››› Lo Prometo, Señor Loughty (xx)

880 105 10
                                    

Los recuerdos que reproducía en mi cabeza como una obra de teatro se convirtieron en un poemario completo escrito con mi mejor letra posible teniendo en cuenta el estado de movimiento en el que me encontraba sobre el barco

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Los recuerdos que reproducía en mi cabeza como una obra de teatro se convirtieron en un poemario completo escrito con mi mejor letra posible teniendo en cuenta el estado de movimiento en el que me encontraba sobre el barco. Llene dos libretas que traía en mi maleta y un conjunto de servilletas que cuidaba con mi vida para no perderlas ni arruinarlas. Cada poema escondía entre sus líneas mis más profundos recuerdos. Aun decido si separarlos entre estaciones o sucesos, por ejemplo: poemas para la hermana que vi nacer y morir, poemas para el final de mi niñez, poemas de una crónica hermandad, etc. Hasta ahora la última idea me gustaba más que la primera, y cuando se lo pregunte a Dorian, él tambien coincidio.

Las charlas en el comedor con Dorian no eran tan habituales, pero cuando sucedían sosteníamos nuestra conversación entre susurros y gestos para que el resto de las personas no siguiera entrometiéndose en mi vida. Me era suficiente el hecho de que susurraran al verme llegar al comedor sobre mi histeria y que me juzgaran con solo una mirada. Por eso mismo deje de recurrir al comedor y Dorian dijo que sería mejor llevarme las comidas a mi cuarto.

Me sentía prisionera. Y lo era.

Era prisionera de mis actos, de mi histeria, de mi diagnóstico, de lo que dicen. Era prisionera de mi lugar en la sociedad, de mi genero, de mi reputación. Era prisionera de esta pequeña sociedad sobre un barco que me juzgaba y alejaba a sus hijos de mi en cuanto cruzaba por su lado. Era prisionera de los dichos que invadían el barco. Era prisionera del estigma, de la opinión, del valor que me otorgaban mediante pequeños discursos de odio que murmuraban a mis espaldas.

Era prisionera de este barco y mis recuerdos. Era prisionera del amor que aun le tenia a Laurie, mi Laurie, el que guardo conmigo, el que fue para mi. Era prisionera de aquel chico que no suelta mis memorias. Era prisionera del fantasma de Beth, de los sueños frustrados de Meg, de la incomunicación de Amy y la imagen de Jo. Era prisionera de una carta de mi padre que me obligaba a volver con solo allarme. Era prisionera de mis memorias, de mis poemas y mi infancia. 

Era prisionera de mi misma.

Y a tal punto, todos somos prisioneros de algo. Nadie es completamente libre en el mundo. Y en un mundo de prisioneros la libertad nos asusta, nos aterroriza. Entonces desaparece. 

―Lorelai―abrió una larga conversación, Dorian. Sentado en la única silla que había en mi recamara, ojeando mi libreta de poemas, leyendo un par de ellos, se detuvo y cerró la libreta sobre su regazo―. No se como decirte esto...

Contuve mi respiración desde mi cama antes de que diga sus siguientes palabras. La incertidumbre convierte los segundos en horas eternas donde su piel se eriza y tu espalda suda.

―Quiero que antes de llegar, dado donde nos encontramos, seas consciente de que las cosas no estarán en tu hogar como lo estuvieron cuando te fuiste―. Levantó su mirada hacía mí y volví a respirar, aunque pausadamente―. Quizás sean mejores, eso espero. Quizás sean peores, dios no lo permita. Pero si te aferras demasiado a lo que fue―levantó la libreta―, el golpe sobre lo que es ahora te dolera muchisimo ¿De acuerdo?

Lorelai March ⸻ LITTLE WOMENDonde viven las historias. Descúbrelo ahora