Una muerte maravillosamente lenta.

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La estancia de Hinata en el hospital fue corta a como se pensaba. En cambio, el pequeño Boruto permaneció unos días más en observación debido a su nacimiento prematuro. Naruto permaneció atento tanto a Hinata como al bebé, yendo de un lado a otro abasteciendo lo que pudiese hacer falta.

El padre de Hinata pegó un brinco al cielo al enterarse de su rápido estatus de abuelo, y más por el simple hecho de ser varón. Ni siquiera le importó que su hija no estuviese casada. Había sido un verdadero milagro. Kushina Uzumaki reaccionó de igual manera al saber las nuevas buenas. La mujer bailó por toda la casa y ordenó comprar cualquier cosa de bebé, ya que como abuela deseaba consentir a su nieto.

Minato estaba perplejo ante tal noticia. No hace tiempo habló con su hijo, y ahora él era padre. Todo era realmente una locura.

Todos parecían alegres ante la notica de Hinata y Naruto, todos excepto Kakashi Hatake. Quien lo habían permanecido alejado de su prometida y de lo que sería su hijo. El hombre estaba realmente cansado de escuchar sobre Naruto, y no ayudaba mucho que él se viera mucho con Hinata. Todo por lo que había trabajado se estaba evaporando.

Su corazón dolía, era muy evidente. Y como si el destino fuera más duro. Este le mostraba lo que alguna vez temió. Cuando fue a visitar a Hinata al hospital , se encargó que nadie de los amigos de Naruto estuviera cerca para molestarlos. Así que con un ramo de flores se dirigió a donde su prometida. Tan solo al entrar a la habitación de hospital su cuerpo se detuvo, y también su corazón.

Hinata yacía dormida felizmente en la cama. Con un Naruto acorrucado en su lado. Ambos estaban totalmente descansado sin percatarse de nada, solo ellos en su burbuja. Al verlos en frente supo la verdad que quiso evitar a toda costa. Desde hace meses lo sintió pero se negó a admitirlo, y la prueba estaba a unos pasos. En el tiempo que pasó a su lado ni siquiera le sonrió de aquella manera. Y con Naruto solo le bastó quedarse dormido junto a él.

El ramo cayó de sus manos al no poder sentirlas. Su corazón punzaba de un dolor que jamás había experimentado. Lo había escuchado algunas veces, y creyó que él era impune a tal sensación. Pero nuevamente se equivocó. Había perdido en aquella batalla en la que jamás tuvo oportunidad, estaba acabado.

Lentamente se apartó del lugar en silencio. Recogió las rosas y las depositó en el bote de basura. Al igual que toda esperanza de alguna vez ser feliz al lado de Hinata Hyuga.


Cuando llegó a casa de Kakashi encontró todo apagado. Supuso que nuevamente Kakashi se encontraba en el trabajo ocupado, y lo entendía. Es por esa razón que nunca le reclamó nada. En cambio, al llegar a la habitación vio al mayor sentado con los brazos sobre su regazo. No vestía formal. Solo unos pantalones de mezclilla con camisa. Hinata sintió inmediatamente que algo no marchaba bien. Por lo que le preguntó a Kakashi si algo estaba mal.

Este no le contestó al momento. Permaneció con la mirada perdida, hasta que sus ojos la miraron con atención. Realmente dolía.

- Hinata...- comenzó a divagar el hombre. No sabía como empezar.

-Lamento no haberte avisado Kakashi, estabas en el trabajo aquel día y yo...- El peli gris la detuvo.

- Eso no es de un día Hinata. Ni de dos o tres. Tus sentimientos llevan ocultos bastante tiempo. O al menos eso creí.

Hinata lo miró incrédula. No sabía lo que realmente trataba de decir. Trató de acercarse a Kakashi, quien a la vez se alejó.

No quería mirarla. Estaba bastante seguro que eso lo terminaría de destruir. Pero por Dios, realmente la amaba. La amaba demasiado. Era la razón que deseaba que ella fuera feliz, con o sin él.

Dímelo dos veces |Naruhina|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora