Capítulo XV 🍷

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Maine.

  Una semana pasa a la velocidad de un caracol. Voy por mi tercer día de confinamiento. Ya me voy leyendo tres libros y cambiando cinco veces las canciones de mi playlist. Sigo sin tocar los apuntes de la facultad ni siquiera controle mi correo electrónico.

Me hubiera gustado bajar a cocinarme algo, pero para eso tengo a Jason. Desde la primera noche se pegó como chicle a mí. Su presencia no me molesta, al contrario cuando estoy con él las horas pasan más rápido. De los hermanos no tengo noticias, ninguno se acercó para nada. Miro a Pipín dar vueltas en su rueda de la muerte y siento algo de envidia. Por más que viva en su pecera tiene la oportunidad de moverse con libertad, no como yo que estoy confinada a la cama y a la silla frente al ventanal.

Cuando creía que iba a morir del aburrimiento, tres golpecitos sonaron en la puerta. Escucho un leve: "¿Se puede?" a lo que contesto con un "Adelante". Para mí sorpresa el joven que ingresa a la habitación es Caleb, quien trae en sus manos tres libros más para mi colección.

- ¿Cómo sigue ese pie?

- En el mismo lugar, supongo.

- Ten, Arlene te manda estos libros.

Recibo el paquete y lo apoyo sobre mi regazo, instantáneamente vuelvo la mirada a la biblioteca, acción que Caleb copia.

- Gracias a Arlene voy completando mi colección de Edgar Allan Poe, Stephen King y Lovecraft. Muy considerada de su parte.

- Oye... ¿quieres salir a dar una vuelta?

¿Acaba de decir lo que creo que dijo? - ¿Salir? – Repito como la idiota que soy.

- Sí. Justo tengo que calibrarle las ruedas a la camioneta de Jefferson y no tengo ganas de ir solo. Además hay alguien que se la pasó encerrada por tres días consecutivos, debe ser molesto y muy, muy aburrido. ¿Qué dices?

Se supone que por contrato no se me permite salir. Pero si Caleb está al tanto de ello y me está invitando con tanta insistencia, creo que puedo aceptar. ¿Verdad? Acepto de inmediato, para qué prolongar la situación.

  Caleb se retira alegando que va por unas cosas y a pedirle a Jay que nos prepare un desayuno liviano. Pero Don Peli rosa entra a mi habitación como un rayo y se dirige parloteando hasta el guardarropa. Dice que está un poco fresco y que será mejor que me abrigue sino quiero enfermarme y morir. Así o más exagerado.

   Una vez envuelta en un abrigo que luce más como una manta y me da el aspecto de un burrito, me ayuda a bajar las escaleras cantando y hablando muy animado. Por ahí lanza advertencia como que no me baje en ningún lugar, que si necesito algo se lo pida a "Cale", que saque fotos a donde sea que me lleven y que por sobretodo: disfrute. Me tienta contestarle con un "Okey, mamá" pero no sé en qué nivel de confianza nos encontramos, no vaya a incomodarlo con mis motes jocosos.

  Ambos me acomodan en la camioneta, súper alta para mi gusto. Peleo con Jay porque él intenta ponerme el cinturón de seguridad y yo se lo saco de las manos y lo coloco regalándole una mueca divertida, sé que lo fue porque Jay se ríe y se aleja para cerrar la puerta.

Mientras espero que Caleb suba, miro hacia la casona y noto las cortinas de la planta baja moverse. Trato de centrar la vista para ver si los ventanales están abiertos pero el sonido de la puerta del piloto abriéndose me distrae. Observo de nuevo el exterior de la casona y descubro un objeto muy conocido estacionado cerca del garaje. Señalando dicho objeto me dirijo a Caleb: - ¿Esa no es...?

Caleb asiente con la cabeza afirmando mis sospechas. Entonces caigo en cuenta que la persona detrás de las cortinas era Nathan.

Fijo la mirada en el retrovisor y sonrió al ver la figura de Jason despedirnos con mucha efusividad. Pero algo no está bien porque antes de centrar la mirada en la ventanilla veo el semblante de Jay cambiar gradualmente y mirar espantado la casa que dejamos atrás. Cuando quise darme vuelta para ver porque mi nuevo amigo se había metido corriendo. Caleb puso una mano sobre mi regazo y me sonrió con amabilidad.

Madness ~ El Club de los condenadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora