Capítulo III 🍷

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Maine Coral Gale, 23 años. Estudiante del 4to semestre de Comercio exterior. La que debía terminar ese tedioso final domiciliario por culpa de cierta pandemia que arruinó muchas cosas. La misma que está parada junto a su captor que la mira con una ceja levantada porque se negó, con berrinche incluido, subirse a esa letal arma de Lucifer.

- Prefiero ir caminando. - Solté con firmeza.

- Debes estar de broma. – refunfuñaba mientras se sobaba la cara con frustración.

- Que no me voy a subir en esa cosa...- Insistí cruzándome de brazos.

Quince minutos después llegamos frente a un inmenso portón negro con una letra "J" dorada que decoraba el centro del mismo.

¡Momento! Si creías que nos montaríamos la famosa escena cliché donde me subía a la bendita motocicleta y el galán tomó mis manos guiándolas hacia su cintura para que la rodee con sutil delicadeza, estás equivocado. Tampoco hubo sonrisa, porque sinceramente no se la vi. Lo único que vi durante el recorrido fue.... Nada. Iba con los ojos cerrados y dejando los nervios en cada curva. Fin.

Al llegar, me costó bajarme. Él no es muy caballeroso y yo no soy una hermosa y refinada princesa. Para hacerlo más cruel, casi me caigo y a él le valió.... Tres frijoles porque jamás, jamás se dio vuelta ni para ayudarme a bajar, ni para burlarse del papel lamentable que estaba ofreciendo.

- La Comarca es... nuestro más preciado tesoro. – Comenzó como lo hacen los guías turísticos. – Es un club privado, por ende, solo vienen personas de la alta sociedad. Tiene dos plantas... – Oh miren una fuente con luces arcoíris. No suelen gustarme los colores, en mi vida solo hay negro, gris y, ocasionalmente, azul. No tolero el blanco denota pureza y convengamos que eso ni siquiera existe. - ...y eso es lo más importante.

¡Mierda!, me perdí todo el discurso del papá orgulloso. Que no se note, que no...

- Acabo de perder 10 preciados minutos de mi existencia hablándole a una fuente ¿Verdad?

Él sonrió amable, yo ni siquiera parpadee. ¿Cómo se dio cuenta si estaba de espalda?

- Lo supuse cuando hable del Rey Enrique y contestaste: "Ah sí".

Obvia, muy obvia. No voy a disculparme por eso.

Seguimos avanzando por el camino empedrado, aparentemente se dio por vencido ya que continuamos en un silencio sepulcral. Silencio que murió al segundo que entramos al recinto.

El volumen de la música era moderado. Las lucen giraban, se prendían y apagaban al compás del ritmo. Había gente disfrutando lo que supongo eran vinos de la empresa familiar. No había jaulas, ni personas desnudas colgando de los techos. Tampoco vi las típicas bandejas de plata con ciertas sustancias de la felicidad. No era un burdel, tampoco un hotel. Era un CLUB común y corriente. ¿Qué rayos hago aquí?

- Señor James, sus hermanos lo esperan en la habitación de cristal.

Mis alarmas se activaron al escuchar aquello, definitivamente no todo iba a ser perfecto. Comencé a sentirme mareada y a híper ventilar. Pasamos por un pasillo oscuro, él "señor James" saludaba cordialmente a cuanto ser humano nos cruzábamos. En un segundito de lucidez logré escuchar que mandaba a llamar a un tal Caleb.

Mis nervios bajaron dos rayitas cuando pude constatar con mis propios ojos a donde nos dirigíamos: una habitación con paredes de...cristal. Ja. Premio a la estúpida del año.

- Relájate, es como una entrevista laboral, salvo qué...

- ¿Qué? – A veces la ansiedad nos gana. Y déjenme decirles que tengo ansiedad de sobra.

Madness ~ El Club de los condenadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora