Maine.
Vaya numerito el de recién. No recuerdo haber visto a Jefferson tan molesto. Ni tampoco escucharlo gritar. El tipo que me acompañaba tenía cara de mafioso, todo su cuerpo era una brutal advertencia que ni siquiera debías dirigirle la mirada.
Ingreso al recinto y la primera en recibirme es Darla. No sé en qué momento llegó, ni cuando salió del trabajo. Se la veía sumamente cansada.
- Ey. – Balbuceó. – ¿Por qué tan sola? ¿Y los demás?
- Siguen en la Comarca arreglando unos asuntos con el segundo jefe al mando. – Contesté hundiéndome de hombros.
- Es raro verte sin tus satélites. Bueno, vamos a dormir. Ya más tarde nos enteraremos de los chismes. – Dijo encaminándose hacia su habitación con una botella de leche en una de sus manos. Dichosa su refugio queda solo a unos metros, a mí me quedan doce largos escalones que trepar. Bendita sea mi suerte.
Antes de emprender camino, voy hasta el congelador y saco un tarro de helado. No me detengo en elegir el sabor, con ser helado y dulce basta y sobra.
Al llegar a mi destino, Pipín me recibe dormidito en su pecera. Hace tanto que no le cuento mis cosas, ni le leo algún pasaje del libro de turno. Suspiro cansada pensando en cómo la estarán llevando mis "satélites", como diría Darla. Me dirijo al ventanal mientras prendo mi celular y comienzo a repasar los chats disponibles. Sonrió al ver el último mensaje de Nathan. Cumplo lo pedido por inercia. Sabía que al llegar a mi dormitorio tenía que hacer todo lo que me había pedido mi amigo nocturno.
Dejo el tarro de helado sobre la mesa de luz y empiezo a verificar mis playlist, cuando alguien familiar ingresa por el ventanal.
- Perdón la demora. Tenía que quedarme a ser el policía bueno de los chicos malos. – Miro la hora y me doy cuenta que solo habían pasado 20 minutos desde que los deje con Jefferson.
- ¿Qué tan serio es? – Pregunté mientras sacaba el edredón para llevarlo hasta el sillón.
- Pues, bueno. – Comienza sacándose su saco de vestir color beige y arremangándose la camisa. Acciones normales en nosotros. – Supongo que Jason será sancionado por tres días. Caleb la sacó barata, para ser sincero. Pásame una cuchara. Por favor.
- ¿Arlene dijo algo? – Me voy desvistiendo para ponerme el pijama. Todo esto a sus espaldas, ya que siempre se mostró muy respetuoso en ese sentido.
- No. Ella se fue antes. Tiene que terminar de preparar el itinerario de su viaje. Dita no dirá absolutamente nada. Digamos que no estaba en el lugar que debía estar.
Allí me explicó que las personas con la pulsera del pase Vip no podían andar cruzándose por todo el club y que por muy cercana que sea de los dueños debe cumplir con las reglas del lugar.
Una vez acomodados en el sillón frente al ventanal nos quedamos en silencio disfrutando del helado.
- ¿Jamás te sueltas el cabello? – Irrumpe con esa pregunta tomándome desprevenida.
Niego con la cabeza ya que tenía la cuchara metida hasta la tráquea. Deja de mirar hacia el amanecer y se acerca a mí con una mirada indescifrable.
- ¿A caso estas cumpliendo alguna promesa? – Inquiere llevando su mano derecha hacia mi mejilla. – Tienes helado.
- Oh, gracias. – Supongo. – Y no, solo es que me cuesta mantenerlo en su lugar ya que es algo rebelde.
- Como tú. – Alega alejándose y volviendo a su postura inicial.
- Oye. – señalo golpeando con mi puño su hombro derecho.
El mal actor representa toda una pantomima culpándome por el supuesto golpe que le di, me acusó de ser una chica mala y que debía castigarme. Me rio de sus ocurrencias mientras me saco los lentes con serias intenciones de atacarlo de verdad.
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Madness ~ El Club de los condenados
Misterio / Suspenso"Nosotros estamos locos, rotos... enfermos, y lo mejor de todo es que ninguno de los dos, ni él, ni yo pensamos componernos" Solo tengo un par de cosas para advertirte: 🍷 No todo es lo que parece 🍷 No te encariñes con los personajes, varios de ell...