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— ¡serás tonto! — gritó Norma apenas lo vio entrar a la casa con su chaqueta arrastrándola por el suelo. — ¡confiaba en ti!

Franco resopló deteniendo su paso al ver como su cuñada ya con su panza notoria camino hasta él, ni siquiera lo pensó bien cuando sintió un golpe en su mejilla derecha. Norma lo abofeteó.

— hey, hey, ¿pero qué está pasando aquí? ¿por qué tanto alboroto? — Juan miró a Norma. — ¿por qué lo golpeas?

— dale, cuéntale, cuenta lo grandioso que hiciste, Franco.

Franco miró a Juan, él cuál tiene el ceño fruncido. Cruzó sus brazos asintiendo.

— Rosario Montes regresó.

El semblante de Juan cambió de confundido a furioso. Se puso al lado de su hermano, poniendo una de sus manos sobre su hombro.

— ¿qué quiere esa mujer? ¿por qué volvió? ¡que espanto! Que mujer para más insoportable, caray, no se cansa de fregarte la vida, ¿no?

Norma cruzó sus brazos mirando a Juan con cara de pocos amigos, dio un paso hacía adelante agarrando la manga de la camisa de su novio.

— Sara los vio abrazándose, incluso hasta por poco casi se besan, ¿y tú actúas de esa forma?

— Rosario Montes es mi ex enamorada — inició Franco. — ella fue el típico primer amor de alguien, que lamentablemente fue el mío, pero ya me cansé, intenté hablar con Sara pero no quiso escucharme y te lo voy a aclarar de una vez, Norma, para que no le lleves mal la información a Jimena. Rosario Montes no significa nada para mí, ella fue la mujer que más daño me hizo en mi vida. ¿Quieres saber la razón? Es sencilla, me hizo infiel y quiso robarme dinero, ¿crees qué volvería con alguien así? Yo quiero a tu hermana, tal vez me demoré en aceptarlo, pero estoy enamorado de Sara Elizondo, es la mujer que quiero tener ahora a mi lado en estos momentos, pero al parecer nunca se podrá iniciar con algo que ni siquiera estaba claro. Lastimé mucho a tu hermana, y sé que ahora no quiere verme.

Norma resopló pasando una de sus manos por su cabello mientras caminaba de un lado a otro.

— entonces, ¿esa mujer no es nada para ti? ¿solo quieres a Sarita?

Franco asintió bajando la mirada, — pero ella ya no me quiere.

Juan rió negando.

— esa mujer babea por ti, flaco.

Franco metió sus manos a los bolsillos de su pantalón asintiendo sin ganas. Le dolía la cabeza y tenía algunas botellas de trago en su habitación. Así que sin decir más, empezó a caminar a su habitación, arrastrando sus pies. Se odia tanto así mismo, no pudo cuidar a Sarita, por culpa de Rosario Montes y por él mismo, si tan sólo le hubiera dicho antes sus sentimientos a Sara y le hubiera contado todo lo que pasó en su vida, tal vez ambos podrían estar juntos debajo de las sábanas. Pero ahora no se puede eso.

Entró de malas a su habitación, se quitó los zapatos tirándolos por algún rincón y fue hasta los cajones de su mesa de noche. Sacó unos cigarrillos mientras caminaba hasta el ventanal que da a su habitación.

¿Qué estaría haciendo Sarita ahora? Solo esperaba que llorando no, no podía soportar la idea de que esté llorando por su culpa. ¿Por qué tiene que ser tan bruto con las mujeres? ¿Por qué no puede ser caballeroso como su hermano Juan o atento como Óscar? Él tiene que ser el hombre que hace sufrir a las mujeres.

Y solo quería estar con ella.

Le dio una colada a su cigarro al sentir una lágrima caer por su mejilla. Había llorado por mujeres dos veces en su vida. Por su madre y por Rosario Montes. Y ahora el dolor era diferente como cuando se entero de la infidelidad por parte de su ex.

𝐎𝐝𝐢𝐨 𝐀𝐦𝐚𝐫𝐭𝐞 | 𝐒𝐀𝐅𝐑𝐀𝐍Donde viven las historias. Descúbrelo ahora