Capítulo VI 🍷

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Maine.

Caminamos en silencio mientras la música retumbaba por todo el recinto. Míster Simpatía venía serio, sumido en sus propios pensamientos. Tan perdido en su mundo que casi entra conmigo al tocador. Casi, porque no aguante la situación y tuve que aclararle: - "Hasta aquí, vaquero".–

- ¿Ah? – alcanzó a preguntar mientras levantaba la cabeza y clavaba la mirada en el exuberante cartel donde se leía: "Damas".

- Perdón, perdón. Te esperaré aquí.

- Como si fuera a escapar por la ventana. – murmuré cerrando la puerta en su cara.

Por cierto, ¿Dónde está la maldita ventana? Como sea, la naturaleza llama.

Al salir del cubículo me detuve a contemplar el inmenso lugar. Primero quiero destacar que está vacío, algo sumamente extraño siendo el tocador de damas, lugar predilecto para juntarse a chismear y a planificar cuál será la próxima billetera a sacrificar.

Segundo: es innecesariamente inmenso y muy luminoso. Al ingresar hay seis cubículos pintados de blanco marfil a mano izquierda, hay un ventanal de vidrio con formas abstractas que cubre toda la pared ubicada frente a la puerta, en el centro del salón descansa una araña de cristales bien delicada y a mano derecha tenemos un mármol blanco suspendido en el aire, donde descansan tres lavabos con forma de conchas marinas. Jabonera, seca manos, toallas de verdad, no de papel, secador y plancha de pelo, un gabinete con maquillaje, y una máquina expendedora muy luminosa con artículos de higiene personal. Oh sí, no nos olvidemos de los sofás y los espejos que cubren las paredes laterales. Tuve que volver a ingresar al cubículo para cerciorarme que no había espejos ahí también.

Luego de mi exhaustiva inspección ocular, me dirigí al lavabo ubicado justo en el medio para lavarme las manos. Pero antes de ejecutar tal acción apoyé mis manos rodeando el artículo lujoso para pensar por un segundo.

Para ser sincera me da miedo levantar la mirada y ver mi reflejo reprochándome la gran estupidez de venir aquí y dejar a Pipin solo. Espero que no haya muerto en la rueda de la muerte. Ja. Ingenioso nombre, lo sé.

Remojo mi rostro para refrescarme un poco y salgo pensando en cómo salir de esta situación, en la que yo misma me metí.

- Por lo visto, no encontraste la ventana. – Ahí estaba, afirmado contra la pared, de brazos cruzados y con su sonrisa socarrona.

- Pues no. – Afirmé lo obvio frunciendo el ceño y señalando con la cabeza el camino de regreso.

Siendo sincera, la música es buena, el ambiente es agradable y la compañía... no me sienta tan mal. Aunque hay algo en el aire cuando los hermanos están juntos. Miradas extrañas, acercamientos más extraños y hasta cierta incomodidad. El caballero abrió la puerta, la sostuvo por un segundo y negando con la cabeza ingreso primero. Casi pude ver su sonrisa triunfal.

La rubia giro en nuestra dirección y dejando la copa sobre la mesa se acercó a mí mostrándose preocupada.

- ¿Estas bien? – Si la pregunta iba dirigida a mí... ¿por qué miraba a su hermano como si quisiera arrancarle la cabeza?

- Oh, sí. Bonito lugar. Jamás había visto un tocador tan – exuberante – precioso y, amm, vacío.

- Verdad – pronunció prolongando la última silaba - es un lugar hecho a mi medida. Lo diseñé yo, y si estaba vacío es porque es el tocador exclusivamente designado para el staff.

- ¿Al qué? – No puede ser, ¿de verdad que esa habitación es solo para las empleadas del club?

- Al staff. Me gusta cuidar y malcriar a mis empleadas. – Así como la leen, se mostraba tan orgullosa y feliz por algo que debería ser tan...no sé cómo explicarlo.

Un Jefferson bastante aburrido carraspeó llamando nuestra atención. El tipo era una persona completamente diferente en ambos espacios. En la bodega se mostraba como alguien inteligente, presumido y pocas veces simpático. Aquí su semblante era molesto y cansado. Sé que no soy su persona favorita en el mundo pero ¡Vamos! Cumplo con mi trabajo al pie de la letra y no le dirijo la palabra más de lo necesario.

- ¿Podríamos acelerar el asunto? – incitó dirigiéndonos la mirada.

Arlene soltó mis manos y se dio vuelta para mirarlo, no pude ver el gesto que le dedicó pero no debe haber sido uno muy bonito.

- Jasón y Caleb te acompañaran a tu domicilio para que retires tus elementos más indispensables. Necesito que traigas contigo todos los documentos importantes, luego nos encargaremos de las fotocopias y duplicados legales. Vas a mudarte a la casa del staff, que colinda con el predio del club. Ahí se te asignará una habitación y en el guardarropa encontraras toda la vestimenta necesaria para tu empleo. Esta noche te encargaras de ubicarte. Mañana comienza tu capacitación y a la noche será tu debut. ¿Alguna duda que necesites aclarar?

- ¿Tengo permitido traer a mi mascota? – La pregunta del millón, de la respuesta depende mi permanencia en este lugar.

Arlene sonrió maravillada, como si me tratara de una niña desprotegida y huérfana que solo tiene un Pipin en el mundo. De hecho, eso es lo que soy.

- Exceptuando los gatos, cualquier mascota es bienvenida a "La comarca". Nathan es alérgico a los gatos.

De modo que Míster simpatía visita la casona. Debido a mi cara de: no comprendo, y al grandísimo don de leer mentes del mencionado, se escuchó:

- No me mires así, esa casita es como mi segundo hogar.

Jefferson fue quién se acercó de forma sutil hacia mí y me acompañó hasta la puerta donde me esperaban los escoltas. A diferencia de su hermano menor, éste James no permaneció callado. 

- No todo lo que brilla es oro, Arlene es un tanto despiadada cuando se lo propone. Ten cuidado. No confíes en nadie. Ni siquiera en mí. - No tuve tiempo de mirarlo para ver si de verdad había dicho todo lo que dijo cuando volvió a retomar la palabra para dirigirse al resto: - El deportivo turquesa está en el garaje, las llaves colgadas con la etiqueta 23. Un solo rayón o marca y ya saben lo que les espera.

Acabo de descubrir algo interesante: Jeff en todo momento se dirigió a Caleb, bajo ninguna circunstancia volteo a mirar a Jay, quien esperaba atento alguna señal o gesto del jefe. Y esos ojos brillantes con los que lo conocí se apagaron inmediatamente cuando que el James mayor desapareció tras la puerta.

Puede que no entienda muchas cosas referentes al amor y esas tonterías, pero Jay me acaba de enseñar lo que es que pisoteen tus ilusiones en dos segundos.

¿Dónde diablos me metí?

Madness ~ El Club de los condenadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora