Capítulo IV 🍷

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Nathan James.

Es extremadamente agobiante ser el anteúltimo de la familia. Ocupo el lugar del hijo al que le dedicaron menos tiempo y para contrarrestar eso, lo colmaron de lujos.

Debería estar en mí yate, perdido en medio del Mediterráneo embriagándome con una hermosa botella de bourbon. Pero a mí amada Arlene se le metió algo en esa cabecita retorcida y necesito saber ¿qué?

A las 16:15 me llegó un mensaje de texto de la fulana, que si bien es mi hermana mayor, es un tremendo dolor de muelas.

“Nos reuniremos los tres en el café del centro para ir juntos a la bodega. Ve casual, recuerda que vamos por trabajo.” – Rezaba dicho texto.

Sí, Lady Boss. Desde que madre palmó, ésta se tomó muy en serio su lugar en la palmera. En la cima, donde siempre creyó pertenecer.

Espero que el “asunto” sea legal. Y con ello me refiero a que sea mayor de 21 años, soltera, en lo posible: sin hijos, ni del asunto, mucho menos mío.

Decido ponerme lo primero que encuentro. Sé que la genética hizo lo suyo en mí, también cuento con la ventaja de ser la mariposa sociable de la familia y pienso utilizarlo a mi favor.

¡Ugh! Qué hastío con los mayores. Jefferson se cree el dueño del mundo, mientras que Arlene la reencarnación de la Diosa Afrodita. No los culpo, desde el mismo momento de su concepción fueron creados metodológicamente con la sola intención de dominar el mundo, o mantener el negocio familiar de pie. En cambio yo, vine de imprevisto y el menor de sopetón. 

No, no me quejo. A mis 35 años no necesito más de lo que tengo pero debo cuidarlo. Un día me despertaré y será mí sangre la que se estén tomando. Es que mi familia es algo excéntrica, tenemos gustos demasiados peculiares y la sangre es lo único que nos une, la que corre por nuestras venas y la que corre por nuestros labios. No somos vampiros, solo tenemos un pequeño fetiche retorcido pero ¿Qué familia no lo tiene? 

Llegue al café en mi hermoso Ángel negro, una Ducati modelo 2020. Estacioné cerca con la intención de no quitar mis ojos de mi más reciente adquisición. Al ingresar al local lo primero que vieron mis ojos fue a Arlene, quién repiqueteaba sus nuevas uñas sobre la superficie de la mesa, parece que dicho acto se había convertido en su pasatiempo favorito. En su afán de diva inalcanzable seguía con los malditos anteojos de sol, siendo que permanecía adentro del bendito lugar. En tanto Jeff, aquí esta…negando eufóricamente con todo su cuerpo. De seguro discutían los términos del nuevo “asunto”. Me encanta llamarle así, es muy adictivo: "Asunto, asunto, asunto".

Mientras me dirigía en su dirección con una sonrisa socarrona, logré escuchar el final del motivo numero mil del “Porque no”.

-  … es que habiendo tantas… ¿Por qué justo esa?

Mi sonrisa desapareció automáticamente, mientras mi interés se disparaba en escalas inigualables.

- ¿Problemas en el inframundo? – Fue lo único que solté como saludo. Pronto me arrepentiría de mi “simpatía”

- ¿A parte de tu existencia? – No, si el título de arrogante lo inventaron solo para él.

- Ouch. – Susurró la rubia chasqueando los labios y haciendo un gesto exageradamente dramático al llevarse una mano al pecho. Volviendo a su rol de D.I prosiguió – Por una vez me haces caso. Hermoso conjunto, lástima que es de la colección pasada. En fin, recuerda que solo tienes un trabajo por hacer.

- Cazar a la presa y llevarla a la Comarca. Por lo visto es un hueso demasiado duro de roer. Poco agraciada, pero es lo que hay. – Alegaba Jeff de brazos cruzados, en esa postura de macho alfa dominante.

- ¿Estamos hablando de un ser humano, verdad? – Por un momento me sentí confundido.

- Los humanos sentimos, querido. En cambio éste ser... parece ser de piedra. 

Eso atrajo aún más mi atención.

- De todas formas… ¿para qué la necesitamos? – pregunté demostrando demasiado interés. Craso error. 

Arlene bajó sus lentes de sol y clavó su afilada mirada azul en mis preciosos ojos negros – genética – su rostro se volvió sombrío junto con la media sonrisa que decoraba su pálido rostro. - Por Él. – Contestó firme. Decidida. 

Y ahí va de nuevo. Mi amada blonda cree que puede remediar un problema con otro problema.

Jeff rodó los ojos en una total muestra de desagrado. Seguido a ello se acomodó sobre el asiento más cercano, manteniéndose de brazos cruzados.

- Claro, perdonen mi terrible despiste. ¿En dónde diablos quedó el: “mientras más lejos lo tengamos, mejor”?

Ambos compartieron una de esas miradas, aquellas que te demuestran por lejos, lo distanciado que estas de tu “familia”

- El problema…- comenzó Jeff mostrándose derrotado, algo muy raro en él. – está en que volvió.

Jodida mierda.

Madness ~ El Club de los condenadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora