››› Las Hermanas March (x)

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No recuerdo por cuánto tiempo nuestras palabras se fusionaban en una charla concisa y argumental sobre nuestros lugares en la sociedad

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No recuerdo por cuánto tiempo nuestras palabras se fusionaban en una charla concisa y argumental sobre nuestros lugares en la sociedad. No recuerdo haber ido al comedor esa noche, sino más bien recorrer el barco una y otra vez con el señor Loughty charlando sobre cómo se podría mejorar la posición de las mujeres en la sociedad.

―A Jo le hubiera encantado esta charla―susurre sentados en uno de los escalones del barco al aire libre, cerca de la punta. Las noches en el exterior eran sumamente frescas y la brisa nos pertenecía y se unía a nosotros en cada respiración. Me abracé a mi misma, pero no me daba cuenta que estaba abrazando a muchísimo más, aires que vienen viajando kilómetros de dios sepa donde. 

―¿Jo?―preguntó él.

―Mi hermana, Josephine. Es escritora― explique. ―Ella siempre ha sido la que rompe con la imagen de mujer que acostumbramos. La testadura que sueña con vivir sin casarse y de todas formas ser amada―sonreí nostalgica.

―No sabia que tenia una hermana.

―Cuatro, de hecho. Meg es la mayor. La más hermosa de todas, la que cumple con los requisitos que toda mujer debe tener para ser la esposa perfecta. Nunca conocí a alguien tan simpática y bondadosa como ella, pero tambien tan ordinaria, en el buen sentido. No es como si negara que vaya a casarme alguna vez aunque no lo quiera, pero Meg soñaba con aquello que Jo y yo tanto deplorábamos. Lo idealizo tanto que terminó por tener una familia igual de la que había venido. Tenía sueños como todas, pero al igual que él resto, esos mismos culminaron en un matrimonio mediocre aunque ella diga lo contrario―hice una pausa y no me sentí mal por decirlo en voz alta. Esas eran las libertades que podía tomarme estando lejos de casa. Libertades que tendré que limitar en cuanto pise tierra firme, libertades que tienen los días contados. ―Luego viene Jo, la más inteligente y creativa. Algunos la llaman el niño de la familia porque suele comportarse como uno con tal de no ser igualada a las mujeres sumisas de nuestras épocas. De todas, la más problemática gracias a su temperamento. Nunca aprendió cómo guardarse lo que sobraba, así que lo lanzaba sobre la mesa con brutalidad. Pero hay algo en todo el desastre que Jo puede ser que siempre admire, y es que nunca tuvo miedo a que la rechacen. Jo siempre fue quien quiso ser sin miedo a que dira la sociedad de ella, y fue muy buena haciéndole la contra a la misma.

―Suena como una mujer muy fuerte―comentó el señor Loughty y sonreí.

―Lo es. Pero había algo de fortaleza en el silencio y la paciencia de Beth, ella es mi hermana melliza. O bueno, lo era...

―¿Qué sucedió?

Baje mi mirada de inmediato y asomé los ojos para buscar el mar en la oscuridad. Busque un rastro de ella que me diga que si lo decía en voz alta no dolería. Busque algun simbolo que ella atravesara para abrazarme. Pero estaba sola ¿Que símbolo de las mujercitas quería encontrar en el medio del océano entre el lugar al que pertenecía y el lugar donde había nacido?

―Escarlatina. La desarrolló después de visitar a una familia pobre cerca de nuestro hogar, pero cuando creímos que se había recuperado su salud continuó empeorando. En ese instante me di cuenta que el amor que tenía Beth por el prójimo era mucho mayor que el que se puede tener. Esa era su cualidad, algo que ninguna de mis hermanas tenía comparado con ella. Eramos pequeños granos de bondad comparados con la playa que cabía dentro de Beth.

Mi mirada se pauso un momento lentamente y me quede pensando en lo importante que era Beth para mi, en lo importante que había sido funcionando como una soga que se esforzaba en unirnos como hermanas a las cinco. 

―Ella pasaba desapercibida, pero creo que si la vida le hubiera dado más tiempo, hubiera sido la mejor de todas nosotras. Pero es tan injusto que las peores cosas les sucedan a las mejores personas―negué.

―Falta una hermana ¿Cierto?―intento distraerme el señor Loughty.

―Si―sonreí―. La menor de todas es Amy, la artista mimada de la familia, pero la más obstinada de todas. ¿Sabe?―gire a verlo a los ojos y se encontraba escuchándome atentamente― No es trabajo fácil vivir en una casa con tres mujeres testarudas y dos de ellas lo suficientemente obstinadas como para tener un carácter muy parecido.

―¿Quienes eran las tres mujeres testarudas?―pregunto como un niño pequeño escuchando el cuento de una anciana que lentamente se acababa.

―Definitivamente Meg y Beth no lo eran―rei―. Todas siempre deseamos ser exitosas, pero Amy lo anhelaba. Su destreza para la pintura era realmente admirable, pero ella sabía cuál era su lugar en la sociedad como mujer, así que sabía que estrategias y caminos debía tomar si quería soñar y ser aceptada al mismo tiempo. No me sorprende que se haya casado con un príncipe rico de Europa y se pase el resto de sus días llenando un salon completos con sus pinturas. Siempre me dio lastima la manera tan cruel en la que Jo y ella se enfrentaban, pero después de años comprendí que nunca habían sabido cómo discutir sus problemas hablándolos. Herirse era la única forma que conocían.

―¿Discutían mucho?

―Cuando podian, sí. Pero se que en el fondo se aman tanto como puedes amar a una hermana―hice una pausa pensando en qué decir―. Siempre me dio curiosidad pensar como seria Jo después de varios años. Pero ahora descubro que me gustaria saber que fue de la vida de Amy más que nada. Una vida llena de ambición y perfección, una vida correcta pero suya. Se que todos debemos hacer sacrificios, y que todos alguna vez los hicimos. Pero de todas nosotras, Amy fue la que menos sacrificios tuvo que hacer, porque sabía que su vida como mujer era limitada y que no podía soñar tanto como Jo. Ese era un tema clave de discusión, pero tambien algo que siempre admire de Amy y es su capacidad de adaptarse a la alta sociedad con éxito.

―Suena muy valiente―murmuró el señor Loughty y vi como sus labios saboreaban cientos de palabras en su boca― ¿Hace cuanto no ves a tus hermanas?―interrogó y tome aire pensando pero decirlo en voz alta, pensarlo de por si, me generaba una angustia que atravesaba mi pecho.

―Cuando Beth falleció las únicas que estábamos en casa eram Jo, Meg y yo. Amy había viajado a Europa con la tía March. Jo habia volvido de Nueva York solo para cuidar de Beth y mientras más empeoraba, más nosotras discutíamos sobre lo que le haría bien. Yo escribía la verdad exagerándola y dramatizándola, y le contaba mis relatos a Beth. Mientras que Jo creaba un mundo de fantasia para ella donde pueda descansar su mente. Mis relatos la volvían loca, decía que eran demasiado crueles. Se suponía que no le contariamos mucho a Amy sobre el estado de Beth, pero tuvimos que pedirle que vuelva para el funeral, cuando ya era demasiado tarde.

Volví a bajar mi mirada sintiendo el silencio que acunaba el hogar de los March en esos días. Ya ni siquiera Laurie estaba cerca. Nadie estaba en su totalidad.

―Me fui antes del funeral. No pude soportarlo. Así que a Amy no la veo desde que ella se fue a Europa, y nunca nos cruzamos allí así que no se como vayan a ser las cosas cuando vuelva.

―Estoy seguro que les emocionará mucho verla devuelta―pronunció con cautela y asentí con la cabeza mientras era mi turno de preguntarle qué haría en América. Que lo llevaba a cruzar el océano.

―Son asuntos complicados. En su gran mayoría, asuntos privados de estados y economía. Asuntos de la corona―les resto importancia y mis ojos se vieron sutilmente sorprendidos.

¿Cómo podía ser tan despistada? El señor Loughty era un Lord, parte de la corona Británica, parte del poder, parte de la influencia superior de la sociedad. Si esta hombre se interesaba con ayudar a las mujeres a obtener su lugar en la sociedad como les corresponde, significaba que el cambio estaba a un par de palabras de Europa. Lord Loughty era lo que teníamos en medio el cambio y yo.

Lorelai March ⸻ LITTLE WOMENDonde viven las historias. Descúbrelo ahora