Nota de autora: Admito que cuando empecé a escribir éste capítulo las cosas eran más inocentes. Mi lado puerco salió a la luz cuando iba por la mitad.
Una cicatriz era señal de valor en las tribus salvaje. Mientras más cicatrices tuviera un guerrero, más alta sería la estima que tendría dentro de su tribu. Hombres como Khaler y Agrim, que no estaban cubiertos completamente por aquellas marcas, eran respetados de manera excepcional debido a la valentía y capacidad que en muchas ocasiones habían demostrado. Ellos, aunque tenían pocas cicatrices en comparación, se las habían ganado fe tal modo que se les atribuía el más grande honor de todos. Así, ellos eran excelentes líderes.
Mehmet se había ganado unas horrendas cicatrices que recorrían todo su hombro, desde el pecho hasta los omóplatos. A pesar de ésto y de que el dolor le obligó a permanecer en cama durante muchos días, a Mehmet lo único que le interesaba era enseñarle a todos en la tribu que ya era un hombre. En lugar de deprimirse por todo, Mehmet parecía mucho más emocionado al creer que todos iban a verlo como un guerrero por sus acciones. Según él, solo con las cicatrices debían considerarlo un guerrero. No tenía reparo en decir una y otra vez que ya era un guerrero respetado, aunque era muy consciente de que no había hecho mucho para salvarse.
Sus días de reposo los pasó con una actitud muy alegre. Se portó bien, tomó las medicinas y no protestó cuando Agrim decidió que debían aplicarle un ungüento en la herida para ayudarlo a sanar. Es más, incluso se ofreció felizmente a quitarse la ropa para que Agrim le aplicara el ungüento. Agrim lo hizo, con una mueca bastante rara que el joven no entendió. Mehmet ni siquiera parecía sentirse mal, estaba igual de emocionado que siempre, solo que con un enorme vendaje cubriendo casi todo su pecho.
El sentimiento positivo no desapareció nunca. Incluso mientras las heridas terminaban de cerrarse y le invadía la más insoportable picazón, Mehmet seguía sonriendo como si no pasara nada. Era feliz en exceso con lo más mínimo.
Siendo él feliz en la peor situación que había vivido, todos a su alrededor no podían evitar ser tan alegres como él. Su emoción y felicidad eran tan contagiosas que la mayoría de sus conocidos terminó ignorando las heridas y siguieron tratándole como si nada. Uno de los dos que no estuvieron de acuerdo en fingir tranquilidad fue Dejhani. El otro fue Agrim.
Agrim estaba molesto. Triste y enfurecido al mismo tiempo. Le hacía enojar que Mehmet estuviera actuando de una manera tan desconsiderada luego de lo que le ocurrió. A su vez le entristecía pensar que su adorable Mehmet iba a estar marcado de por vida. Las cicatrices ni se borrarían jamás. Ni con la magia más excepcional podrían eliminarse, así que Mehmet estaba obligado a vivir con esas horribles marcas de dientes y rasguños a lo largo de su cuerpo. Aunque la mordida fue lo más grave, el lobo había causado bastante daño antes, solo que Mehmet no lo notó por estar tan asustado. Sus muslos, espalda y abdomen tenían marcas largas de rasguños que se desvanecerian con el tiempo, mas no del todo. Quedaría, al menos, una leve decoloración allí donde las garras habían rasgado tejido.
Si algo odiaba Agrim eran las cicatrices. Iba en contra de toda creencia salvaje, pero para él tener cicatrices era el equivalente a ser herido una y otra vez del mismo. Vivían en el constante recordatorio de duchas heridas, pues siempre vería las marcas sobre su cuerpo. Realmente odiaba las cicatrices y ahora Mehmet, el ser más precioso y adorable que conocía, estaba lleno de cicatrices que fueron causadas por algo traumático. Cada vez que lo veía, veía a ese gigantesco lobo cernido sobre el muchacho, a punto de desgarrar su garganta como todo buen depredador.
Mehmet no supo nunca cuál fue el destino del animal. Agrim lo mató, pero no lo mató del modo que mataría a cualquier animal durante una caza. Se ensañó con el animal y le hizo sufrir antes de cortarle la cabeza. De saberlo, Mehmet estaría muy triste ya que amaba a los animales demasiado.
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El Príncipe Que No Es Un Doncel. (Tercera parte de la saga Donceles)
CasualeEl líder de tribu Agrim siempre ha amado a una persona. Alev, quien era conocido como la esposa del Rey desértico. Desde que puede amar, su amor ha ido dirigido únicamente a ese pequeño Doncel, que jamás podría tener. Aunque lo ha intentado muchas v...