48.

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Christian sabía que verlo era cuestión de tiempo. Lo sabía. Y dos semanas después, lo confirmó.

Sin embargo, no esperaba encontrarlo acompañado. Es decir, sí con su padre pero no con una mujer.

Christian lo miró desde lejos: Connor saludaba a las monjas con una sonrisa tierna a pesar de que ellas eran tan maltratadoras como el Padre. Pero era Connor. No se podía hacer nada.

—Ten cuidado con lo que haces.—Dijo alguien a su espalda y Christian se puso rígido.

—No sé a qué te refieres, Padre.—Christian se encogió cuando la mano de él se puso en su hombro y apretó a modo de advertencia.

Aún tenía heridas y justamente donde se encontraba el agarre dolía.

—Solo te aviso.—Dijo Phillip y se alejó para saludar a Connor y al señor Worren.

Christian pudo respirar medianamente.

¿Esto es lo que había elegido después de cuestionarse si estar con Connor era lo correcto? ¿Tener miedo? ¿Ser golpeado?

Ya no era lo mismo.

Ya ni él mismo era el de siempre.

Ya había probado un poco de Libertad, había probado más de Connor, esto no era suficiente. Lo extrañaba cada jodido Segundo.

Y aunque en aquel departamento no lo viera muy seguido, él sabía que iba a volver. En aquel internado no. No lo sabía.

Christian frunció el ceño cuando la mujer agarró a Connor del brazo y él lo permitió, levantando su otra mano y posándola sobre la mano de ella, afianzando el agarre.

Christian empezó a molestarse. 

¿Qué era todo esto?

Connor posiblemente sintió su intensa mirada, porque si fuera posible, Christian ya hubiera lanzado cuchillos a esa mujer.

Connor lo miró a lo lejos un Segundo antes de volver a posar su mirada en el Padre. Siguieron hablando y no parecía tener intenciones de acercarse así que Christian lo hizo.

Connor lo miró de reojo acercarse y Christian pudo notar cierta incomodidad, nerviosismo y tensión en él.

Sonrió ligeramente al confirmar que seguía provocando cosas así en Connor.

—Buenos días.

La primera persona en mirarlo fue la mujer. Sus ojos marrones era grandes con unas hermosas pestañas, su maquillaje era ligero y le hacía lucir delicada y natural, su cabello rubio estaba recogido en una alta coleta y le quedaba jodidamente elegante. Ella era hermosa.

Christian se preguntó si esta mujer era algo de Connor. Algo sentimental o físico. Mientras, recordó lo que él llevaba, pelo rizado, desordenado y demasiado largo para su gusto, pero no había tenido tiempo de cortárselo. Posiblemente tenía ojeras y al ser tan pálido se le notarían. Vestía su túnica de siempre.

Definitivamente no se vería tan delicado y suave como ella. Se encontraba hecho un desastre. Cansado, magullado y triste.

Christian pudo notar como ella apretaba su agarre en el brazo y la mano de Connor le sujetaba aún más.

Bien. Eso molestaba. Y dolía.

La segunda persona en mirarlo fue el Padre, sus ojos azules estaban sorprendidos mientras lo miraba por haberse acercado sin ser llamado.

El señor Worren simplemente se limitó a sonreír y miró a su hijo agudamente.

Y por fin, Connor lo miró.

Había algo feo en su mirada, algo que le hacía sentir a Christian que no era amor. ¿Rencor? ¿Molestia? ¿Rabia?

—Buenos días.—Dijo ella cuando nadie habló.

Sus ojos miraron a Connor esperando que reaccionase.

—Christian.—La voz del Padre sonó dura. Posiblemente más tarde sería castigado por haberlo desobedecido.

Otra vez.

El Padre parecía tener muy poca paciencia últimamente con él.

—Soy Sarah.—La mujer, aparentemente llamada Sarah, le extendió la mano con la que no tocaba a Connor.

Christian la miró con cierto disgusto pero la aceptó.

—Christian.—Se presentó, miró a Connor.

Él aún lo observaba detenidamente. Christian se sintió feliz, a pesar de que Connor lo miraba con cierta hostilidad aún había algo en su mirada que estaba buscando, revisando y comprobando a Christian.

Aún se preocupaba por él.

—Me alegro de que hayas vuelto.—Dijo sin más Connor.

Cierto.

Para todos, en teoría, Christian se había escapado y había regresado. Connor solo estaba actuando.

—Gracias.—Respondió Christian manteniéndole la mirada.

—No lo volverá a hacer.—Phillip habló.—De eso me encargo yo.

Connor lo miró suspicazmente.

—¿Qué quiere decir?

El Padre le sonrió pero no había nada amable en él. Era tétrico y retorcido.

—Lo haré sentir como en casa para que no sienta que debe irse para estar bien, feliz y cómodo.

El Padre le rodeó los hombros y Christian ahogó un gemido doloroso. Él sabía que aún tenía heridas, por eso lo hacía.

—¿Eres feliz?—Preguntó Connor y Christian se limitó a guardar un momento silencio.

La mujer, el señor Worren y el Padre lo miraban también expectante.

¿Debería decirle que no? ¿Que no aguantaba los golpes ni las órdenes del Padre? ¿Que esto no es lo que quería?

Pero, ¿cambiaría algo? Connor posiblemnte no se lo llevaría y lo sacaría de ahí. El Padre le castigaría por responder eso y Connor no lo ayudaría.

—Estoy en proceso.—Dijo débilmente.

Connor entrecerró los ojos muy fugazmente, aún estudiándolo, antes de volver a mirar y sonreír al Padre.

—Me alegra escuchar eso.—Dijo el moreno.—¿Podría hablar con él a solas?

Sarah parecía tener algo que decir pero Phillip se adelantó.

El señor Worren miró a Christian fijamente y el rubio no supo descifrar la mirada.

Estaba seguro de que no significaba nada bueno.

—Con tal de que no vuelva a desaparecer como la última vez.—Bromeó el Padre pero nadie se rio.

Connor alejó el agarre de la chica y caminó hasta Christian.

—No se preocupe. Me aseguraré de que no ocurra de nuevo.

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No somos pecadores (2.5)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora