Capítulo XXIV 🍷

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Nathan.

No. No fue un sueño. Fue real. Y eso que pudieron leer es mi verdadero ser. Si creían que soy el tipo de hombre que se aprovecha de las mujeres vulnerables pues déjenme aclararles que NO. Todas las mujeres merecen respeto y ojala el mundo pudiera comprenderlo.

Pensé que iba a llegar a tiempo, creía que de verdad me quedaban varias horas de ventaja. Adelanté mi regreso con serias intenciones de posponer lo inevitable, incluso ya estaba por reservar un lugar para resguardarnos por unos días. Nada que el dinero no pueda comprar. De seguro Arlene lo supo y por ello decidió que se firmará el pacto esta misma noche.

No puedo salir de esta habitación por el simple hecho que hay merodeadores por los pasillos. Fue por eso que puse el seguro en la puerta por si algún estorbo, y cuando digo estorbo me refiero al oportunista de Caleb, se atreve a acercarse por estos lares.

Pienso por un rato y veo a la bolita de ternura ocupar el centro de la cama, tendré que acomodarme en el sillón frente al ventanal o en la "cama de abajo". A menos que mueva el "bulto" y ocupe la orilla. Lo siento querida, hoy toca dormir juntos.

Una vez acomodados, me ingenio para meter una almohada entre los dos, Maine está profundamente dormida y no pienso... ¡acaba de abrazarme con la mitad de su cuerpo! ACABA DE ENROLLARSE EN MÍ. Y vaya que tiene la manito pesada porque esa caricia poco afectiva que me dio en el pecho me hizo ver estrellas.

Espero que esos imbéciles no hayan abusado con las dosis de los efervescentes, en teoría Arlene la necesitaba medio dormida, no dormida del todo. Mi hermana es un demonio, pero tiene su lado bueno. Al menos me gusta engañarme así.

Decido acomodarme mejor y permitirme convertirme en almohada por una noche, si pudiera sería su almohada personal de por vida pero es lo que me toca.

Trato, de verdad que lo intento, de no mirarla demasiado. Me desagrada la idea de verme como un maldito acosador que solo se conforma con verla dormir, de lo que si me aprovecho y es porque descubrí que es muy buena en eso es de hacerla hablar bajo los efectos del efervescente. De por sí, despierta no hace más que gruñir y hablar casi lo justo y necesario. Por ahí abusa del sarcasmo, no debería dejarla pasar mucho tiempo con Jefferson, la arrogancia que destila se contagia.

Contradigo mis principios y me muevo para observarla mejor, es imposible verla relajada ya que incluso dormida sigue frunciendo el ceño. Mis oídos se ponen en alerta cuando escucho unos pasos dirigirse hasta aquí. Evidentemente hay una persona detrás de la puerta, que primero golpea dos veces y luego intenta girar el pomo. Sé que se trata del oportunista, por supuesto que el cuervo rastrero va a intentar aprovecharse de la ocasión. Pero con lo que no contaba era que yo iba a estar aquí.

- Jay ¿cerraste la puerta con llave? –

Mierda, ni tiempo a escribirle a la cata australiana. Ojala se le prenda el foco.

- Fueron órdenes estrictas de la jefa.- contestó sin titubear.

Necesito aumentarle el sueldo a ese jodido bastardo. No por nada es mi mejor mejer secuaz. Los pasos se vuelven a escuchar indicando la retirada del dúo dinámico, volviendo todo a su estado inicial: calmo y sereno.

Mi celular vibro a los cinco minutos haciéndome sonreír porque ya se habían demorado en escribirme para reclamarme algo. La sonrisa se convierte en una línea recta al leer al destinatario.

No fue el mensaje en sí lo que me causó extrañeza, sino quién lo escribió. –"La próxima vez trata de ser más discreto".

Estaba preparándome para responder cuando un lamento se escuchó por lo bajo.

Maine había comenzado a sudar y por las expresiones en su rostro más el nombre que no dejaba de repetir, comprendí de inmediato que estaba sufriendo una pesadilla. Algo sumamente inesperado ya que los calmantes tienden a suprimir los sueños. ¿Y si Arlene utilizó otro tipo de "ayuda"?

Mi preocupación va en aumento cuando mi acompañante empieza a removerse impaciente.

- Maine. – Murmuro bajito mientras la remuevo con delicadeza. – Ojitos estoy aquí, recuerda que prometí velar tus sueños. Tranquila.

- Derek, ¿Dónde estás? – preguntó angustiada. Sé bien que no se está dirigiendo a mí.

- Él está bien. Debes tranquilizarte. Si te portas bien iremos a buscarlo.

- Bus... ¿buscarlo? – repite y mi cuerpo se tensa al verla sentarse en su lugar mientras refriega sus ojos.

Desearía tanto convertirme en una planta en estos momentos. Si ella me ve aquí, va a golpearme o gritar, delatándome con el resto de la plebe.

- Nate. – No fue un grito como esperaba, solo pronunció mi nombre con voz queda.

- Maine. – Tanteo el ambiente, no la veo con intenciones de agredirme.

- ¿Qué hora es? – pregunta mientras mira para todos lados analizando la situación.

- Estamos a unos 20 minutos del amanecer. –

- Oh, vaya. Y... amm ¿Qué estás haciendo aquí? – Pregunta con una ceja alzada.

- Solo suplanto a Jason por unos momentos, tuvo que ir al baño. - Soy un asco mintiendo.

- No eres bueno mintiendo. – Lanzó mientras se acomodaba contra mi cuerpo, volviendo a la pose anterior. – ¿Cuándo volviste?

Y así querido lector nos pusimos a conversar sobre cosas triviales, como si nos conociéramos de toda la vida, como si la confianza hubiese estado desde el minuto cero, como si nuestras cabezas no tuvieran precio. Solo ella y yo, abrazados en su cama, conversando de todo y de nada a la vez.

Ahora... ¿Quién estaba soñando?

Madness ~ El Club de los condenadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora