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Sabía que buscar trabajo nunca sería fácil. No cuando no tienes experiencia en casi nada. Apenas había trabajado en un par de cafeterías y en un puesto de cine.

— ¡Sarita! ¡llegas tarde!

Sarita se apresuró en correr al interior del gran edificio. Evitando tropezarse con sus propios pies, sí, suele ser bastante torpe a veces, de hecho, la mayoría de veces.

— ¡lo siento! ¡me quedé dormida! — Sarita subió el cierre de su chaqueta.

Su nombre está colgado con un pendiente en el lado izquierdo de su chaqueta. Personal de Servicio Sara Elizondo.

— ya llegó el hijo del señor Reyes — Jimena, la secretaria de presidencia, y además su hermana, le dio un sorbo a su café. - es muy guapo.

Sara rodó los ojos. Jimena es muy distinta a ella. Jimena es morena, bonita, su cabello bien cuidado, usa ropa fina, es elegante. Es su hermanita y no la cambiaría por nada, gracias a ella está en este puesto de trabajo.

— ¿qué chico no es guapo para ti, eh? Te la vives enamorada de cada hombre que pasa por la oficina — se burló de su hermana alistando su balde favorito con agua limpia para empezar a limpiar.

— siempre dices lo mismo, Sarita — se cruzó de brazos sentándose en su silla. — ya te he dicho, debes buscarte un hombre.

— y yo ya te dije que dejes de pensar en eso, sabes que no tengo tiempo para pensar en chicos ni nada de esas cosas, apenas me alcanza para pagar la renta y los medicamentos del abuelo.

Jimena resopló saliendo de su escritorio para ir al lado de su hermana y pasar sus brazos por el cuello de la castaña.

— ¿qué te dijeron los médicos?

— que está mejorando, la herida ya sanó, pero las pastillas para el dolor ya se le acabaron, debo ir a comprarle una tableta más y sale de su mini cuadro de dolor.

Martín, el abuelo de Sara y Jimena, sufrió un accidente cuando se cayó de su silla de ruedas cuando intentó ahuyentar una mosquita que lo molestaba, consecuencia de esto, tuvo un par de cortes en uno de sus brazos, no fue muy profundo, pero si le dolía.

Sara se tuvo que hacer cargo de su abuelo y de sus hermanas: Jimena y Norma. Cuando su mamá falleció, la señora Gabriela Acevedo, en un accidente automovilístico, hace casi ocho años. Al principio fue duro, ella apenas era una adulta que buscaba trabajo para llevar alimentos para su abuelo, sus hermanas, la menor es Jimena con ahora 19 años, sigue Norma Elizondo con 20 años, de tan sólo un año menor que ella, pero todos lograron salir adelante.

— bien, basta de tristezas, cuando acabes el turno iremos al bar. Norma dijo que podríamos entrar gratis, así que no acepto un no por respuesta — Jimena peinó el cabello castaño de su hermana.

Sara resopló colocándose los guantes de plástico que usaría el día de hoy para limpiar los pisos.

— ¿no tengo opción?

Jimena negó con una sonrisa mientras dejaba un palmazo en la nalga derecha de Sara antes de correr hacia su puesto nuevamente.

Sara rió negando. Cargó su balde con agua y se fue a la primera oficina que limpiaría en el día.

La oficina del jefe.

Jorge Reyes, la aceptó desde el primer día que la vio. Fue como un padre para ella, tan bueno y comprensible. Le tendió la mano cuando ella más lo necesitaba y evitaba fallarle.

Llegaba temprano. Hacía turnos extras. Incluso preparaba su café favorito casi todas las mañanas.

Empezó a refregar los pisos, tarareando alguna canción que sonaba en su mente, sacando burbujas en el aire para soplarlas luego.

𝐎𝐝𝐢𝐨 𝐀𝐦𝐚𝐫𝐭𝐞 | 𝐒𝐀𝐅𝐑𝐀𝐍Donde viven las historias. Descúbrelo ahora