Capítulo XVIII 🍷

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Maine.

               Llegó el día. Por fin esta noche seré libre y volveré al trabajo. Aunque Arlene me explicó detalladamente que debido al "accidente" es innecesario extender el periodo de prueba. Solo bastaron 15 días para demostrar que ellos no se habían equivocado al elegirme.

No volví a ver a Nathan desde aquella noche. Sé de él por Jay que se la pasa hablando de cada movimiento que el otro hace y deja de hacer.

Las únicas personas que están al tanto sobre la broma pesada de los "cuñados" somos Jeff, Jay y yo. Nadie más. Ni falta hizo que el hermano mayor me pidiera que no comente nada frente a Arlene. Pero fue inevitable no mirarnos disimuladamente y aguantarnos la risa. Esa noche la rubia no dejaba de observarnos. En varios momentos tuvo que repetir las palabras puesto que nuestra atención no estaba donde debía estar.

Me gustaría decir que la relación con mi ex jefe se mantuvo igual, pero no. Es algo extraño tener a cuatro personas constantemente encima controlando y cuidando que me encuentre bien. Desconozco las intenciones de todos, menos las de Jay. Él trato de explicarme por qué los demás se comportan de ese modo conmigo.

"Es porque no eres una persona ordinaria, eres alguien especial. Cuando alguien nos interesa y le tomamos cariño, solo queremos cuidarla y consentirla. Es por eso que Arlene te llena de obsequios absurdos e innecesarios. Jeff se encarga de llevarte y traerte del trabajo, Caleb es quien te ayuda en el trabajo y yo paso más tiempo aquí que en mi habitación. No es que me moleste, pero a veces creo que llegue para invadir tu espacio y el de Pipín.

> En cuanto a Nathan... él también se preocupa por ti, muy a su modo, pero lo hace. Solo que él..." – Y se quedó ahí, pensando sin decirme nada. Tampoco quise indagar muy a fondo. Nathan aparentaba ser el más trasparente de todos, eso: aparentaba. Toma distancias absurdas. Se desaparece por días, incluso semanas. Y cuando nuestras miradas se cruzan en algún momento, es el primero en apartarla. No lo entiendo.

Esta noche, Jay decidió peinarme con dos trenzas cocidas y decorarlas con pimpollos naturales, maquilló mis pómulos con glitter y pintó mis labios con un brillo color durazno, me explico que el brillo sirve para resaltar mis labios y hacerlo lucir abultados.

También se encargó de mi vestuario, me hizo poner un vestido de encaje negro corto, a cinco dedos sobre mis rodillas y una chaqueta con lentejuelas plateadas en la espalda y mangas negras, también tuve que calzar zapatos clásicos negros tacos altos. Me obligo a usar dos argollas que bien podría usarlas de pulseras pero aquí las traigo cargando en mis orejas.

Hay mucho movimiento en el club. Caleb, Jason y yo no tuvimos tiempo de respirar ni por un segundo. Jeff bajaba cada media hora para verificar mi pie, y exigirme que me siente por un rato para no cargar con todo mi peso sobre mi lesión. Llego a vociferar algo como que no le importaría encintarme a la maldita butaca. Tan él que ni me sorprende.

Llegando al cierre de la madrugada los chicos se sentaron un rato para descansar. Realmente fue una noche bastante agitada. No pasó nada realmente memorable. Cuando los últimos clientes desaparecieron entre tambaleos por los arcos principales una melodía bastante agradable comenzó a sonar. Caleb me miro por un segundo, era la primera vez que yo movía la cabeza acompañando el compás de una canción.

- Ey. Maine... ¿Acaso tienes problemas parentales?

- Ni siquiera tengo padres... - Es la verdad. No los tengo.

Jay comienza a reírse de forma exagerada para luego contestarle a Caleb: - Si, si los tiene.

Iba a refutar la sartenada de estupideces que Jason acaba de largar cuando mis oídos captaron una parte del estribillo de la canción:

And if you were my little girl

I'd do whatever I could do

I'd run away and hide with you

I love that she's got daddy issues, and I do too.

La estupidez es colectiva, puesto que terminé riéndome tras entender el chiste tras la pregunta de Caleb.

Esta noche fue extraña, por más que todo haya salido sin ninguna contrariedad faltó algo, mejor dicho alguien. Mis ojos miraban para todos lados, analizando, buscando. Hasta que se toparon con una escena que me cayó muy, muy mal.

Una pelinegra bastante exuberante, creo haber escuchado que era una de las mejores amigas de Arlene, estaba agarrada como garrapata a un joven, tragándoselo vivo. He dado besos en mi vida pero ninguno como ese. Parece que quería demostrarle al mundo que ese pobre bastardo era suyo, de su propiedad y que nadie más podía tenerlo.

No sé por cuanto tiempo me perdí en esa escena. No sé si fue hasta que terminaron de besarse o minutos antes. Solo sé que sentí un vacío inmenso en la boca de mi estómago cuando los ojos negros de la pobre víctima se clavaron en los míos, mi boca se abrió incrédula de lo que había presenciado. No podíamos apartar la mirada, y me hubiera gustado que él haga lo que siempre hace: apartarla primero.

- Nathan... - Se me escapa su nombre en un susurro. De pronto unas manos fuertes tomaron las mías y me sacaron del lamentable papel que estaba haciendo. Suelo camuflarme con las plantas pero en este momento me había convertido en una.

- Maine, tenemos que cerrar caja. – Me recordó en voz baja, mientras Jay palmeaba mi hombro con cariño.

Sinceramente no podía si quiera pensar. No sé cómo llegue a cumplir de forma eficiente, con aquella imagen reproduciéndose una y otra vez en mi cabeza.

Como era de esperarse, Jefferson me esperaba en la entrada del local para acompañarnos a casa. Aparentemente, no había presenciado el semejante espectáculo brindado por la peli corto y el imbécil presumido de su galán. Pero algo habría notado Mr. Musculitos, ya que al ver nuestras expresiones vacías y lejanas no dudó en comentar:

- ¿Murió alguien? ¿Sucedió algo? Solo me fui por una hora hasta...

- Llévame a casa, por favor. – Sí, como lo leen, tuve el atrevimiento de interrumpir al señor frio con una lamentable suplica.

Inmediatamente Jeff me tomó por los hombros en un vano intento de conectar miradas. Se notaba preocupado...

- ¿Te duele algo? ¿Se abrió la herida? Contesta.

- Jefe. – Esta vez Caleb tuvo las agallas de interrumpirlo. – Será mejor que yo acompañe a Maine esta vez, Jay necesita una mano en la barra.

Jefferson nos dedica una mirada confundida para luego soltarme lentamente. Lo último que llegue a escuchar fue un leve y discreto: ¿Podrías decirme que carajo sucedió? – Dirigido a Jason.

Diez pasos más adelante un chistido nos hizo voltear. Jefferson alzó la mano derecha sin quitar la mirada de Jason para luego arrojar lo que traía apretando con tanto ahínco, Caleb tomo en el aire el manojo de llaves y luego escuchamos un: - "Cuídala como oro". - Mientras nos señalaba con el dedo.

Obviamente con lo último se refería a su preciada camioneta. Sin lugar a dudas. 

Madness ~ El Club de los condenadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora