Capítulo XIX 🍷

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Maine.

               Subimos e inmediatamente me recuesto en mi lugar echa una bolita. Desde "aquello" no me he sentido muy bien. Al parecer capto la situación y emprendió camino en absoluto silencio. Viendo hacia donde nos dirigíamos me tome la libertad de prender el estéreo y reproducir aquellas melodías que escuché días atrás. Si bien esta vez no logre conciliar el sueño, las imágenes en mi cabeza se habían pausado, logrando centrarse en el interior del vehículo y en mi nuevo acompañante.

Acabo de notar que Caleb tiene un dragón pequeño tatuado en el antebrazo izquierdo, y que sus venas se marcan con cada movimiento. Me concentro en la imagen el dragón y pestañeo. No estoy cansada, solo me siento extraña. Una vez que estacionamos solo escucho el sonido de las olas romperse en las rocas y sonrió recordando nuestra corta salida a la playa.

- Sé que no debemos pero ¿quieres algo para beber? – pregunta con voz suave.

- Opciones. – Pido antes de bostezar.

- Aquí tenemos Whiskey, Cervezas. O Café en el puesto que abre en una hora. – Indica señalando el puesto cerrado.

No me llevo bien con las bebidas alcohólicas, si puedo trato de evitarlas puesto que tengo tolerancia cero al alcohol. Aunque no me vendría mal una copita de whiskey.

- Whiskey. – Contesto al fin y veo como Caleb se estira para alcanzar el mini bar instalado en la cabina trasera.

Toma una botella de whiskey, dos copas, una manta y me pide que espere a que venga por mí. Varios minutos después golpea la ventanilla y me indica que esta por abrir la puerta.

Al descender nos dirigimos a una distancia prudente del agua, donde había colocado una manta cuadrille sobre la arena. Ni bien me senté, me saque los zapatos y los puse cerca, no vayan a querer perderse por ahí. Luego Caleb me envolvió con otra manta y se dedicó a servir las copas con ese líquido color ámbar.

- Salud. – Brinda chocando nuestras copas.

Habremos estado largos minutos en silencio, algo realmente agradable. Al principio comencé a dudar si había elegido bien la bebida acompañante, una vez que el líquido atravesó mi garganta necesitaba un trago más.

De pronto el silencio se vio interrumpido por el sonido de su celular. No pude ver quién osaba interrumpir este mágico momento pero por su cara de pocos amigos y la acción que realizo después, de apagar el artefacto, pude deducir que no se trataba de alguien grato para él.

- "Define bien el amor, y obtendrás el concepto de amar". – Cita señalando al mar con su copa. – El amor es una mierda. Tiene más cosas negativas que positivas. Ni hablar cuando te fijas en la persona equivocada. No hay peor desgracia que el amor NO correspondido.

Lo último lo dijo mirándome a mí haciéndome sentir rotundamente descolocada.

- De haber sabio que ibas a ponerte filosófico a las 5:20 de la mañana, hubiera traído una libreta. – Contesto muy entretenida dando el último sorbo a mi medida de whiskey.

- ¿Qué fue realmente lo que te molesto? – Indago sin mirarme.

- ¿Molestar? – Molestia, sentí molestia al ver a esa malita perra atacando a ese pobre ser humano.

- Dime Maine, ¿Alguna vez has sentido celos?

- Jamás he tenido la necesidad de celar nada. – Según me explicó el psiquiatra padezco de una condición que me impide demostrar mis emociones o sentimientos. Algo que en mi caso se puede tratar, al haber perdido esa capacidad en un accidente.

- Lo sé. – Eso me agarró con la guardia baja ¿Acaso Caleb también tiene la habilidad de leer mis pensamientos? – No me hagas caso. Solo trato de entender esa reacción tuya al ver a Nathan tan prendido de su querida Dita.

Con que así se llama la fulana. De seguro lo olvidare al despertar. O tal vez no.

- Oh. Es su novia.

- Nathan no tiene novias. Tiene encuentros furtivos y casuales. Es más bien de tomar y desechar a su antojo. Solo que Dita es...

- Intensa. - ¿Esa es la palabra o apasionada?

- Intensa, irritante, insoportable. Salud por eso. – Exclama chocando su copa con la mía.

Tras una breve pausa, y culpa del alcohol en mi sistema, mi lengua se afloja de una forma demasiado perturbadora.

- He visto besos... he besado pero jamás así. Con tanta fogosidad. Parecía que se lo quería comer. – Largue comenzando a reírme. – Eso llamo mi atención, la acción. Parecía una sopapa. – Confesé mientras hacía gestos con las manos. Ja. Es que si lo hubieran visto ustedes me darían la razón.

Caleb me miró después de mucho tiempo y comenzó a reírse al grado de caer rendido sobre la manta.

- Al diablo los "James". – Vocifero en medio de la nada. Y a pesar de empezar a ver doble, pude notar como sus labios se fruncían hacia abajo.

- Ey. – Susurré para que nadie en el mundo nos pudiera escuchar. – He notado que ustedes dos no se llevan bien. ¿Puedo saber el por qué?

Caleb se vuelve a sentar, sacudiendo la arena que se coló por sus cabellos y se acercó hasta mí observándome detenidamente. De verdad que sus ojos marrones, el whiskey y su pícara sonrisa me están haciendo ver cosas que no eran.

- ¿Quieres que te diga la verdad o que te mienta?

- La verdad siempre. – Frunzo el ceño y lo señalo con el dedo índice en tono de advertencia.

- Desde niños siempre hemos competido por todo. Primero fueron los juguetes, luego los libros... cosas sin sentido, hasta que llego la adolescencia y comenzamos a competir por personas: Amigos, novias... Es una competencia eterna y ¿sabes qué?

- No. Dime. - ¿Por qué de repente estamos tan cerca? Puedo sentir su aliento contra mi rostro.

- Siempre termina quedándose con todo. – Dice volviendo la mirada al mar. – Y no lo culpo, él tiene labia y galanura.

- Algún día llegará alguien que no lo elija a él, y te prefiera a ti. – Lanzo sin saber exactamente que estoy diciendo.

Él me devuelve la mirada y sus ojos comienzan a bajar por mi rostro quedando fijos en mis labios. - Maine... ¿Cuándo dices que termina tu periodo de prueba?

- En siete días. ¿Por...? - De pronto dos cálidas manos toman mi rostro con delicadeza, acercándonos lentamente hasta que nuestros labios se unen en un lento vaivén. Mis ojos se abren por la sorpresa y mi cuerpo se tensa de inmediato. Luego recuerdo quien me está besando y comienzo a relajarme hasta que mis ojos se cierran.

No era un beso como el que tuve la desgracia de presenciar. Ni siquiera uno como el que haya tenido en alguna ocasión. Me sentía cómoda y el vacío en mi estómago de pronto desapareció.

Cuando nuestros labios se soltaron, depositó un besoen mi frente y permanecimos ahí agarrados de las manos viendo el amanecer. Nohizo falta agregar nada más. El momento se selló con nuestras miradas centradasen el mar, y nuestras mentes ocupadas en otro lugar. No sé donde habrá estadola suya pero la mía en cierta casona, donde habitaba, de vez en cuando, unapersona cuyos ojos negros me eran imposibles de olvidar

Madness ~ El Club de los condenadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora