"Define bien el AMOR, y obtendrás el concepto de AMAR"
Rezaba la primera consigna de ese insufrible final de Filosofía antigua. Maldigo al ayudante de catedra, al licenciado que la imparte y a todo el plantel que componen a la misma. Todavía no consigo concebir de qué diablos me servirá esto cuando me reciba. En fin.
Amar a alguien es, puntos suspensivos, cafecito y un largo suspiro. No, no sale nada de momento. No existe peor ensayo en la historia universal donde te manden a redactar algo relacionado al "amor". Comienzas a divagar, a investigar, a corroborar. Y caes en la estupidez de la prueba-error.
En las cientos de millones de novelas románticas podemos comprobar que la mayoría comienza: por una apuesta, por venganza, curiosidad. Cuestión que la "pareja" se termina enamorando, viviendo felices, llenos de hijos, viajando por el mundo, convirtiéndose en millonarios, y de suerte te adoptan dos perros y cien gatos.
En la vida real no es tan así. Mis intenciones no son ponerme a investigar sobre el asuntillo. Bastante tengo con la facultad y los dos trabajos.
Lidiar con amoríos, compromisos y esas cosas tan mundanas, NO está en mis planes.
En la mayoría de los libros que llegué a leer por obligación, aclaro: jamás por voluntad propia, la protagonista femenina jura y perjura que nada, ni nadie lograran cambiarla. Aaaah, bueno... si cambia, y mucho. Por aceptación del interés amoroso, la sociedad, etc.
El fuckboy...cambia.
Las amistades cambian.
La familia cambia
El mensaje está en saber perdonar, ya que AMAR es perdonar.
Pero... ¿Qué carajos es amar?
No podría al menos ser un poco más preciso con la consigna. Sé que existen muchas formas de amar, pero debido a lo tratado en las últimas clases, éste idiota apunta al amor entre un hombre y una mujer. Como leen, porque al asistir a facultad católica eso del poli amor, la homosexualidad y demás, no está bien visto. Lo que sí lo está es ver a la de Lengua extranjera IV salir arreglándose la blusa cada vez que tiene reuniones personales con el de Cálculos matemáticos II. Que por cierto está casado con una hermosa mujer de cabellos rubios con quien tienen cuatro hijos. Todos bautizados. HIPOCRITAS.
Sentada en la biblioteca me permito realizar una leve inspección ocular. Me siento incomoda. He contado mentalmente tres parejas y el grupo de mataditos de siempre compuesta por esos cinco chicos, que bien podrían parecer salidos de un videoclip noventero de cualquier banda "moja calzones" pop. Como verán, soy un tantito prejuiciosa, antisocial, que suele usar camisas blancas con mangas amplias, vaqueros ajustados, cabello caoba largo siempre recogido, piercings, uno que otro tatuaje por aquí y por allá, y anteojos base de sifón. Tengo un carácter extremadamente del asco, carezco de amistades, familia vaya a saber si siguen vivos y no, no tengo gatos. Tengo un Hámster llamado Pipin.
Nunca tuve la necesidad de llamar pretendiente o novia/o a nadie. Y jamás de los jamases llegue a experimentar esto que llaman amor. Por ende nunca supe que es amar.
Solo somos Pipin y yo en el mundo. Y tal vez el señor Otto, un juguetito que descansa en el tercer gabinete de mi cómoda. Puedo llegar a confirmar que es el único aparato que me da el placer que ningún mortal me podría dar. Sí, estoy hablando de mi iPod.
Parece que desaprobaré éste final. Lo intuyo en lo más recóndito de mi ser.
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Era un martes ventoso, las copas de los árboles se movían de un lado al otro, la vereda estaba colmada de hojas, ramas y demás vestigios que, de seguro, me harán levantar más tarde. Observo las personas vagar por las calles, los autos embotellándose y los niños tirando los envoltorios de sus golosinas, como si no les importaran el efecto dañino que eso les causará a sus descendientes, pero... no es culpa de ellos, sino de los padres. Veo el auto negro estacionarse en el mismo lugar de siempre y me preparo mentalmente para atender al dueño de éste local.
Ese tipo engreído y petulante que siempre viene con la rubia plástica de turno. Agradezco enormemente cambiar el tono de mi tintura desde que pude comenzar a comprármela.
- Buenas tardes. - Con el simple hecho de escuchar su voz supe que a continuación vendrían las náuseas.
- Tardes. - Simple y sencillo, tan ordinario como yo.
- Tan simpática como siempre. - Dice al mismo tiempo que mis pensamientos reproducen la contestación diaria.
Nos ponemos a hablar sobre las cuentas, empaques, pedidos, ventas. Lo típico. Mientras la oxigenada nueva repiquetea sus uñas acrílicas kilométricas contra el mostrador. No se inmuta en ser simpática. Creo que ésta podría caerme bien, lástima que mañana o pasado venga con la suplente número cien. ¿O noventa y nueve?
En mí distracción no noté la presencia del tercer acompañante que al llegar le estampó un sonoro beso en los labios a la rubia, haciéndola lucir incomoda. Aquel acto me tomó por sorpresa. Primera vez.
- No mientras trabajamos, Nate. - Lanzó el pusilánime en tono de advertencia.
El supuesto "Nate" me miró con ojos filosos sin ninguna expresión en el rostro. Luego se acercó a mí de tal modo que me hizo retroceder en mi lugar. Estudió mi gafete como memorizando mi nombre, para terminar clavando sus profundos ojos negros en los míos y contestar: - No creo que a... Maine, le moleste.
Maldito ser arrogante, que sensual sonó mi nombre en su boca. Ya me cae mal. Sí, sí que me molesta, perturbas mis más puros pensamientos.
El tipejo se cruzó de brazos, dio dos pasos hacia atrás y apoyo su cabeza en la rubia que miraba para todos lados espantada, como si el local estuviese abarrotado de gente. Pues solo éramos nosotros cuatro. Ni un alma más.
- En fin. Termino con el libro y nos vamos. Parece que le urge un poco de atención. - Murmuró más para mí que para el resto.
Fueron los quince minutos más largos de mi vida. Por fuera, no demostraba ningún tipo de incomodidad. Pero, léeme. Como diablos se supone que pueda concentrarme cuando un par de ojos negros escrudiñaban cada movimiento que realizaba. Lo vi de soslayo, relamiéndose los labios cuando pronuncie la palabra "Abrir".
¿Acaso esa fue una sonrisa burlona cuando dije romper? Ya, me estoy volviendo paranoica. Este hombre sí que tiene fetiches extraños.
Una vez que el trio abandonó el recinto, pude relajarme en mi asiento. Aumente el volumen de la música para luego ir por una jarra de café, puesto que una taza no iba a hacer nada.
Habiéndome tomado mi tiempo, regresé a la caja o al menos eso intentaba cuando lo vi. De la sorpresa la jarra se deslizo entre mis manos convirtiéndola inmediatamente en añicos y esparciendo todo el contenido sobre el piso blanco. Los ojos casi se me salen de las cuencas y mi corazón comenzó a latir con demasiado énfasis. Saliendo de mi asombro, me agache para levantar el desastre que había ocasionado, él también se agacho en un vano intento por ayudarme, quiero creer. Mientras trataba de ordenar mis pensamientos y me insultaba mentalmente por el trágico y muy evitable hecho, sentí el filo de un pedazo de vidrio grande rebanar la palma de mi mano.
No tuve tiempo de prever lo que iba a suceder. El mismo sujeto que estampó los labios sobre la rubia, mismo que ocasionó tal desastre, sujetó mi mano lesionada y se la llevó hasta la boca donde no tuvo reparos en lamerme la herida.
LAMERME LA HERIDA.
Y ante el asombro, seguido a ello, solo alcancé a escuchar: "Sabes bien".
Pero, ¿qué...?
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Madness ~ El Club de los condenados
Gizem / Gerilim"Nosotros estamos locos, rotos... enfermos, y lo mejor de todo es que ninguno de los dos, ni él, ni yo pensamos componernos" Solo tengo un par de cosas para advertirte: 🍷 No todo es lo que parece 🍷 No te encariñes con los personajes, varios de ell...