La primera propuesta fue recibida por Alev.
La segunda por Amir.
La tercera, cuarta y quinta las recibió Alev con una mueca.
Todas las que vinieron después fueron entregadas a las sirvientas, quienes luego pasaban éstas mismas a los reyes del Reino para que las leyeran. En total, había más de veinticinco cartas que habían llegado en unos diez días. Todos pedían la mano de su primogénito en matrimonio. Desde jóvenes hasta viejos, parecía que todos se habían interesado en el príncipe Mehmet de repente. Y aunque le doliera admitirlo, Alev entendía por qué. Su hijo era muy hermoso y ya había crecido lo suficiente para empezar a atraer las miradas de los demás con intenciones poco inocentes. Él lo veía, solo que prefería ignorar el hecho de que su pequeño bebé ya estaba en esa edad en la que ya dejaba de ser un niño.
Bueno, aún así Alev no pensaba entregarle su preciado hijo a ninguno de esos hombres que ni siquiera consideraban las opiniones del príncipe, y en su lugar acudían a los Reyes para pedir su mano. Mehmet era todavía demasiado pequeño, demasiado infantil para comprender lo que podría significar un matrimonio. Lo más cercano al amor que conocía era su inocente enamoramiento hacia el líder Agrim, quién por cierto jamás le vería del mismo modo. O quizás sí, si la diosa escuchaba las plegarias de Alev.
Amir tampoco creía que sería bueno casar a su hijo. De hecho le molestaba mucho que los nobles se atrevieran a sugerirlo, pero no podía hacer nada para que el interés en su hijo disminuyera. Eso le preocupaba bastante.
Aún era fresco el recuerdo de aquellos muchachos que estaban conspirando para drogar a Mehmet y abusar de él, lo que ponía a sus familiares en una situación desesperada. No querían que la belleza de su hijo lo hiciera un objetivo entre los jóvenes (y no tan jóvenes) hombres del Reino Desertico. Aquella vez fue salvado por Agrim, pero el líder no podía quedarse junto a Mehmet todo el tiempo. Si pudiera… bueno, no tendrían que preocuparse tanto. Agrim era un excelente protector a pesar de que trataba al príncipe y princesa como si fueran niños pequeños.
Alev no sabía qué hacer. Entre su deber como Rey'ne y su deber como madre de un muchacho especial, ya estaba perdiendo la cordura. Su hijo era tan frágil que para lastimarlo no se requería mucho, y esto aterrorizaba a Alev en extremo. Mehmet no podía protegerse a sí mismo de nada. Y ahora que todos en el Reino Desertico eran conscientes de su belleza y mente única, corría más peligro que nunca. Además de los pretendientes que quizás no esperarían respuesta antes de abalanzarse sobre Mehmet con sus terribles intenciones, también estaba el riesgo de que tanta atención atrayera a los enemigos del Reino hacia él. Después de todo era el príncipe heredero.
Tuvo un pensamiento fugaz que consideró tonto. Pero mientras más lo pensaba, más lógico parecía que la mejor opción para mantener a Mehmet a salvo era aquella persona que quería. Solo en Agrim confiaría lo suficiente para permitirle estar cerca todo el día.
Sí, eso era lo mejor. Antes de poder reconocerlo, Alev ya había tomado una muy importante decisión que cambiaría la vida de su hijo y del líder Agrim.
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Sonriendo, Mehmet apartó la maleza que empezaba a colarse en las paredes exteriores de su habitación y la lanzó a una cubeta vacía que Naikari le preparó antes de salir esa mañana. Cortar maleza era una actividad muy entretenida para él, pues no necesitaba gran inteligencia para comprender cómo se hacía. Solo tenía que sujetar, cortar y lanzar. Sujetar, cortar y lanzar.
Naikari estaba vigilando, pero ella no intervenía cuando el príncipe estaba decidido a hacer algo por su cuenta. Mehmet era como un niño terco que hacía berrinches o pucheros si no lograba hacer lo que se proponía, por lo que ella prefería dejarle hacer de todo para evitarse problemas. Claro, tenía límites con respecto a todo lo que pudiera hacerle daño al príncipe. Para ella, el príncipe Mehmet era como un hijo al que debía cuidar incluso de él mismo.
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El Príncipe Que No Es Un Doncel. (Tercera parte de la saga Donceles)
DiversosEl líder de tribu Agrim siempre ha amado a una persona. Alev, quien era conocido como la esposa del Rey desértico. Desde que puede amar, su amor ha ido dirigido únicamente a ese pequeño Doncel, que jamás podría tener. Aunque lo ha intentado muchas v...