Capítulo XII 🍷

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Maine.

Han pasado dos semanas desde que comencé a trabajar en este extraño lugar. No sucedió absolutamente nada relevante ni en la casona ni en el club.

Lo único que puedo destacar es que comencé a dormir más, las pesadillas son menos frecuentes, Pipin sigue engordando y no volví a interactuar con Míster simpatía desde la noche que me mudé. De vez en cuando lo veo fugazmente cuando paso frente al palco vip, pero él no me dedica ni la mirada. No debería de extrañarme su actitud, pero aquí me ven...dedicando miradas fugaces en su dirección.

Arlene sigue mostrándose dulce y atenta. En los 15 días trabajando aquí, va regalándome tres pares de zapatos. Ella no pisa la casona, dice que eso es solo por y para sus empleados. Siempre me manda los obsequios por medio de Caleb o Jason.

Jefferson es el único que comenzó a mostrar algunas actitudes extrañas. Por ahí lo descubro mirándome fijamente, al principio me miraba con el ceño fruncido, es lógico, necesita asegurarse de que cumpla con mi deber, pero hay veces que cruzamos miradas y en la suya se logran apreciar destellos de preocupación.

En tanto mi relación con mis compañeros de trabajo y casa solo puedo decir que sigue igual. Jason es quién se acerca a conversarme sobre su día a día, me habla de sus plantas, su ropa, sobre sus canciones favoritas. Lo último que me dijo es que quiere estudiar para barman, le apasiona mezclar cocteles y descubrir sabores nuevos. Hay días que amanece poco comunicativo, se lo ve decaído, quiero creer que es por cansancio. Pero sé que no es así. Algo viene pasando por esa cabeza peli rosa pero percibo que aún no tiene la suficiente confianza como para andar pidiendo consuelo o consejos. De momento es mejor así. 

Él se encarga de maquillarme y elegir mi outfit para cada noche. No le gusta que repita vestimenta o pase mucho tiempo con el mismo peinado. Al menos llegamos a un acuerdo: mantener mi revoltoso cabello recogido. Ama peinarme, trenzarme el cabello, hacerle ondas. Hace cuatro noches atrás me hizo dos rodetes y me delineo los ojos con un color verde esmeralda. Dijo que era para resaltar mis ojos. Dicho sea de paso, no entiendo que tiene la gente con mis bolitas marrones. Son tan comunes como mi simple existencia. En fin.

Tras haber firmado el contrato, por enmienda de la cláusula número 5 no puedo revisar mi correo electrónico, por ende no tengo idea de mi situación académica actual. Estoy contando los días para ver qué hacer con ello y con el final de filosofía que en cualquier momento se me vence el plazo de entrega. Sería una desgracia tener que volver a cursar esa materia.

- ¡Ey, tu! La de las trenzas. A ti te hablo.

De hecho es la segunda vez que me habla, pero su voz me incomoda y en el contrato no está estipulado mantener contacto con la clientela.

- Sean, la señorita no está aquí para atenderte. – Advirtió Caleb por primera vez mostrándose calmo.

- Yo soy el de la tarjeta negra, va a atenderme cuando se me antoje. – Contestó el fulano intentado alcanzarme desde el otro lado del mostrador. – Linda, quieres venir a un lugar más privado, tú y yo, velas por aquí y por allá... - Algo acerca de acostarse conmigo con palabras distorsionadas por el efecto del alcohol.

Evito el contacto visual, no me pagan por esto. No me afecta. No me interesa. No...

- ¡Maldita prostituta barata, que te hace pensar que vales algo! – Vociferó cansado. Observo a Caleb de reojo y me hace seña indicándome que apriete el botón para que me mande de inmediato un guardia de seguridad. Mantengo la calma, éste sujeto no me genera ni pena ni rabia. Salgo del sector de las cajas y voy a controlar las heladeras exhibidoras cuando de repente una botella impacta cerca, muy cerca de mis pies.

Madness ~ El Club de los condenadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora