››› Teddy (ᴠɪɪɪ)

1.8K 164 18
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Me gustaba pasar todo el tiempo posible con Teddy, se había vuelto hasta una adicción desde el momento en el que entró en mi casa

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Me gustaba pasar todo el tiempo posible con Teddy, se había vuelto hasta una adicción desde el momento en el que entró en mi casa. Luego Jo y yo nos hipnotizamos por su biblioteca y nos pasábamos los días pensando cómo haríamos para volver a esa casa y leer todos los libros en ese salon.

Llego una epoca, una temporada completa, donde todas mis hermanas y yo teníamos nuestras razones para visitar a los Laurence, y todas eran por amor. Amy se había enamorado de sus pinturas, Meg del profesor, Beth del piano, Jo de la biblioteca, y yo... Yo me enamore de esa estatua viviente que no podía cambiar a donde dirigía su mirada. Me enamore de ese poema que creía que significaba algo apasionado y prohibido, cuando solo hablaba de distanciamiento y amistad. Yo me había enamorado del fantasma en la casa, de los momentos en silencio en las escaleras, de entrar por la ventana, de ver el sol esconderse entre las figuras tétricas de los árboles en invierno.

Uno puede saber sobre ciertas cosas. Todos podemos saber que el cielo es azul, que los hombres son testarudos, que las mujeres se cansaran de su lugar en la sociedad, y que los poetas somos ambiciosos y sentimentales al mismo tiempo. Pero una cosa es saber los conceptos básicos, y otra muy diferente es entenderlo. Y duele. Duele muchísimo cuando pasas toda tu vida sabiendo y chocas con ese momento donde lo entiendes, y lo entiendes pero no lo aprendes. Vuelves a cometer el mismo error una y otra vez porque el sabor del precipicio es adictivo, porque las ilusiones son la fantasía más real y sostenible que tiene nuestra vida, porque es la única manera de aliviar el dolor de la caída pasada. 

Pero yo era simplemente una March, una más del montón en la casa.

Y él lo tenía todo, y al final... siempre lo tendrá todo.

Aun me aferro a las tardes de verano, antes de ir a la playa, escondiendonos entre los árboles. Leyendo por horas, desapareciendo por horas. Flotando entre mi voz y el olor a libros viejos en mis manos de tanto pasar y acariciar las páginas. Con su cabeza sobre mis piernas contemplando perdido e imaginando en el cielo, evadiendo cuales sean nuestras responsabilidades. 

Ni siquiera necesitaba tocar su piel. No lo anhelaba.

Eso fue lo que me sorprendió.

Cuando la esposa de Dorian me hablaba de la primera vez que se conocieron, concedió con Katherina en ese deseo de sentir el tacto de la persona que amas, anhelarlo y necesitarlo. 

―Recuerdo como volvía a mi habitación luego de los bailes. Me chocaba con todo a mi paso, el marco de la puerta, las escaleras, la cómoda, mi cama. Flotaba como si mis pies no notarán el suelo y los arrastraba por necesidad. Pero cada vez que nuestros encuentros terminaban, yo estaba segura de solo una cosa. Lo necesitaba. Necesitaba el tacto de mis manos en sus mejillas, necesitaba sus manos en mi cintura, en mi cabello. Necesitaba descubrir el sentido faltante para completarnos, necesitaba conocer cada uno de ellos y tenerlo cerca―dijo con una sonrisa temblorosa.

Katherina dijo que así decían que se sentía el verdadero amor. El único que tiene el poder de mover todo dentro de tí.

Con él jamás fue así. Nunca necesite tener cerca físicamente a Teddy. Nunca sentí la necesidad de rozar sus labios con mis dedos con delicadeza mientras fijaba mi mirada en sus ojos. Nunca sentí la necesidad de besar con atención sus mejillas y acariciar su piel y guardar el recuerdo de mis manos en su rostro. Nunca sentí la necesidad de que llegáramos más allá.

Pero cada día necesitaba escucharlo. Necesitaba sentir su temblorosa respiración cerca, necesitaba que me haga sentir que podía decir o hacer lo que quisiera. Necesitaba que sonriera cuando me detenía entre palabras porque sabía que distraía mi mente observándolo. Necesitaba que a diario me lanzara esa mirada cómplice cruzada por su característica sonrisa pícara para que corramos lejos de todos. Necesitaba saber que alguien no huiría de mí jamás, que se quedaría a pesar de todo. Necesitaba saber que había alguien que se había aprendido mis libros favoritos marcando las mejores frases en ellos para dármelos cuando no me sentía bien. Necesitaba saber que estaba ahí, incluso en silencio ante la ausencia de mi humor y ánimo cuando lo único que realmente se había ido era mi hermana. Necesitaba ese trato tan tácito que teníamos entre nosotros. Esas miradas que quería pensar que solo eran para mi.

Necesitaba lo nuestro. Lo que nombramos y bautizamos como nuestro y de nadie más. Necesitaba aquello que aunque hiciera con cualquiera de mis hermanas, o cualquier persona en este mundo, solo le recordara a mi. Tanto como yo lo recordaba cada vez que leo en público, lo imagino con la cabeza sobre mis piernas o mi hombro con todo su aire relajado.

***

Aun tengo el sabor de la brisa helada sobre mi boca de aquel día. Me había levantado temprano porque la situación de la novela de Jo me abrumaba muchísimo. No podía tener una posición neutral en ese acontecimiento tan trágico, era obvio que estaba con Jo y tan enfadada como ella con Amy. Podría parecer tan calmada como Meg pero no me imaginaba lo que haría si Amy me hubiera hecho lo mismo que a Jo con su novela. No había forma de que encontrara como mirarla a los ojos otra vez. Ni siquiera las palabras de Marmee hubieran funcionado. Lo hicieron con Jo, pero incluso esa mañana yo seguía igual de enfadada que el momento en que comprendí que todo el trabajo de Jo se había convertido en cenizas por el enojo infantil de Amy.

Hoy en día, ese asunto no me incumbía, así que no podría decir que continuo enfadada por las inmadureces de Amy. Yo tambien hice de las mías a esa edad, como escaparme y no volver por toda una tarde, o viajar con Teddy por tren todo el día y volver para la cena. Eran pequeñas cosas vistas desde la madurez, pequeñas cosas que causaban preocupación y molestia pero que solo pueden ser justificadas por nuestra falta de conciencia y razonamiento, como lo que hice con Amy esa mañana.

Me detuve al escuchar los pasos de Jo y Teddy salir de nuestra casa hacia el lago congelado. Ambos, ensimismados en su propio hilo de risas colgando de esa fantasía que los divertía tanto, cruzaron por la nieve que cubría el prado hasta el lago. Se apoyaron en la cerca de madera para colocarse los patines y Teddy intento ayudarle a Jo con los suyos, aunque ella se molestara y dijera que podía hacerlo por su cuenta.

Creo que fue la primera vez que entendí las simples actitudes de su amistad. Esa mañana fue el primer golpe que me daba contra el hilo que sostenía las manos conectadas de ambos. Teddy iba detrás de ella, la protegía como cualquier caballero a una dama, como cualquier persona protege lo que más ama en este mundo. Pero Jo siempre pudo por su cuenta. Meg y ella eran las mayores, de cierta forma se criaron en ese ambiente donde debían madurar antes de lo esperado, donde debían poder ellas solas. 

Y luego fueron las miradas. Esas... Sus miradas. Esa mañana algo dentro de mí se desintegro, una bomba de aire exploto y dividió mi alma.  Así lo entendí, en las pequeñas cosas, en las miradas inocentes y transparentes. Así fue como comencé a caer en la cuenta de que quizás debía dejar mi felicidad de lado si es que en verdad quería que él fuera feliz. Si es que de verdad lo amaba.

Lorelai March ⸻ LITTLE WOMENDonde viven las historias. Descúbrelo ahora