Capítulo XXIII 🍷

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Maine.

Tuve un sueño extraño. No sé ni siquiera qué pensar al respecto. ¿Habrá sido un simple sueño? ¿Un recuerdo? ¿Cómo saber si fue un sueño? Sencillo, no suelo tener sueños nítidos, solo pesadillas. Lo más curioso de todo este embrollo es que no es la primera vez que me pasa.

En mi "sueño no sueño, recuerdo o vivencia" había vuelto del club cargada en brazos de una persona. Como no, si me había dormido como el lirón que soy, o estaba en pleno proceso de hacerlo. Esa persona con una voz profunda y grave me pedía que no me mueva, ya que faltaban escasos metros para llegar. Luego dijo algo como que tenga piedad que las escaleras y él no se llevaban.

Escuché otra voz unirse a mi acompañante reclamando por qué había llegado en ese estado. Que eran unos inconscientes y si era necesario dormiría otra vez conmigo. ¿Jason?

- Tú tienes tu habitación. Deja de meter excusas. Dejaré a la no tan bella durmiente en su cama e iré a buscarte. Recuerda que tenemos mucho de qué hablar.

- Pues te calmas imbécil. No creo que esté dormida del todo. No lo sabré yo que sé que balbucea y babea al dormir.

Nos detenemos abruptamente y siento que los fuertes brazos que me cargaban comienzan a flaquear. Eso sí pude sentirlo, mis ojos pesaban en cambio mi cuerpo estaba bien alerta.

- ¿Dime que no compartieron la misma cama? Dímelo o estarás en serios problemas.

- Como si no me conocieras. Cama arriba, cama abajo. – Casi se me escapa una carcajada. Sonó tan parecido a cierto personaje amarillo que me sentí tentada.

El silencio inundo la habitación, o pasillo o lo que fuera que estemos transitando, haciéndome fruncir el ceño y abultar mis labios.

- Luce tan adorable.

- Mas adorable mis nalgas.

- Oye no seas así. Déjala en su habitación, nos vemos en la nuestra. – Contestó tajante y se alejó haciendo retumbar sus pisadas.

Una puerta se abrió y mi cuerpo sintió la calidez de un colchón debajo de él. Instintivamente me coloqué en posición fetal y todo parecía que iba a terminar ahí hasta que sentí unos labios sobre mi frente seguido de unas palabras: - Dormida o no luces, asquerosamente, adorable. Pero esto quedará entre nosotros y esa rata espantosa.

Me quejo en mi lugar hasta que escucho la puerta cerrarse. Definitivamente cuando me despierte comenzaré a fijarme detenidamente en esos dos: Jefferson y Jay.

Me tomo unos minutitos para relajarme y comienzo a parpadear. Todo está oscuro así que comienzo con mi rutina habitual. Manteniendo los ojos cerrados, me voy quitando la chaqueta, la blusa y tanteo debajo de la almohada buscando el buzo del pijama. Quedo atorada a medio camino con la prenda de vestir cuando unas cálidas manos recorren mi cintura bajando el bendito buzo. Aquel acto hizo que mis ojos se abrieran de golpe observando detenidamente la figura ante mí. Sé que es él, su perfume, la silueta de su cabello, su voz...

- Dime que no llegué demasiado tarde. Por favor. – Su voz se escuchaba a suplica, mientras su frente se apoyaba contra la mía.

Intenté abrir los ojos nuevamente, pero él me pidió muy bajito que no lo haga, haciéndome sonreír como una estúpida.

- Maine... no, no sonrías así. – Pidió, como si todo nuestro dialogo se tratara de pedir u ordenar cosas.

- ¿Por qué? – Logré balbucear, llevando mi mano derecha hacia su brazo izquierdo, pretendiendo aferrarme en algo.

- Es peligroso. – Contestó casi en un susurro mientras frotaba su frente contra la mía.

No sé por cuanto tiempo estuvimos así, en silencio frente con frente, aliento contra aliento haciéndome sentir una tranquilidad envolvente.

- Ven, es hora de dormir de verdad. Me quedaré para velar tu sueño, esta noche no habrá pesadillas. Solo seremos tú, yo y Pipín.

Pero mi lengua no tenía voluntad para permanecer calmada.

- ¿Por qué eres así? Das dos pasos y retrocedes diez. No me alejes. – De pronto la pesadez de mis ojos desapareció y mi vista se aclaró observando este rostro que me había acostumbrado a admirar desde la distancia. Mis manos, que tampoco tenían la intención de permanecer en su lugar, se posaron sobre sus húmedas mejillas acunándolas. - ¿Por qué dejaste que ella te besara?

Él frunció el ceño bajando su rostro, acción que revertí volviendo a poner sus ojos a la misma altura que los míos.

- Dime tú, ¿Por qué dejaste que él lo hiciera? – Dijo agarrando una de mis manos para deshacer el agarre. Permanecimos en silencio, ninguno tenía nada para agregar.

Debo admitir que el Nathan de mis sueños me agrada más que el real.

- Maine, no imaginas como me estoy conteniendo por besarte. Necesito hacerlo, pero quiero que estés despierta. – Ahora en mis sueños luce más respetuoso y atento.

- No deberías estar aquí tan campante invadiendo mis sueños. Deberías estar a mi lado, aunque me muestre como la persona odiosa que en gran parte soy. – Declaro. Soy muy atrevida en este mundo.

- Ojitos, lo que más quisiera es que podamos ser libres de mostrarnos juntos. Disfrutando de lo que sea que se nos ocurra hacer.

Y en este mundo me cae muy bien el mote que emplea al referirse a mí. - "Ojitos" suena chistoso. No sé qué tiene todo el mundo con mis ojos. – De verdad, no lo comprendo.

- Tus ojos son preciosos. Son lo que más...- Esas pausas innecesarias logran colmar mi preciada paciencia. – Lo que más me gusta de ti. Caí rendido ante el caos que reflejan, siento que por ellos puedo ser capaz de muchas cosas, incluso morir. – Muy bonito para ser real. Definitivamente estoy soñando.

- Dulces sueños Maine. – Dijo al no obtener respuesta de mi parte. Me sentía cansada y mis ojos se habían sellado a fuego. Sueño o no, mi frente volvió a ser besada mientras mis mejillas se mojaban con dos lágrimas fugitivas, muy ajenas a mí. 

Madness ~ El Club de los condenadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora