba, había tenido varias parejas, no tantas como Stephen... Uno a uno aquellos hombres le habían enseñado que el amor es una enfermedad, te hace débil y tonta, te hace creer mentiras y perdonar. El amor es dolor. Muchos le habían traicionado, otros se iban porque era incapaz de dar más de lo que ellos necesitaban, y otros simplemente perdían el interés.
Stephen era el único hombre constante en su vida. Sus padres habían muerto en un accidente de coche, su hermano se había ido dejándola sola como muchos otros después de una fuerte discusión, pero él... Stephen siempre estaba ahí.
