Capítulo XXXII 🍷

6 0 0
                                    

 Nathan.

        Debo admitir que admiro la inteligencia, templanza y frialdad con la que se maneja Jefferson. Cuando éramos más jóvenes, existió una etapa donde él se había convertido en mi modelo a seguir. Donde iba hablaba maravillas de él y lo mucho que quería seguir sus pasos.

        Como advertí al principio de esta historia, mis hermanos mayores fueron dotados de inteligencia y genética desde el momento de sus concepciones. Cosa que se realizó en un costoso centro de fertilidad suizo donde te daban a elegir hasta el color de ojos que tus herederos iban a llevar. La sutil idea se elaboró en la cabeza de nuestro progenitor. Según mi abuelo, él no quería herederos, quería soldados que le sirvieran en un futuro.

         Mi difunta madre no tenía ningún problema que le impida concebir de forma natural. El único problema fue haberse fijado en semejante sujeto carente de humanidad, que obligo a la pobre a someterse innecesariamente no a una, sino a dos inseminaciones artificiales. Es por ello que Alan y yo no somos sus personas favoritas en el mundo. Lo que me lleva a suponer que mi madre tampoco lo fue.

         Volviendo a Jeff, el dotado de inteligencia, buen porte y un sinfín de excelentes cualidades, jamás una de sus ideas, estrategias, planes y resoluciones me habían afectado. Hasta que ella apareció en nuestras vidas.

          En realidad hasta su llegada fue metodológicamente programada y eso también se lo debería agradecer pero su conflicto personal con cierta personita de cabellos coloridos trajo sus daños colaterales.

          Quién iba a pensar que esos tres días de "suspensión" sin paga por haber "insultado" a la Halls menor iban a afectar mí no relación con "Ojitos". Ya me duelen los dedos de hacer tantas comillas.

           Todo venía normal, luego de mostrarme como un buen hermano y acompañarlo en su día nublado, había decidido descansar y ponerme en remojo para poder disfrutar de una hermosa noche de trabajo, donde había incluso planeado mi próxima jugada y/o movida con Maine. Pero ¡OH!, grande fue mi sorpresa cuando la señorita, aparte de ignorar olímpicamente a Jefferson también me ignoro a mí, y no quedo ahí el asunto, porque cuando intenté colarme por su ventanal el mismo estaba cerrado. Tuve que ingresar a la casona como cualquier ser mundano más para darme con que la habitación, que estaba sin seguro de milagro, se encontraba completamente vacía.

            Y no solo eso, esperen lo mejor está por venir, cuando iba pasando por la última puerta de la planta de abajo un sonido extraño hizo que me detenga en seco. Gemidos. Si, como lo leen. Gemidos de una mujer. De verdad tuve que retroceder en mis pasos para verificar que esa era la habitación de cierto buitre rastrero.

Conté hasta cinco, juntando coraje para abrir esa puerta a patadas de ser necesario, cuando escuché desde el interior una fuerte carcajada, seguida de una risa más sutil y delicada. – "Amo esta película, la cara de todos al escucharla gemir a lo loco, jajaja." – Sí, Ja. Casi ocurre una desgracia.

Me detuve a pensar que no había escuchado esa risa en mucho tiempo. Fue algo lleno de vida que inundó mi pecho. No me quedo más que sonreírle a la madera y retirarme en buenos términos, definitivamente si estaba con Jay no tenía nada que temer.

Después de tanto tiempo decidí dormir en mi habitación, no sin antes pasar por la de Maine y verificar que Don Pipín se encuentre bien. Mis intenciones eran hacer eso y volverme a mi cueva, pero la cama estaba demasiado tentadora. Así que después de ver a la no tan simpática ratita, me acosté por unos segundos para cerrar mis ojos y descansar por un instante.

Instante que se convirtió en cuatro horas. Cuando desperté lo primero que hice fue dirigirme a mi destino original, donde al llegar me desvestí para meterme de lleno en la bañera. A pesar de haber descansado por varias horas, me sentía pesado y somnoliento.

Madness ~ El Club de los condenadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora