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Sara caminó con la ropa mojada hasta la recepción, haciendo pucheros en cada paso que daba hasta llegar al escritorio de Jimena.

— es un arrogante — Sara dejó su balde en el piso.

Jimena se levantó con rapidez mirando a su hermana, aguantó su risa cuando vio los ojos cristalizados de la castaña. Suspiró levantándose para agarrar la mano de ella y caminar hasta las habitaciones de servicio.

— ¿de quién hablas y por qué estás así?

Sara quitó con rapidez su pantalón mojado, sacando de los estantes otro limpio y seco.

— de Franco Reyes, hijo de don Jorge, ¡es...es tan tonto! Por su culpa me caí y me moje todo.

Jimena frunció su ceño apoyándose en la puerta.

— ¿y te gusto?

Sara se giró mirándola con incredulidad.

— ¿qué?

Jimena alzó sus manos en rendición mientras se reía.

— nunca te vi tan molesta, mucho menos si es por un chico — se encogió de hombros. — ¿te lastimaste?

Sara negó subiendo el pantalón limpio por sus delgadas piernas, tenía que ir a terminar su turno para poder irse a casa y llorar bajo sus sábanas por la vergüenza que pasó hoy.

Salió de la habitación de servicio con Jimena, la cuál corrió hasta su puesto para atender las diversas llamadas que hacían en la oficina.

Sara terminó el día limpiando algunas repisas de los pasillos, mañana continuaría con el resto de lugares que aún faltaban limpiar.

Evitó cruzarse con el hijo de don Jorge, el hijo que nunca vio y ni escuchó hablar de él hasta hace unas horas.

Sara agitó su cabeza intentando mantener alejado todos los acontecimientos que pasaron en la oficina de don Jorge. Nunca había visto a un hombre tan guapo como Franco Reyes.

Ni siquiera había punto de comparación con su ex. Mauricio Salva, su primer novio, lo conoció porque él era cliente frecuente de una de las cafeterías donde trabajó, pero no duró mucho cuando Mauricio quería dar un paso en la relación y Sara no se sentía lista, cosa que eso llevó a la separación.

Desde ahí ella se prometió encontrar al hombre que la haga enloquecer hasta con un mínimo movimiento, un hombre que la valore y no la presione a hacer cosas que ella no quiera.

Un hombre que merezca la pena.

Tuvo muchos pretendientes, pero ella negó a cada uno, no tenía mucho tiempo para estar saliendo, ni mencionar que no tenía el dinero suficiente para darse algún lujito.

Pero se sentía orgullosa de su trabajo. Lleva ahí por casi un año, nunca había durado tanto tiempo en un solo puesto de trabajo. No podía quejarse ni por las heridas que le salían en las rodillas por estar tanto en el suelo.

— Sarita Elizondo.

Sara sonrió ampliamente mirando a la persona responsable de esa voz.

— ¡Juan!

Sara corrió hasta el nombrado, dándole un fuerte y cálido abrazo. La primera vez que Sara entró al edificio a buscar trabajo ya que Jimena le había dicho que necesitaban personal, fue Juan Reyes quien la atendió, ni siquiera pasaron más de cinco días cuando empezaron a llevarse bien.

Juan Reyes parece un hombre frío y malo, pero en realidad es un bebé grande por dentro.

— me contaron que ya conociste al pesado de mi hermanito — Juan dejó un beso en su frente.

𝐎𝐝𝐢𝐨 𝐀𝐦𝐚𝐫𝐭𝐞 | 𝐒𝐀𝐅𝐑𝐀𝐍Donde viven las historias. Descúbrelo ahora