Prólogo

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En Sooga, cada luna llena que cae en la fecha del 14 de Febrero, esta se vuelve roja, y las personas pueden ver durante un mes a quien está unido su hilo rojo. Aunque hay una pequeña peculiaridad, una que hizo que cierta niña de cabellos negros peinados en moños odango, pasara de estar emocionada a estar furiosa cuando le contaron aquel hecho que ocurría en Sooga... La peculiaridad era que el hilo podría verse cuando fuera el momento de saber a quien estabas unido.

       Aquella ocasión tan peculiar en aquel pueblo empezó hace más de mil años, cuando dos personas que estaban destinadas a estar juntas, vivieron años y años con distintas parejas a lo largo de su vida, trayéndoles más desdicha y tristeza a sus vidas en vez de aquel amor real y sincero que estaban dispuestos a otorgar, hasta que los años pasaron cuota a su juventud, siendo sus cuerpos alguna vez jóvenes ahora débiles y sin el atractivo que alguna vez tuvieron, dejando la madurez y trayectoria del tiempo impregnada en sus ojos y piel, junto al pelo cano que conservaban... solo hasta ese momento finalmente sus caminos se cruzaron.

      Al encontrarse finalmente a esas alturas de su vida, era menos de una década la que pasarían juntos, ambos en su experiencia y deseosos de que nadie tuviera el fatídico destino de encontrarse con su amor demasiado tarde, rogaron a los dioses que la gente en Sooga pudiera ver en el momento indicado a quien estaba destinada.

       Los dioses decidieron conceder aquella plegaria con el pequeño cambio de que fuese en cada luna llena del 14 de febrero que en Sooga pudieran ver a quienes estaban unidos, mientras fuera el momento indicado. Tradición que siguió el Maestro Soo al pie de la letra una vez que asumió el mando de la aldea como el todopoderoso.

      Nada más molesto para la pequeña Pucca de once años de ese entonces, que quería ver su hilo rojo unido al de su adorado Garu, a quien menos le podría importar esas cosas; claro que eso nunca evitó que Pucca lo persiguiese a donde fuera su amado ninja de cabello oscuro amarrado en coletas.

      Aquel tema pasó a ser segunda para Pucca, quien solo lo recordaba cuando caía dicha luna roja y veía a las demás parejas hablar del hilo que ellos podían ver, así nadie mas lo viera, lo cual era una fortuna para aquellos que tenían pareja y estaban unidos a alguien más, se evitaban de la vergüenza pública al ser la comidilla de otros cuando les recordaran la cantidad de veces que juraron amarse por siempre con la persona equivocada.

     A veces ver el hilo parecía más un suplicio que los destinados debían saber en vez de una bendición de los dioses. Pero ¿quien les mandó a aquella pareja trágica de hace más de mil años preocuparse y rogarles a los dioses que los demás no padecieran su dolor? que ellos se encontrarán finalmente cuando eran ancianos no significaba que a los demás les tocaría algo similar.

     Pero habían buenos casos donde la gente agradecía ver aquel hilo, ya sea por encontrarle fin a su desdichada soledad o para librarse de un mal amor, y puede que una vez que pasara la presión social, todos terminaran agradeciendo aquella tradición en Sooga.

      Pero para aquella niña de poderes y habilidades sobrehumanas y su novio que era un ninja en busca del honor y el respeto, ese hilo se les volvería una completa pesadilla, deseando nunca haberlo visto como tanto añoró Pucca.

El hilo rojo conecta a aquellos que
están destinados a encontrarse y
amarse, sin importar el tiempo,
lugar o circunstancias.

El hilo se puede estirar o contraer,
pero nunca romper...






¿O si?

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