En vez de contar lo mal que se encontraba en ese momento, Lloyd, por primera vez en su vida, decidió concentrarse en lo bueno.
Tenía, ah... ropa limpia, y una capa con la cual taparse las gotas de la incesante lluvia.
Bien.
Ese era un buen ejemplo.
Por lo demás, prefería no ocuparse, pero era inevitable.
Brad había mencionado que ya no lo podía seguir más, como si toda su amistad se basara en que su mejor amigo quería protegerlo. Si lo pensaba bien, lo conoció por eso. Su primer día en el Internado Oscuro había sido malo. Tenía... ¿cinco? Sí, cinco años de edad cuando ingresó por primera vez. Vaya, no recordaba el rostro de su madre pero sí su primer día en ese lugar. Como sea, en la noche, Brad había puesto hormigas rojas en su cama, pero una vez que se hubieran ido los demás que lo estaban molestando, Brad dejó de fingir reírse y le ayudó a quitarse las hormigas de encima. Incluso le había enseñado un truco para no sentir los piquetes unos días después. Desde allí, le enseñó a evadir a los bravucones. Él le había enseñado a escapar. Así pues, ¿por qué ahora decía que no era bueno huir, si eso había ayudado a Lloyd en tantas situaciones? Le ayudó a escapar del Internado varias veces, aunque tuviera que volver después, y le sirvió para poder ver las estrellas o descubrir algo más allá del muro que rodeaba el internado, del cual jamás había podido salir sin ser por su propia cuenta.
También le había ayudado irse de donde Garmadon, allá en donde no se sentía seguro. Así que lo más probable era que huir le ayudara ahora.
Se había quedado en dos lugares muy distintos: uno era como una tortura, y en el que se sentía más feliz que nunca -aunque en el momento no hubiera dado cuenta- no podía quedarse más. Eso sólo indicaba que Lloyd no pertenecía a ninguna parte. No había un lugar en donde pudiera quedarse cómodamente.
Tal vez Brad tenía razón en algo: causaba problemas a donde iba. Había causado problemas a Brad, a Kai, a los ninjas, a su padre y a todo el que conocía. Sabía que no se podía ser perfecto, pero... no quería ser esa clase de persona. No quería ser dependiente de alguien más. Era hora de que continuara su propio camino.
Lloyd decidió ir por última vez a la ciudad de Ninjago.
Las pocas personas que quedaban a esas altas horas de la noche eran indigentes o gente cansada que regresaba tarde de sus trabajos. La mayoría se le quedaba mirando a Lloyd, extrañados, pero a él no le importaba. No sería la primera vez. Otros lo tomaban como el hijo de alguna persona callejera.
¿Quieres verlo?
Bueno, era más o menos así:
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