08

1K 86 20
                                    

Es una diosa.

Puede ver como muerde sus delgados labios, tan adictivos y sabrosos.

Sus pequeñas manos sosteniendo el peso de su cuerpo en el pecho de él. Su cuerpo subiendo y bajando.

La habitación está caliente, lo único que se puede escuchar en la habitación son sus cuerpos chocando. Él tomandola, ella retorciéndose sobre él.

— F...Franco...

Franco sintió una corriente eléctrica recorrer todo su cuerpo, dios, nunca había sentido algo así por ninguna mujer.

Subió sus grandes manos hasta los pequeños pechos de la castaña, rodeando sus pezones con sus dedos pulgares.

— shh...bebé...— gruñó apretando sus pezones con delicadeza.

Franco podría morir así. Tenerla de esa forma, entregándose, tan hermosa, tan linda, sin discusiones ni peleas, sólo ellos, demostrándose cuánto se quieren en el profundo de sus corazones.

Sus bocas se juntaron, saborandose mutuamente, exquisito. Mordió sus delgados labios estirandolos mientras empujaba hacia ella, la luz apagada le da un toque único.

Puede sentir que está cerca, es una gloria tenerla encima suyo, ver sus pequeños pechos rebotar en cada movimiento, sus grandes manos apretaron sus nalgas ayudándola con los movimientos cuando notó que ella no podía más.

— Sarita...

Sara gimió tirando su cabeza hacía atrás cuando el delicioso orgasmo que se construyó en su vientre bajo floreció haciéndola temblar sobre los brazos del ojiazul.

Ella no podía callar los gemidos que crecían en su garganta, mordió su labio sosteniéndose de él, subiendo y bajando su cadera con más rapidez.

Franco sonrió disfrutando de esa sensación, al poco tiempo, derramó su semilla en ella.

Pudo ver el cuerpo sin fuerzas de Sarita, así que con delicadeza la acostó a su lado, arropandola con las sábanas blancas.

— te amo, Franco.

Franco se sobresaltó al escuchar el gritó de Juan, su frente goteando de sudor, su respiración agitada, confundido y con un gran problema allí abajo.

— ¡canijo! ¡que son las 5:30 de la tarde! ¿Hasta qué hora piensas dormir, princesito? — Juan exclamó mirando a su hermano en la cama. — ¡pero ya, levántate!

Franco se paró de un golpe corriendo hacia el baño, se sentía avergonzado, soñó con Sarita, es un sinvergüenza.

Ahora, ¿cómo iba a verle a la cara?

Anoche había salido con unos viejos amigos. Bebió hasta la madrugada y su cabeza daba vueltas.

Pero podía escuchar los gemidos de Sara, su sonrisa traviesa, su cuerpo desnudo contra él.

controla tus hormonas, Franco.

— ¡las Elizondo ya están abajo y tú ni siquiera estás listo!

Franco podía escuchar los gritos y reclamos de Juan desde afuera. Es el cumpleaños de su papá, normalmente no pasa ese día con él, pero las Elizondo estarán, significa que Sara va a estar.

𝐎𝐝𝐢𝐨 𝐀𝐦𝐚𝐫𝐭𝐞 | 𝐒𝐀𝐅𝐑𝐀𝐍Donde viven las historias. Descúbrelo ahora