Capítulo 39.

241 30 8
                                    

Mehmet cayó enfermo inesperadamente.

Todo empezó con normalidad aquel día de verano. Mehmet estaba haciendo sus tareas, como cualquier otro día, cuando sintió que su estómago se retorcía. Mehmet se colocó una mano en el abdomen, frotando en círculos para aliviar la sensación. Sintió que su estómago se revolvía durante un largo rato antes de calmarse, por lo que decidió ignorarlo. Sin embargo el malestar siguió allí hasta que en la tarde creció y fue incapaz de aguantar las náuseas. Salió corriendo a vomitar y lo hizo, sujetándose el abdomen con fuerza ante el dolor que le recorrió.

Mehmet no entendió lo que estaba sucediendo con su cuerpo. Después de vomitar durante un rato, sus extremidades se pusieron flácidas y tuvo que ponerse sobre sus rodillas cuando una fuerte oleada de dolor se apoderó de su abdomen bajo. Se cubrió el estómago con una mueca de sufrimiento, jadeando por el intenso dolor que recorría su cuerpo en aquel instante. Le dolía mucho. Casi sentía como si hubiera algo dentro suyo, recorriendole las entrañas de un modo que le hacía sentir más dolor del que podía soportar. Se estaba quemando por dentro y no entendía cómo o por qué.

De rodillas, Mehmet abrió sus túnicas para ver qué sucedía en su abdomen. Allí en lo bajo de su abdomen se encontraba una marca, más parecida a un sello, con la forma de una copa cuyos bordes eran irregulares y se parecían bastante a unas llamas. Mehmet sentía un dolor terrible a medida que la marca se iba formando en su abdomen. Estaba siendo quemado y cortado desde adentro. Gritó, pero estaba solo en el bosque y nadie podría escucharlo. Se quedó allí, agonizando por el dolor durante un largo rato. Luego, como si nada, el dolor despareció.

Mehmet no tenía energías suficiente para caminar, por lo que permaneció arrodillado en el suelo hasta que su cuerpo reaccionó. No había sangre, pero la marca en su abdomen dolía de todos modos. Era muy doloroso. Caminó sin poder contener sus quejidos, una mano sobando su abdomen mientras avanzaba en dirección a la tribu. Aquel dolor le había atacado cuando estaba solo en el bosque, por lo que debía caminar bastante para obtener ayuda. Aunque no sabía si el dolor iba a regresar, prefería llegar a la tribu antes de que lo hiciera.

Mehmet recorrió el camino suavemente, temeroso de colapsar en cualquier momento si el dolor volvía a aparecer. Tal era su miedo que le tomó alrededor de una hora recorrer el camino que usualmente tomaba solo unos minutos. Caminó tan lento como fue posible, sosteniendo su abdomen. Finalmente alcanzó la tribu y fue directamente a su tienda. No pensó en ir a la tienda de los curanderos porque estaba demasiado preocupado por la marca en su abdomen. No sabía qué era. Tenía poca energía. Iba a desmayarse tan pronto como tocara la cama.

Así se desmayó.

Cuando volvió a abrir los ojos ya era bastante tarde. El cielo estaba oscuro. Se enderezó con un quejido, instintivamente poniendo una mano sobre su abdomen en busca de la dolorosa marca que no entendía. Allí estaba.

¿Qué le estaba pasando?

•••••••••••••••••••••

La Diosa Luna estaba furiosa.

Su ira oscurecía el cielo, revolvía las mareas y hacía temer a todos los dioses que conformaban su familia. La Diosa Luna era una mujer gentil que rara vez se enojaba. Pero cuando lo hacía era terrorífico, pues su poder crecía tanto que todos a su alrededor Ella era la gobernante del Reino de los dioses, nacida para gobernar y comandar a todas las deidades del mundo como si fueran sus hijos. De ella dependía el balance del mundo. Y en ese momento unos de sus hermanos había alterado ese equilibrio al actuar sin su conocimiento. Un miembro de su familia había actuado de manera egoísta. Debía ser castigado.

La Diosa Luna suspiró hastiada al ver la expresión asustada de todos sus hermanos y sobrinos. Los otros Dioses tenían miedo a pesar de que ellos eran inocentes. Ningún de los que estaban allí era el culpable; ella ni siquiera tenía que pensar mucho para saber quién era el culpable. Solo a alguien se le ocurriría intervenir de ese modo en la vida de Mehmet.

El Príncipe Que No Es Un Doncel. (Tercera parte de la saga Donceles)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora