Maine.
Solo faltaban dos noches para retomar mi período de prueba. Eran aproximadamente las 20.30 cuando Jay apareció por la puerta de mi habitación mirándome como si estuviera frente a un cachorro mal herido.
- Noches, Maine. De buenas no tienen nada.
- ¿Y eso a que se debe? – Pregunté bajando el libro que estaba leyendo por segunda vez en la semana.
- ¿Recuerdas lo que hablamos hace poco? – Amm, no. Venimos hablando todas las noches de tantas cosas que en estos momentos no puedo recapitular absolutamente nada.
Al parecer se da cuenta de mi respuesta indirecta y se me acerca para envolverme en un edredón. Estaba muy cómoda semi acostada en el sillón frente al ventanal que da al jardín. Tenía un buen libro en las manos, a Pipín cerca más una vista espectacular, ¿qué más podía pedir?
- Hablo de la noche que te confesé mis sentimientos. Que me había fijado en... no importa.
- Sí que importa. Por eso te ves tan gris.
- Gracias por el halago. – Contestó con ironía. Cierto gesto similar al de un sujeto que no confía ni en su propia sombra. – En fin. Hoy me toca compartir con ese individuo y vendré más tarde. No me gusta dejarte tanto tiempo sola, si necesitas algo... siempre puedes escribirme o llamarme.
- No te preocupes. Estaré bien. Solo debo moverme del sillón a la cama ¿Qué tan difícil puede ser?
- Tratándose de ti. – Balbuceo por lo bajo, cosa que logre escuchar a la perfección.
- ¡Oye! – exclame sorprendida.
- Como sea. En tu celular guardé los números más importantes. Cualquier cosa que necesites, ya sabes.
- Escribir o llamar. Si, mamá. – Nunca tuve una madre pero calculo que así debe tratarte una.
- De nada, hija. – Dijo y se despidió con un beso en mi mollera.
Las siguientes dos horas me las pasé intercalando miradas entre el libro, Pipín y el ventanal. Ya había oscurecido lo suficiente y las luces artificiales contaminaban todo mi campo de visión. De modo que no me quedó de otra que volver a mi cama. Cuando disponía ponerme de pie una voz familiar se escuchó.
- Deberías ser un poco más cuidadosa. Estás a nada de que te quiten los puntos. – Y ahí estaba él afirmado contra el marco de mi puerta.
Me quedo petrificada en mi lugar, esto de vivir sumida en mis pensamientos me está comenzando a afectar. Más cuando no escucho a una persona entrar en mi propia habitación.
- ¿Cómo has estado? – Ni siquiera me detengo a pensar en lo que iba a decir, las palabras salieron por si solas.
- Como si de verdad te importara. – Contesta en tono petulante.
- ¿Y qué si lo hace? – Traté de sonar amenazante pero nadie me vería como una amenaza con este buzo azul con ositos blancos que me regalo Jay.
Nathan se acerca a pasos lentos hasta mí y me ofrece su mano para que pueda apoyarme en él. Acto que me lleva a estudiar sus intenciones.
- ¿Qué? No vaya a ser cosa que te caigas y te partas la cabeza. Con tu suerte y la mía no estamos muy seguros.
Acepto su oferta y me sostengo con fuerza para no caerme y hacer el ridículo. Sería lo último que me faltara. Nate blanquea los ojos y tira con fuerza de mi mano, haciendo que choque contra su cuerpo y que él me recoja entre sus brazos. Iba a quejarme pero su exquisito perfume penetró mis fosas nasales relajándome al instante.
Una vez que me acuesta en la cama, se vuelve tras sus pasos con serias intensiones de irse.
- ¿Qué causo el episodio del otro día? – Atrevida y directa, supuestamente a él no le gusta andarse con vueltas.
Se detiene en seco y baja la cabeza negando en el aire, por el movimiento de sus hombros supe que se estaba riendo.
- Dame un motivo convincente para que te cuente el lamentable hecho. – Pidió clavando su mirada en la mía.
