Lorelai March era la hermana que no encajaba. La tercera en discordia, la que todo daba. Lorelai March era la que estaba destinada a irse y dejar a su familia detrás. Lorelai March era la poetisa de una familia de mujeres extraordinarias, pero tras...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Laurie estuvo todo el viaje de vuelta muy inquieto. Le pregunto unas cinco veces a uno de los hombres del tren cuanto faltaba para llegar y asomaba su cabeza por las ventanas de ambos lados para asegurarse que el mismo hombre mentía y que estábamos más cerca de casa de lo que pensábamos.
―¿Qué te entusiasma tanto como para que no puedas dejar ese anillo tranquilo?―interrogue.
―Nada―negó.
―Te conozco.
―Tu solo espera―sonrió y sentí como si mi corazón hubiera rebalsado en sangre mi pecho. Como si se hubiera agrandando ocupando el espacio de mis pulmones sin dejarme respirar.
El viaje de vuelta fue un tanto más aburrido, pero al menos pude ver como amanecía desde mi ventana. Los rayos del sol atravesaban las nubes y el temprano color celeste del cielo me daba una sensación en el estómago que nunca antes había conocido. Una melancólica neblina apañaba todo el paisaje marcando la luz del sol en todo el campo deshabitado, misma luz que acariciaba el pasto y los arbustos y el interior del tren atravesando mi ventana.
Era extraño que no haya sentido frío por la noche, pero que ahora me encontrará de brazos cruzados con la palma de mis manos sobre mis codos sintiendo un escalofrío recorrer mi espalda. Al parecer Laurie lo noto cuando mis dientes comenzaron a castañar haciendo un sonido notable y se sacó su abrigo para ponerlo sobre mis hombros. El aroma que esa prenda desprendía podía sentirlo adhiriéndose en mi cabello, hombros y espalda, y me hacía dudar de si alguna vez podré quitarlo de encima. Era él en todo su esplendor, era Laurie para siempre, era él. Eran las tardes en la casa de los Laurence cuando se quedaba conmigo en la biblioteca y luego se iba con Jo para jugar afuera, eran los momentos en nuestro árbol a escondidas del resto mientras le leía desde lo más profundo de mi corazón. Era el aroma que me invadía cuando por la noche tocaba la ventana de su biblioteca y él la abría con una sonrisa, el mismo aroma que tiñó nuestra casa cuando trajo a Jo y a Meg en su carruaje la noche del baile. El mismo aroma que quedó impregnado en la ropa que usaba en ese instante y que no volví a usar nunca más porque me recordaba a él, me recordaba a ese tren, me recordaba a ese día, a ese momento.
Bajamos del tren y Teddy me llevo hasta mi casa, al entrar, ninguno esperaba tanto alboroto.
―¡Lorelai March!―exclamó Marmee con una mano en el pecho desde la sala. En el sofá, Beth suspiro aliviada y Jo se acercó corriendo hacía mi.
―¿Estas bien? ¿Te sucedio algo? ¿Que paso? ¿Porque se fueron?―me separo tomándome por los hombros y me paso su mano por mi rostro para verificar que no tenga un rasguño.
―Estoy bien, solo salimos. Lo puse en la nota―explique antes de que Marmee pueda decir otra cosa más y todos se miraron confundidos.
―¿La nota sobre la mesa?―preguntó Jo escondiendo una risa.
―Si... decía que volvía en un rato y que estaba con Laurie―lo señale a mi lado y Jo miro a Marmee con picardía.
―Te dije que no era una nota vieja―reclamo Jo y Marmee bajo su mirada sonriendo con los labios apretados y negando con la cabeza divertida―. Marmee escribió algo allí para Meg pensando que era una nota vieja. Nos asustamos muchísimo―respondio Jo volviéndome a abrazar y yo coloque mi mentón en su hombro sintiendo sus brazos a mi alrededor.
