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¿Fue un error?

No la había buscado alrededor de una semana. Incluso pensó que ya estaba con esa hermosa mujer, y él le había dicho que iba a luchar por ella.

Que ilusa.

— ¿sigues pensando en ese hombre?

Sara salió de su transe al escuchar a Benito detrás de ella. Inmediatamente enderezó su espalda y negó con rapidez.

— no, claro que no.

Benito rió cruzando sus brazos, se apoyó en uno de los mostradores mirando a su amiga.

— ¿por qué te mientes?

Sara ladeó la cabeza mirándolo con confusión antes de quitar el nudo de su mandil que rodea su cintura.

— ¿a qué te refieres, Benito?

— se nota de lejos que estás enamorada de ese hombre, ¿las cosas están difíciles entre ustedes?

Sara suspiró encogiendose de hombros. No tenía ganas de hablar de eso. Se despidió de Benito, ya era muy tarde y las ganas de acostarse en su cama eran cada vez más tentadoras.

Caminó por las calles. La luna alumbra su camino y miró las estrellas, cuando era niña intentaba contar cada estrella que miraba, pero le eran infinitas.

Desde el día que se fue de la casa de los Reyes no miraba ni a sus hermanas ni a su abuelo. Los extraña muchísimo, los días con Leandro son únicos. Hacían todo juntos, y no puede tener mejor compañía.

Llegó a su casa, pero algo llamó su atención. Un ramo de rosas sobre una caja de color café claro, miró a los costados, no había nadie y se asustó.

¿Si era una trampa y querían asaltarla?

— ¡que bello!

Sara se sobresaltó al escuchar la voz de Leandro detrás de ella, ambos salen en el mismo horario de trabajo. Ella trabaja en una cafetería y él en un restaurante.

— dios, Leandro, me asustaste.

— lo lamento pero, ¿quién trajo eso? ¿tú chico o el mío?

Sara frunció su ceño mirándolo a la cara, — ¿ya tienes chico?

— el que puede, puede y el que no que aplauda — sonrió con diversión. — luego te cuento.

Leandro fue quien se acercó hasta las rosas, mirando una pequeña tarjeta metida entre las rosas, lo sacó para ponerse al lado de Sara nuevamente.

— Te extraño. Te espero mañana en la puerta del restaurante que siempre íbamos, a las 8:00 pm — leyó Leandro mirando su cara. — oh, dios, ¡que romántico!

Sara torció los ojos mientras cruzaba sus brazos, miró las rosas y no pudo evitar sonreír. Es un bonito detalle, pero no iba a perdonarlo así por así, no por unas simples rosas.

— no iré a ningún lado mañana.

— ¿qué? ¿cómo qué no? Escucha, Sara, si quieres mandarlo directo a la basura hazlo bien, ve mañana y termina de una vez con esto, ¿no te parece?

— ¿y darle el gusto? No, claro que no.

Sara caminó hasta la puerta, recogió las rosas y la caja para entrar a su casa, al entrar suspiró dejando las rosas sobre la pequeña mesita que tiene en el interior de la sala.
Leandro no tardó en sentarse en el sillón para ver la caja, quería saber que había en su interior.

— ábrela.

Iba a negarse pero también quería saber que había en su interior. Así que abriendo la caja con cuidado de no romper ni un trozo, se sentó al lado de Leandro puso la caja sobre sus piernas mirando el interior de ésta.

𝐎𝐝𝐢𝐨 𝐀𝐦𝐚𝐫𝐭𝐞 | 𝐒𝐀𝐅𝐑𝐀𝐍Donde viven las historias. Descúbrelo ahora