Lorelai March ⸻ LITTLE WOMEN

››› Beth y la Vida que Ella Merecía (xɪx)

Beth enfermo tiempo después. Al principio continúe con mis obras porque solo creía que era un resfrió del que no debíamos preocuparnos, que ella mejoraría y podríamos irnos de viaje a visitar a Amy o a Jo. Siempre tuve la esperanza mientras seguía con la obra, porque una parte de mi no creía creer que haría todo esto por nada.

El esfuerzo los primeros meses no eran como cuando la gravedad de la enfermedad de Beth comenzó a sacarnos tiempo y energía a Meg, Marmee, papá, Hannah y a mi. Hubo discusiones incontrolables alejados de Beth por lo que sería mejor para ella. Mientras que Meg insistia en que debía quedarse en la cama y reposar, yo insistía en que debía levantarse y pasear, caminar, ir a la playa, tocar el piano. Eso la mantendría distraída. Hasta incluso la lleve a ver la obra un par de veces a escondidas.

La familia no asistía a todas mis obras, sólo veían algunas, pero a Beth siempre le encantaron y hubo noches en las que ella y yo mentiamos sobre que le había costado conciliar el sueño y que debíamos dejar la puerta de nuestro cuarto cerrada con llave y así escaparnos por la ventana para ir al teatro local. Beth yo salíamos de allí y caminabamos por el centro de nuestra ciudad viendo las vidrieras oscuras de las tiendas de vestidos, instrumentos y vajillas.

―Amaría tener una colección de platos y tazas como esas―dije una noche señalando un par de ellos en la vidriera oscura ya que estaba cerrado.

―Te imagino haciendo largas y elegantes fiestas del té con tus amigos en algún lugar lejos de Concord―comentó ella y gire a verla sosteniendo un grueso abrigo sobre sus hombros.

―Sí, con amigos y contigo. Será la glamorosa fiesta del té de las mellizas March celebrada una vez al año. Lo divertido es que, al ser una fiesta exclusiva, nadie sabe dónde será o quienes están invitados hasta que reciben una correspondencia. Una caja con una taza que tiene grabada en su interior una B y una L, en el plato que acompaña estarán grabados los datos de la fiesta y todo será con un estilo...

―¿Rococo?

―Barroco, quizas, tambien―sonrei y hasta en esos momentos tenía la esperanza de que así fuera. Que Beth y yo pudiéramos quedarnos en Europa y presentar mis obras en un gran teatro y que ella sea parte de una maravillosa orquesta donde ambas obtengamos lo suficiente para hacer fiesta glamorosas del té alrededor del mundo con invitados exclusivos y entretenimiento sorpresa. Tenía la esperanza de que aun podíamos salvarnos, que ella podía salvarse.

Poco a poco su enfermedad consumía sus ganas, sus energías y el color de su piel. Jo lo supo por medio de una carta y volvió lo más rápido que pudo a casa. Dado el hecho de que Meg debía cuidar a sus hijos los cuales casi vivían en nuestra casa y Marmee y Hannah no salían del lado de Beth, yo fui quien la esperó en la estación de tren, bloqueando cualquier recuerdo que pueda llegar a atentar contra mi tranquilidad caminando desde una punta a la otra.

Cuando ya pasó el décimo tren junto a mí aquel día nublado y frío, vi a una mujer bajar con una boina de paño gris como gorro de invierno, un traje abrigado azul, un pañuelo amarillo apagado que cubría su cuello, hombros y pecho, con una gran maleta marrón, un bolso cruzando su torso y unos rizos rubios desordenados. La mujer pálida se encontraba buscando algo en la estación y cuando nuestras miradas se conectaron dejó de ser alguien extraño en la estación y fue Jo. La misma Jo que se había ido, la misma que escribía las obras de navidad, la misma que Laurie había rechazado, la misma que le había quemado el pelo a Meg,  la misma que había peleado con dientes y uñas contra Amy por haberle quemado su novela, la misma que se había cortado ése cabello para ayudar a Marmee a ir con padre cuando enfermo. La misma Jo que recordaba y con la que me comunique por años mediante cartas. Estaba frente a mi.