Capítulo 1.

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Era un día interesante en el Reino Desértico.

Los sirvientes corrían de un lado a otro, ansiosos por culminar sus tareas antes del anochecer. Las esclavas eran preparadas en sus recamaras,  lavandose y vistiendo las ropas lujosas que solo por esa noche tenían el derecho de usar. Aquellos guardias que nunca tenían permiso de moverse, ese día se desplazaban de un lado a otro en busca de sus atuendos. Había vida, emoción en cada hogar del Reino Desértico, desde el más pobre hasta el más rico. Todos estaban emocionados por la noche, pues sería una noche de festejo y celebración.

En el palacio las cosas no eran diferentes. Todos se movían, haciendo tanto ruido como era posible mientras terminaban los preparativos para la noche. Había un aire de emoción en el ambiente. Todos sentían entusiasmo por el evento que en tan solo unas pocas horas se llevaría a cabo dentro del terreno del palacio.

Toda la familia real estaba ansiosa del mismo modo. Todos, excepto el príncipe Mehmet.

Mehmet, con su mente inigualable, prefería por mucho quedarse en su habitación en lugar de salir con el resto de su familia. Era la noche de las mil lunas, un evento que solo se daba cada cuarenta años y que ni siquiera sus padres habían podido ver. Por eso todo el Reino estaba emocionado, extasiado por ver el cielo aquella noche en la que la luna se reflejaría incontables veces, creando la ilusión de que existían mil cuándo solo hay una. Para conmemorar el evento, habría un banquete en el palacio. Todos estaban invitados; nobles deserticos, tribus salvajes e inmigrantes del Reino. Las puertas del palacio estarían abiertas esa noche para todo aquel que deseara entrar.

Sus padres, tíos y hermana estaban emocionados por la celebración. Pero Mehmet no.

¿Por qué? Bueno, Agrim no asistiría. Y a Mehmet no le causaba mucha alegría estar en una mesa junto a personas desconocidas, sin la presencia de Agrim para despertar su interés. No quería ir. Pero tenía que hacerlo o sino su padre estaría muy molesto. Y su madre también, pero él solo adoptaría una expresión decepcionada que haría sentir mal a Mehmet. Sus tíos… bueno, sí quería verlos pero no tanto. Siempre estaban cerca, así que le daba igual. Y a su hermana la veía todos los días, lo que era muy agotador. No tenía ganas de ir.

Y aún así debía hacerlo.

"Prohibido, prohibido"

Tenía prohibido no asistir. Tenía prohibido fingir que estaba enfermo. Y sobre todo, tenía prohibido quedarse fuera de la vista de su familia.

Naikari le ayudó a vestirse, haciendo un excelente trabajo al ignorar los pucheros que hacía el príncipe cada vez que se veía reflejado en el espejo de su habitación. Por ser un evento social, su padre ordenó que vistiera modestamente para evitar la atención. Sonaba simple, mas no era sencillo hacer que alguien de cabello y piel blancas como la nieve pasaran desapercibidos entre las personas cuya piel era morena. Naikari cumplió las órdenes del Rey, aunque ella no creía que fuese posible hacer menos notable al pequeño príncipe. Era tan hermoso y llamativo que todos los ojos se adherían a él incluso en contra de su voluntad. Único, exquisito, bello. Todas palabras que se usarían para describirlo.

Mehmet seguía haciendo pucheros cuando su hermana entró a buscarlo, sin inmutarse ante los gestos de tristeza que hacía su hermano. Le tomó el brazo y lo sacó, inclinando la cabeza en respetó hacía Naikari. Ella no asistiría, pues solicitó permiso esa noche para ir a visitar a sus parientes en las zonas bajas del Este. Mehmet habría preferido ir con ella, pero su familia jamás lo permitiría.

En fin, Mehmet pensó, es mejor ir. No quiero hacer molestar a mamá o padre. Se ven feos cuando están molestos.

El humor de Mehmet fue obvio tanto para su hermana como para todos los que se cruzaron en su camino durante el largo trayecto hacia el comedor principal. Mahriham guardó silencio, pero su rostro decía muchas cosas que para Mehmet era imposible descifrar por completo. Era muy difícil entender las caras de los demás. Mehmet prefería no hacerlo. Todos siempre tenían una expresión distinta y era agotador intentar pensar qué sentía cada persona en tal momento. Le dolía la cabeza solo de pensarlo. Ah, tenía tantas ganas de irse a dormir y no salir nunca de su habitación. A excepción de cuándo fuera Agrim. Tenía que salir a verlo. No se perdía ni una sola visita.

El Príncipe Que No Es Un Doncel. (Tercera parte de la saga Donceles)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora