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Sus cuerpos se mueven a coordinación. Las grandes manos de Franco quedaron envueltas en la cintura de Sara. Los dulces gemidos de la castaña retumban por toda la habitación.

— sí, sí, oh, Franco...

Franco tiene la mejor vista del mundo. Su Sarita encima de él, moviéndose de arriba hacia abajo, sus pequeñas manos sobre su pecho desnudo, su único soporte en esos momentos.

Tenerla sobre él es algo magnífico.

Los bonitos pechos de Sarita rebotan en cada movimiento, y él ni tonto ni perezoso no tardó en envolverlos con su fría lengua, tomando por sorpresa a Sara.

¿Quién fue él que inició con el toqueteo de los cuerpos?

Está vez Franco fue inocente. Cuando él despertó debido a que sintió besos por todo su torso desnudo, se encontró con los ojos más bonitos que ha visto en su vida.

Sara no había tardado en estropear sus bragas por el deseo que sentía hacía su enamorado.

Pero pudo notar que Sarita ya no tenía mucho fuerza en los rebotes que daba, supo que era su turno, se sentó con ella, apoyando su espalda contra el respaldar de la cama y sus manos bajaron hasta las nalgas de ella, apretandolas entre sus dedos.

Entonces, la ayudó a bajar y a subir, con lentitud y profundidad, sintiendo su miembro perderse entre la cálida humedad que había a su alrededor.

Sara cerró los ojos mientras que pasó sus manos por el cuello de Franco y sus bocas no tardaron en danzar una rica pieza, sus lenguas participaron en dicho ritmo. Sara logró ocultar sus gemidos contra la boca de su enamorado.

Y Franco, él está memorizando cada momento, fotografiando en su mente cada gesto que Sara hacía en cada embestida.

Estaban cerca. Ambos. Piel con piel. Sus cuerpos con sudor por el placer que sienten alrededor de ellos, sus bocas luchando una mini guerra que fue ganada por Franco.

Sara enredó sus dedos en el cabello de Franco, sus pezones chocan contra el cuerpo desnudo de él en cada movimiento.  Y pudo sentir la presión en su vientre bajo.

Lo va a gozar.

— eres tan hermosa, Sara.

Franco mordió el labio inferior de ella estirándolo antes de separarse de sus labios y bombear con más fuerza. Las paredes estrechas de la castaña se apretaron deliciosamente a su alrededor. Y no se detuvo.

Sara hundió su cara en el cuello de él. Ocultando el gritito de placer que iba a soltar justo en el momento que se corrió y Franco no dudo en acompañarla. Pero se vacío en el preservativo.

Las respiraciones agitadas era lo que se escuchaba. Franco acarició lentamente la espalda de Sara, sonriendo al sentir pequeños besos sobre su rostro. Es tan linda.

Sarita paso sus pulgares por las mejillas de Franco, dejando un último beso sobre la punta de su nariz.

— ¿tienes hambre?

Franco asintió con una enorme sonrisa.

— Leandro seguro ya preparó el desayuno.

Sara se levantó despacio, no quería caerse frente a él, sería muy vergonzoso. Luego del desayuno se tomaría una larga y deliciosa ducha, pero ahora necesita llenar su estómago con algunos panqueques deliciosos que preparaba Leandro.

Se puso su ropa de dormir. Le daba flojera buscar algo más formal. Franco abotono su camisa mirándola.

— ¿te espero aquí?

𝐎𝐝𝐢𝐨 𝐀𝐦𝐚𝐫𝐭𝐞 | 𝐒𝐀𝐅𝐑𝐀𝐍Donde viven las historias. Descúbrelo ahora