¿Y ahora de qué me disfrazo? - Bien. No comenzamos con el pie derecho pero visto que vamos a convivir bajo un mismo techo, me gustaría saber cómo ayudar la próxima vez. A veces creo que me ven como una mocosa inútil e impertinente, pero claro está que no lo soy. – ¿Verdad que no? 23 años me avalan.
Nathan me mira asintiendo con la cabeza y los labios fruncidos, en un claro gesto de ¡Tiene razón! Luego se dirige a la puerta y la cierra con seguro, activando todas mis alarmas.
- Tranquila. Si quisiera hacerte algo ya lo hubiera hecho. Además...- agregó mientras se sentaba en el borde de la cama con un semblante más sereno. – No es de mí de quién debes cuidarte. Me diste una respuesta convincente, así que tendré que contestarte. Hay veces que mi cabeza no funciona del todo bien. Existen algunos detonantes precisos que liberan la ira contenida con la que cargo. Agradezco enormemente que no hayas presenciado tal suceso. No podría mirarte a la cara.
Si hay algo que realmente me agrada de una persona es que siempre vaya con la verdad. Detesto las mentiras. Nathan james comienza a caerme un poco mejor.
- ¿Podría...?
- No. No viene al caso. – Contesta. Cierto que, aparte de ser honesto sabe leer los pensamientos. - ¿Cómo va ese pie?
- Ya no duele. No veo la hora de salir de aquí. Soy una persona que vive en constante movimiento. No puedo estar sin hacer nada.
Él me dedica una mirada chistosa, haciéndome sonreír.
- Maine... No lo hagas. – Me advierte en un tono bajo y regalándome una sonrisa.
- ¿El qué? – pregunto confundida.
- Sonreír.
- ¿Por qué, tan mal me veo? – Estallé entre risas.
- No. Es peligroso. – Dice acercándose peligrosamente a mí.
- ¿Por qué? – vuelvo a preguntar más confundida que antes pero el sonido de su celular rompe la atmosfera que se había creado. Lo veo bufar y morderse los labios y con un dedo me indica que va a salir por un instante.
Ese instante se convirtió en 15 largos y muy aburridos minutos. Al ingresar de nuevo en la habitación pude notar un vaso de agua en una de sus manos.
- Pero que buen servicio. – Felicito agarrando el objeto.
- Debo volver a mi casa, me necesitan allá. – Explica sin que yo se lo haya preguntado. Asiento con la cabeza y lo veo contradiciendo lo que acaba de decir al sentarse de nuevo en el lugar que ocupaba. – Nos quedan 10 minutos. – Me indica.
De un momento a otro comenzamos a hablar sobre los libros que me pase leyendo. Miramos a Pipín dar vueltas en la rueda de la muerte y el tiempo parecía estancarse cuando los dos estábamos juntos.
Si bien al principio me hacía sentir incomoda y agobiada, descubrí que era una persona con la que se podía hablar. Es muy diferente a sus hermanos. Ha decir verdad ninguno de los tres se parece en cuestiones de personalidad. Puede que a primera vista creas que los tres son seres inalcanzables, insoportables y hasta asfixiantes. Pero déjame decirte que no. Jefferson tiene tanta razón con eso de las apariencias.
De pronto mis ojos comienzan a pesar y los bostezos aparecen uno tras de otro. Mi lengua empieza a trabarse y no logro comprender en que momento el sueño apareció en escena. Lo último que recuerdo decir fue una sartenada de estupideces que solo aparecen cuando me encuentro somnolienta.
- Me caes bien, Nathan James. – Solté de la nada misma mientras me acomodaba en mi cama.
- Me caes bien, ojitos. – Creí escuchar mientras unas manos frías me sacaban los anteojos y me arropaban.
¿Habrá sido parte de un sueño?
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Madness ~ El Club de los condenados
Mystery / Thriller"Nosotros estamos locos, rotos... enfermos, y lo mejor de todo es que ninguno de los dos, ni él, ni yo pensamos componernos" Solo tengo un par de cosas para advertirte: 🍷 No todo es lo que parece 🍷 No te encariñes con los personajes, varios de ell...