Capítulo 4.

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Mehmet pensó que el beso había sido otro de los sueños que había empezado a tener desde hacía varios días. Si bien el beso sucedió una mañana después del primer sueño que tuvo, cuándo despertó al día siguiente estaba tan confundido sobre lo sucedido que no logró entenderlo por más que lo pensó dentro de su mente. No tenía sentido, así que le atribuyó aquel recuerdo a un sueño producto de su imaginación. Y dado que el líder Agrim nunca dijo algo acerca del beso, Mehmet terminó por asumir que se trataba únicamente de un sueño, no de algo que en verdad ocurrió.

No ayudó a su mente que las noches siguientes estuvieran plagadas de cálidos sueños en los que era tocado (obviamente de manera inocente ya que Mehmet no conocía más) por el líder Agrim en tantas maneras que hacía a su corazón saltar descontrolados. Terminó aceptando que todo había sido producto de su imaginación ya que, en realidad, Mehmet no tenía una mente normal y para él era diez veces más difícil descifrar si algo sucedió de verdad o si solo fue imaginación suya. Casi siempre, se imaginaba la mayoría de las cosas que creía vivir.

Pasaron días, semanas, hasta que el tiempo desde aquel beso se había convertido en un mes sin suceso relevantes. Mehmet salía, Agrim iba detrás. Mehmet jugaba, Agrim le veía en caso de que tomara una decisión desfavorable, lo cuál había pasado solo ocho veces en ese mes. Mehmet lo consideraba una mejora. Pero al mismo tiempo sentía que algo andaba mal con Agrim. Parecía distraído, como si su mente no estuviera realmente presente. Mehmet trató de averiguar por qué, pero no pudo y se cansó. Entonces decidió jugar y cuidar de sus flores, que era lo que siempre hacía.

En éstos días se iba a celebrar el cumpleaños de los gemelos, así que el palacio estaba lleno de vida. Aunque considerando que era el Reino Desertico, no había mucha diferencia de los días normales. Alev estaba haciendo las preparaciones adecuadas mientras que Amir se encargaba de alertar a los guardias u dirigir toda su atención hacia la seguridad del príncipe Mehmet. Las propuestas aún no se detenían, y todos sabían que los hijos mimados de nobles nunca tomaban bien el rechazo. Un ejemplo serían las jóvenes herederas que alguna vez envenenaron a Alev, haciéndole perder dos de sus hijos y causándole el problema mental a su hijo Mehmet.

Alev tenía miedo de que alguien intentara hacerle a Alev lo que él mismo sufrió hace tantos años atrás. Él recordaba a la perfección lo terrible que era ser tocado, ser forzado a recibir la lujuria de un hombre. El dolor, la tristeza, la impotencia, la decepción de verse incapacitados… y sobre todo, lo horrible que era sentir su cuerpo sucio. Quería evitar eso. Su hijo no debía pasar por tal sufrimiento.

Alev tuvo una conversación privada con Agrim esa misma noche, unas horas antes de que empezara la fiesta. Si importar cuánto trató Mehmet de oír a escondidas, no pudo hacerlo al final. Su madre le sacaba de la habitación o lo alejaba de las ventanas cada vez que lo veía, llevándolo a cansarse tanto de seguir intentando que simplemente se fue, haciendo muecas que resultaron adorables en lugar de intimidantes.

Mehmet fue llevado a vestirse, peinarse y aplicarse las cremas para hacerlo ver aún más hermoso de lo que era. Sus pies fueron cubiertos por unos zapatos blancos, adornados con mucha pedrería dorada y algunas piedras bellas que resaltaban a la luz de la luna. Su cabello recogido en una trenza solo en el medio, con el resto cayendo alrededor de su rostro como una bella cortina blanca. El príncipe sonrió al verse reflejado en un espejo, pensando que Agrim tendría que decirle algo cuando lo viera así. Listo y preparado solo para él. (N/a: Malpense)

Mehmet salió con una gran sonrisa que se hizo mucho más grande cuando vio al líder Agrim esperando junto a su puerta, tan rígido y frío como siempre. Mehmet se ruborizó un poco, nervioso de ver qué reacción tendría Agrim al ver lo lindo que estaba.

—Líder Agrim— saludó sonriente, colgándose del brazo izquierdo del hombre.

—Mehmet. ¿Ya estás listo para…?— Agrim se detuvo al ver el aspecto del príncipe. Su ceño se frunció. —¿Qué te hiciste?

El Príncipe Que No Es Un Doncel. (Tercera parte de la saga Donceles)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora