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La vida de las Elizondo había cambiado rotundamente en un par de semanas.

Todo gracias a Juan Reyes.

Juan le ofreció una mejor comodidad a Norma, le ofreció irse a vivir con él, no sólo Norma, sino también al resto de la familia.

Jimena no dudo en aceptar, estaría más cerca al mediano de los hermanos Reyes.
El abuelo Martín protesto al principio, pero accedió al escuchar las súplicas de sus nietas.

Sara fue la única que se negó. No sería capaz de dejar el hogar donde creció con su mamá, aunque su casa es chiquita, estaba lleno de recuerdos.

Además, no sabía nada de Franco hace un par de semanas, hasta dónde sabía, se había ido de viaje, sus días fueron tranquilos y sin peleas de por medio.

— Sarita, por favor — Norma agarró las manos de su hermana. — si no te gusta la forma en la que vivimos en la casa de Juan, te prometo que nos regresamos, pero no quiero dejarte sola, sabes que el señor Jorge te aprecia bastante, por favor.

— ¿y qué pasará con la casa? ¿la abandonaremos?

Norma negó rápidamente, abrazó a su hermana por el cuello con cariño y protección.

— la casa seguirá aquí. Algunas de nuestras cosas estarán aquí, será como unas pequeñas vacaciones, te prometo que ahorraremos dinero para mejorar la casa, pintar las paredes, cambiar de cuadros, arreglar la cocina.

Sara suspiró mirando a su alrededor, le daba cosa irse, nunca se habían mudado, obviamente le iba a afectar.

— está bien, pero no pasaré todo el día de ociosa.

Norma dio un pequeño brinquito. La idea de separarse de su familia le aterrorizo y Juan lo supo.

A la mañana siguiente hicieron la mudanza debida.

Les distribuyeron una habitación a cada una y Sara se sorprendió ante la cantidad de habitaciones que tenía esa casa.

— Jimena, ¿puedo dormir contigo?

Jimena cruzó sus brazos mirando a su hermana mayor, pero asintió, sabe que a su hermana le da miedo dormir sola y no se negaría a eso.

El abuelo estaba feliz, entabló una relación bonita con Eva y Dominga. Todo iría mejor a partir de ahora.

Sarita terminó de acomodar las habitaciones, tendió la cama de Jimena, colocando un par de almohadas en la parte superior.

Todos estaban en el comedor, compartiendo un grato momento, a excepción de Sara, que prefirió terminar de ordenar la nueva habitación donde se quedaría.

Moría de ganas de saber donde dormía Franco, ¿al frente de su habitación? No sabía que habitación le pertenecía a él.

Con las manos en su cintura, miró la habitación. Está limpia y bonita, habían llevado cosas necesarias, bueno, Jimena todo lo suyo.

— podría darle la bienvenida, pero sé que tendremos problemas.

Sarita sonrió al escuchar esa voz. Girandose, cruzó sus brazos al verlo apoyado contra el marco de la puerta.

— ahora seremos vecinos de habitaciones, ¿no? — Sarita bromeó apoyando su peso en una de sus piernas.

— lamentablemente si, señorita Sara, usted no se imagina lo que sufriré al verla todos los días.

Sara cortó su sonrisa, ¿por qué tenía que ser así? Suspiró bajando la mirada.

— ¿lo dice en serio, señor Reyes?

𝐎𝐝𝐢𝐨 𝐀𝐦𝐚𝐫𝐭𝐞 | 𝐒𝐀𝐅𝐑𝐀𝐍Donde viven las historias. Descúbrelo ahora