Maryize jamás le haría daño a su hermano menor.
Puede que muchos lo creyeran cruel e indiferente hacia su hermano, pero él se esforzaba mucho por ser amable siempre que iba de visita al palacio Desertico que una vez fue su hogar. Maryize anhelaba la vida estable que una vez tuvo, mas no tenía ambición al pensar en ella. Ya se había acostumbrado a vivir en otro lugar, lejos del ruidoso palacio. No quería estar allí sabiendo que su padre lo despreciaba y el Rey'ne solo era bueno porque se sentía culpable. Ni hablar de los demás, a quienes no le importaba en absoluto. Lo único bueno de ir al palacio era su hermano Mehmet.
Cuando Mehmet alcanzó la mayoría de edad, Maryize supuso que estaría en peligro debido a una antigua ley en la que todos los hermanos hombres debían morir cuando un príncipe llegaba al trono. Sin embargo se tranquilizó al pensar que tanto Alev como Mehmet jamás pensarían en hacerle daño. Su padre podría, pero no lo había hecho aún. Todavía no moriría.
Como se mencionó, el jamás le haría daño a Mehmet. Y aún así, lo llevaban esposado hacía la tribu del líder Agrim.
Dioses, Agrim era tan entrometido que a veces Maryize se cuestionaba si no era en realidad un espía entrenado. Siempre estaba en dónde no pertenecía, metiéndose dónde no era necesitado e interviniendo como si fuera de su incumbencia. Lo detestaba por muchas razones, pero la relación que tenía con Mehmet no era una de ellas. Maryize era un desertico puro, a él no le importaba nada más que la felicidad propia. Y si sabía que su hermanito sería feliz amando al tonto y entrometido Agrim, no podía evitarlo. Su hermano merecía ser feliz. Incluso si su felicidad dependía de la persona más entrometida del mundo.
Maryize ni siquiera estaba seguro de cómo o por qué había terminado así, encadenado y con cinco espadas apuntandole en caso de que decidiera escapar. Lo último que podía recordar era estar bebiendo en una taberna junto a una mujer muy hermosa. Eso antes de despertar en ese estado, amenazado por todo un grupo de salvajes que por algún motivo habían ido a buscarle. Él no tenía ni la más mínima idea de por qué, solo podía cooperar para que no le hicieran daño. No tenía que ser muy inteligente para saber que los salvajes pertenecían a la tribu de Agrim. Solo esa tribu podría meterse en el Reino Desertico sin llamar la atención. Eran demasiado entrometidos, al igual que su líder.
Ahora estaban llegando a la tribu, después de unos cinco días caminando bajo el duro sol del Desierto. No le dejaron subirse a nada y tuvo que caminar obligatoriamente. Le habría enojado de no ser por la curiosidad que le causaba todo el asunto. Lo estaban tratando como a un criminal y no sabía por qué. Era lógico que quisiera averiguar la razón detrás de todo ese desastre.
Miró la tribu y sintió algo extraño recorrerle. Tardó unos segundos en notar que había magia cubriendo todo el lugar. Él no podía hacer nada con la magia, pero la sentía igual que la mayoría de los Desérticos. Allí era abundante.
Lo empujaron, jalaron e insultaron un par de veces antes de lanzarlo a una habitación que parecía estar equipada para mantener a los prisioneros. Había una gran jaula de metal que parecía brillar aunque la tienda era oscura. Maryize rodó los ojos, pero se acomodó contra los barrotes y descansó su cabeza sobre uno para calmarse. Si no podía salir, al menos podría relajarse un poco. Sin darse cuenta se durmió.
—¿En serio eres hermano de Mehmet?— oyó una voz preguntar con lo que parecía ser burla.
Maryize abrió los ojos lentamente, sin mostrar reacción alguna al encontrar un rostro vagamente familiar apoyado contra los barrotes de la jaula. Debía ser un salvaje joven. Tenía ese aire irritante que existía en todos los salvajes. Incluso parecía sonreír burlonamente, lo que solo le causó gracia al desertico. Como ver a un gatito burlándose de un león.
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El Príncipe Que No Es Un Doncel. (Tercera parte de la saga Donceles)
RandomEl líder de tribu Agrim siempre ha amado a una persona. Alev, quien era conocido como la esposa del Rey desértico. Desde que puede amar, su amor ha ido dirigido únicamente a ese pequeño Doncel, que jamás podría tener. Aunque lo ha intentado muchas v...