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Sara terminó de limpiar la última mesa de la cafetería. Son casi las ocho, ya había cerrado. Benito le encargó que deje todo limpio y cerrado para empezar mañana, él se había ido temprano para resolver algunos pendientes personales y ella se quedó sola.

Le había avisado a Leandro que iba a llegar tarde a casa. Dando un perezoso bostezo, alineó la última silla de la barra principal.

Estuvo apunto de ir hasta la cocina a dejar sus diferentes baldes de colores cuando escuchó unos toques en la puerta. Creyó haberlos imaginado, pero su ceño se frunció cuando vio una sombra a través de la puerta, que tenía vidrios de color blanco.

Se asustó, así que con una de las tantas tazas que estaban sobre el repostero, fue hasta la puerta. Tomó una gran bocanada de aire antes de guiar su mano hasta la perilla, abriendo la puerta.

Dio un brinco cuando unos brazos largos y robustos la abrazaron, pero se relajó cuando los reconoció.

— ¿sería malo decir qué te extrañé mucho cuándo te vi hoy por la mañana?

Aws. Que mono.

Sarita sonrió envolviendo sus manos alrededor del cuello de él, guiando su boca hacía las mejillas de Franco, dejó un par de besos.

— rayos, eso fue muy romántico, ugh, que empalagoso soné — Franco se alejó unos centímetros de ella para verla a la cara. — ¿por qué sonríes así?

Franco no pudo evitar sonreír al ver una gigantesca sonrisa en los labios de Sara.

— ¿quién diría qué debajo de esa fachada de chico malo y rudo se encuentra un hombre realmente adorable y lindo?

Frunció su ceño cuando escuchó la dulce risa de la castaña cuando terminó de hablar. Definitivamente eso es su sonido favorito, escucharla reír siempre mejora su estado de ánimo, sin importar que tan horrible la haya pasado.

En un rápido movimiento, hizo que ambos entren a la cafetería. Cerró la puerta detrás de él antes de presionarla contra una de las tantas mesas, subiéndola sobre ella, se puso entre sus piernas.

— Franco...

— ¿hay alguien más contigo? — cuestionó.

Sara negó lamiendo sus labios mientras lo miraba.

— no, ¿por qué?

— porque te voy a hacer el amor y no quiero que nadie te escuche.

Sara no pudo responder nada cuando Franco hundió sus labios con los de ella. ¿Si se habían extrañado? Bastante. Pero era una idea loca, están en la cafetería, en una de las mesas, pero las manos de Franco sobre su cuerpo no la dejaban pensar con claridad.

Franco quitó el nudo del mandil que rodea la cintura de Sara para lanzarlo al suelo. Sus labios se unieron en un frenético beso, sus lenguas chocaban y sus respiraciones se mezclaron.

Sara llevó sus manos hasta la chaqueta negra que tiene puesta Franco para quitarla, necesitaba con desesperación tocar su cuerpo. Con rapidez, agarró el dobladillo de la camiseta de Franco para arrojarla al suelo, sonrió con emoción al ver su pecho desnudo.
Franco no la detuvo, dejó que ella haga primero lo que quiera hacer, luego pudo sentir como las manos de ella fueron deslizándose desde sus hombros, por su pecho, bajando por su abdomen hasta llegar al inicio de su pantalón. Había extrañado tanto el tacto de Sara.

Gruñó cuando sintió un apretón sobre su dureza, encima del pantalón. Pudo ver una sonrisa traviesa en la comisura de los labios de Sara. Su respiración se corto cuando los delgados dedos de la castaña quitaron el broche de su cinturón, luego los botones y deslizó la cremallera. Su pequeña mano se aventuro en el interior de su pantalón, sintiéndola por encima de su ropa interior, no quitó la mirada de su rostro. Sara tiene su labio inferior mordido, sus ojos conectaron, y ella pudo sentir la humedad dentro de sus bragas.

𝐎𝐝𝐢𝐨 𝐀𝐦𝐚𝐫𝐭𝐞 | 𝐒𝐀𝐅𝐑𝐀𝐍Donde viven las historias. Descúbrelo ahora