Capítulo 28.

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La luz de la mañana entró a la tienda.

Mehmet abrió los ojos cuándo la luz alcanzó su rostro, molestandolo tanto que permanecer dormido durante más tiempo fue imposible. Terminó levantándose un poco, solo hasta que logró sentarse en la cama. Su cuerpo había sido mordido y chupado durante toda la noche, motivo por el cual despertó sintiéndose adolorido. Sus caderas estaba cubiertos de moretones púrpuras y verdosos. En su cuello ardía una mordida tan profunda que los dientes seguían marcados sobre su cuello, esa sangrienta marca de dientes resaltando increíblemente en contraste con la piel tan blanca como la nieve.

Mehmet soltó un gemido de dolor tan pronto como se sentó, sintiendo una insoportable punzada de dolor que recorrió toda su espalda baja en cuestión de segundos. Su rostro se arrugó en una mueca que duró casi dos minutos antes de deshacerse en una sonrisa brillante, iluminando la habitación sin nada de esfuerzo. Estaba feliz. A pesar del intenso dolor que ahora controlaba la mitad inferior de su anatomía, Mehmet estaba feliz porque había perdido su virginidad con el líder Agrim. Habían hecho el amor, enredados entre las sábanas de su cama durante toda la noche. Ahora estaban unidos de una manera muy profunda, como la pareja que siempre debieron ser.

Suspirando con alegría, Mehmet se llevó una mano al estómago recordando lo lleno que se sintió cuando Agrim estaba adentro. De hecho todavía podía sentir algo del semen cálido entre sus muslos. Se sonrojó y soltó una risita, alegre por lo bien que se sentía toda la situación.

Permaneció sentado por un rato bastante largo, incapaz de moverse más que para examinar las brutales marcas cubriendo su cuerpo. Desde su cuello hasta sus muslos había mordidas, moretones o chupones que sobresalían de manera exagerada al estar sobre aquella piel inmaculada e impecable. Se veía destrozado, pero la sonrisa en su rostro no desaparecía. Estaba demasiado feliz.

Mehmet sonrió al oír que alguien entraba a la tienda. Su alegría aumentó bastante luego de ver qué Agrim venía caminando con un vaso y un plato en sus manos, acercándose a la cama con cada paso que daba. Mehmet lo miró con felicidad, recibiendo una mirada pasiva de Agrim. No estaba tan serio, aunque sus rasgos eran severos por naturaleza. Aún así Mehmet pudo ver qué estaba feliz, al menos un poco. Eso fue suficiente para sacarle una gran sonrisa al muchacho.

—Te traje el desayuno— dijo Agrim.

—Gracias, Agrim— susurró el muchacho en respuesta, bajando la mirada con un rubor en sus mejillas.

—Ahm… luego pediré ungüentos para el dolor— comentó el líder, dejando a su mirada pasear por las cientos de marcas en el cuerpo del joven. —¿Cómo te sientes?

La pregunta salió de sus labios al mismo tiempo que tomó asiento junto a Mehmet, bajando los utensilios de sus manos para que el príncipe comiera.

—Estoy bien. Eh, me duelen las caderas y todo allí abajo. Pero estoy bien.

Mehmet le dedicó una sonrisa a Agrim, demostrando que en realidad estaba bien. El hombre le dió su intento de sonrisa como respuesta, acariciando su cabello con una mano.

El líder le entregó el plato y el vaso a Mehmet, dejando que el pequeño príncipe empezara a comer antes de hablar.

—Creo que me pasé un poco.

—No lo creo. Me gustó mucho.

Ahí estaba Mehmet sin filtro, como siempre. En verdad no pensaba las cosas antes de decirlas.

Agrim tosió algo incómodo por lo directo que era Mehmet, pero luego sonrió al verlo comer como un verdadero salvajes. Todo su inmaculado y perfecto rostro se ensució de comida hasta tal punto que Agrim no pudo evitar carcajearse por las similitudes entre Mehmet y un bebé hambriento. Se rió durante un buen rato, siendo ignorado descaradamente por el causante de tantas risas. A Mehmet no podría importarle menos su aspecto que cuando estaba comiendo. Tenía demasiada hambre tras haber agotado hasta la última pizca de energía en actividades sexuales.

El Príncipe Que No Es Un Doncel. (Tercera parte de la saga Donceles)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora