Capítulo 3.

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Cuándo despertó a la mañana siguiente del incidente nocturno, Mehmet no dudó en preguntarle a Naikari qué significaba el líquido blanco en sus partes inferiores. Incluso intentó mostrarle, pero afortunadamente Naikari lo detuvo antes de que pudiera enseñarle sus genitales por descuido. Luego, Naikari le dió una explicación muy inocente que terminó siendo perjudicial, ya que el príncipe interpretó ésto como un asunto regular del que podría hablar con su madre y hermana. La cosa es que, Naikari cometió el error de decirle a Mehmet que aquello había sucedido porque era un adulto, y que era algo normal que le sucedía a todos los muchachos cuando alcanzaban cierta edad. Estuvo bien, pero el error estuvo en sus palabras. Al no especificar de qué se trataba o si era un asunto privado, Mehmet solo asumió que era un tema de conversación normal.

Cuándo vio a su madre le dijo que ya era un adulto. A su hermana, a su padre y a sus tíos les dijo lo mismo. Aunque nadie preguntó, de haberlo hecho Mehmet con seguridad les habría dicho que despertó con su ropa sucia de una sustancia blanca y que su "cosito" se sentía raro. Para su fortuna, nadie en su familia le preguntó.

El líder Agrim no estaba en el palacio, pero Alev le dijo a Mehmet que regresaría antes del atardecer, pues solo había salido a terminar unos asuntos de su tribu para poder quedarse en el palacio sin problemas. En su ausencia, Mehmet quiso organizar la habitación de invitados para que el líder Agrim se sintiera cómodo. Ordenó que trajeran cortinas, mesas de caoba, sillas, una cama suave, almohadas con bordados caros y muchos, pero muchos adornos para hacer la habitación más bonita. Luego se deprimió porque pensó que le dolería mucho si al líder Agrim no le gustaba la habitación después de todo su esfuerzo. Así que mandó a retirar todo excepto lo necesario. Entonces sintió que estaba muy vacía. Y se puso a pensar durante casi una hora.

—¡Naikari, trae mis pinceles!— dijo aplaudiendo de emoción. —Por favor ¿sí?

—Como ordene, su Alteza Mehmet.

Mehmet pintaba. No era tan bueno como todos le hacían creer, pero en realidad nunca había pintado haciendo uso de toda su capacidad. Siempre lo hacía a medias o con flojera, solo para entretenerse si no había más nada que hacer. Sin embargo, quería hacer algo lindo en la habitación del líder Agrim. A Agrim no le gustaban las cosas lindas, así que debía pensar.

Pensar, pensar, pensar. Oh, mira. Una hormiguita…

Tenía que hacer algo muy increíble si quería que al líder Agrim le gustara. Pensó, pensó y pensó hasta que le dolía la cabeza. Finalmente tuvo una idea, mas se detuvo porque aún no traían sus pinceles. Tenía muchísimos. Su madre le regañaba uno en cada cumpleaños y sus tíos a veces se los traían del exterior. Sobre todo su tío Hareyn, que siempre estaba de viaje con Lukkaz. Él no entendía muy por qué eran tan unidos, pero siempre que Lukkaz se iba, su tío Hareyn tardaba poco en seguirle. Parecían una pareja… aunque eso era tonto. Se peleaban todo el tiempo.

Mehmet sacudió la cabeza con un puchero en sus labios, triste por haberse distraído otra vez cuando debería estar pensando en cómo decorar la futura habitación del líder Agrim. Necesitaba los pinceles. Y la pintura. Brevemente se cuestionó si debía cambiarse la ropa para no ensuciarla, pero luego de un rato sintió que no era tan necesario. Podría lavar después. O dársela a su madre. La verdad no se decidía. Estaba pensando mucho en un solo día, y ya le dolía un poco la cabeza.

Naikari finalmente trajo sus pinceles. También trajo a Mahriham. A Mehmet no le importó demasiado. Su hermana era una presencia fugaz, nunca por demasiado tiempo pero tampoco ausente del todo. Iba y venía a su voluntad. Y Mehmet, que era todo lo contrario, la quería mucho. Casi tanto como quería a Agrim, pero su pequeño corazoncito solo tenía tanto espacio. Eso se decía a sí mismo.

El Príncipe Que No Es Un Doncel. (Tercera parte de la saga Donceles)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora