Capítulo XVI 🍷

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  Maine.

¿Por qué lo bueno dura tan poco? Me hubiera gustado permanecer hasta el atardecer en ese tranquilo lugar, donde solo el sonido de las olas rompiéndose contra la orilla y las gaviotas revoloteando sobre las piedras, me transmitía mucha paz.

Desde que salimos de la Casona se instaló un malestar en mí. Algo me tenía intranquila. Tal vez el salir, cuando por contrato figura estipulado que no debo hacerlo en el periodo de prueba; o quizás el ver la actitud tan extraña de Jay al ingresar por aquella puerta.

Mientras más nos acercábamos al predio el malestar en mi panza se intensificaba. Mi acompañante venia perdido en sus pensamientos, no miraba su celular siendo que éste venía sonando desde que abandonamos la playa. Cruzamos el portón de entrada y mi corazón comienza a latir desaforado. Definitivamente algo no está bien.

Descendemos de la camioneta y nos dirigimos a la entrada cuando un Jason sobresaltado sale disparado contra nosotros y el ruido de muchos cristales estampándose contra el piso capta mi atención.

- Sácala de aquí. – Pedía con ojos aguados, mientras revisaba detrás de la puerta.

- ¿Qué sucede? – Siento mi vientre endurecerse como una piedra.

- Caleb, tienen que irse de aquí. Por favor. – Implora abriendo sus ojos como platos observando una figura detrás de nosotros.

- Maine viene conmigo. – Vocifera el señor: "Aparezco cuando se me da la puta gana y hago con ella lo que se me da la otra puta gana". - ¿Las llaves están puestas? – Pregunta en voz alta dirigiéndose a un Caleb con cara de pocos amigos.

Jefferson comienza a caminar rápido jalándome del brazo. Parece que su cerebrito se ilumino y recordó que venía con una maldita coja, por lo que se dio vuelta y me alzó llevándome como un costal hasta su mugrosa camioneta. Abrió la puerta del copiloto con el control de la llave y me deposito con cuidado, eso sí, en mi asiento.

– Colócate el cinturón. – Oh, ¿no va a colocármelo él con todo y su ternura desbordante? No, claro que no.

Cumplo la orden, porque todo lo que sale de la boca del señor molesto suena como una orden tacita.

Espero con la poca paciencia que componen mis 165 centímetros de existencia a que él se acomode en su lugar para lanzarle la pregunta sin anestesia. - ¿Él estará bien? – ¿Acaso Jefferson James acaba de gruñirme?

- Escucha... - comienza a hablar poniendo en marcha la camioneta. – Es habitual para nosotros presenciar episodios como estos...

- Jefferson... ¿Cada cuánto surgen estos episodios? – Cometo la osadía de interrumpirlo y clavar la mirada en él.

Él grandulón quedó perplejo, giro su rostro para asegurarse si era yo la que había hablado. Se tomó unos segundos para negar y luego relajo su cuerpo para contestarme:

- Una vez al mes. Cuando Nathan rebasa su límite de tolerancia. Es una persona que acumula cosas y momentos, se traga sus emociones hasta que llega un detonante que lo hace estallar. No representa un peligro para ninguno de nosotros. Bueno, siempre hay una excepción.

Que no sea yo, que no sea yo.

- Arlene. Algún día te contare sobre su collar de perlas y el verdadero motivo por el cual ella no pisa este lugar. – promete saliendo hacia la avenida.

GRACIAS.

- Si eso es todo me gustaría que te relajes un poco. Primero iremos a la bodega del centro para que conozcas al nuevo encargado y luego iremos con Arlene. Hace mucho que no te ve y se está convirtiendo en un verdadero dolor de cabeza para todos.

Madness ~ El Club de los condenadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora