Haber explotado de esa manera fue un error muy grave.
Mehmet fue consciente de su grave error cuando despertó, cubierto en vendas que iban desde su cuello hasta su cadera. Tenía quemaduras, raspones y algunos moretones en sus brazos y piernas. No comprendió por qué estaba tan herido hasta después de unos minutos, cuando las memorias borrosas regresaron a su cabeza. Además de la explosión también había hecho cosas en un estado absoluto de descontrol, siendo guiado únicamente por el impulso de la magia que corría dentro de sus venas. Vagamente pudo ver qué antes de desmayarse había perdido control total de su cuerpo y había peleado con todas las personas que intentaron frenarlo, entre ellos Agrim y Maryize. Su magia había destrozado todo, le había hecho pelear con sus conocidos y por si fuera poco también le había vuelto salvaje como un animal.
Ahora estaba en la cama de Agrim, separado del resto de la tribu por las paredes de tela que cubrían a la tienda.
Recordaba todo y a la vez no lo hacía. Era como ver los sucesos a través de los ojos de otra persona, todo desarrollándose frente a él sin que pudiera entenderlo totalmente. Solo vió que todo se sacudía. Que la magia de color azul cubría todo, quemando y lanzando cosas sin ningún orden. Se había convertido en un desastre y toda la tribu vio que la magia tan destructiva venía del dulce e inocente Mehmet. La mayoría fue afectada por el fuego y los golpes repentinos que soltaba su magia de manera errática, lo que dejó una impresión bastante desagradable en los salvajes que hasta entonces veían al pequeño príncipe como un figura dócil y gentil. Todos estaban sorprendidos.
Mehmet soltó un gemido al intentar sentarse en la cama. El movimiento hizo gritar a su cuerpo, adolorido por el esfuerzo que realizó en tan corto período de tiempo. Todo le dolía o le ardía. Nada era más doloroso que pensar en las consecuencias de sus actos. Era obvio que Agrim ya sabía de su magia y que seguramente Maryize le habría explicado todo para intentar que no lo vieran como una amenaza. De hecho parecía haber oído a su hermano hablando en medio de la inconsciencia, pero no estaba muy convencido.
El cabello le caía por los hombros con la misma delicadeza de siempre. Habría sido normal de no ser porque tenía las puntas del cabello teñidas de un tono azulado, casi celeste. Si su memoria no fallaba, su cabello se puso así antes de desmayarse. Supuso que se le quitaría. Resultó estar equivocado, ya que habían pasado tres días y su cabello seguía teniendo ese extraño patrón de colores. Blanco, azul. Más extraño aún era el mechón de cabello negro que atravesaba su flequillo. Al menos era el único cambio a su aspecto, aunque para Mehmet era un cambio tan grande que quiso volver a su apariencia regular, sin éxito.
Mehmet se tocó el cuello, arrugando el rostro en una mueca de incomodidad ante el dolor que sentía. Suspiró, adoptando una posición distinta a pesar de lo incómodo que era moverse con tantos vendajes y heridas superficiales en toda su anatomía. El dolor se había calmado, ahora siendo solo punzadas a lo largo de su torso y cuello que lo mantenían con movimientos restringidos. Apenas con sentarse había sentido que toda su piel se estiraba dolorosamente, como era normal después de una quemadura. Tenía la piel levemente quemada.
Dejó de examinar sus propias heridas cuando alguien entró a la tienda. La persona que entró no dijo nada y solo se acercó, dejando una bandeja con la comida del desayuno. Era algo simple, frutas cortadas y un pedazo de carne asada en su plato. Era el tipo de comidas desbalanceadas que solo los salvajes podrían comer. La persona lo miró y Mehmet hizo lo mismo, al menos durante unos segundos.
Era Agrim quién estaba allí.
Mehmet se sintió diminuto bajo la mirada penetrante de Agrim, cuyos orbes marrones parecían contener demasiadas emociones. El príncipe sabía que iba a ser regañado eventualmente. Causó un desastre total en la tribu de Agrim y pudo haber lastimado a alguien con su descuido.
ESTÁS LEYENDO
El Príncipe Que No Es Un Doncel. (Tercera parte de la saga Donceles)
AlteleEl líder de tribu Agrim siempre ha amado a una persona. Alev, quien era conocido como la esposa del Rey desértico. Desde que puede amar, su amor ha ido dirigido únicamente a ese pequeño Doncel, que jamás podría tener. Aunque lo ha intentado muchas v...