Capítulo 4
La alegría se apoderó de todo su cuerpo. Debía ser una casualidad. A pesar de todo, no estaba dispuesta, no aún, de creerse que la caja concedía deseos. Pero Nerea, su amiga desde parvulario, estaba allí. Estaba sentada en la mesa de la cocina, mientras su madre le llevaba un chocolate recién hecho con unos bizcochos glaseados.
Con el corazón acelerado y el pulso dando saltos de alegría, posó la mano sobre el tirador de la puerta. No le resultó nada fácil accionar el mecanismo, la mano incontrolable, parecía tener vida propia.
La sostuvo con la mano izquierda, nivelando el movimiento descontrolado de la derecha. Entró en la cocina, con las lágrimas asomando en sus ojos verdes, ante una caída inevitable de lágrimas como cataratas en un bello paisaje por sus mejillas.Dio un paso sin saber que decir. Las piernas le flaqueaban. Incluso hizo un gran esfuerzo por mantenerse de pie y no caer en la inconsciencia.
— ¡Ah!. Mira quien ha venido a verte. — Su madre no se percató del estado alterado dentro de la caja torácica de la pequeña.Nerea se levantó como un resorte, volcando la silla al suelo, abalanzándose sobre Alicia.
El abrazo, cálido, y los lloros de las dos amigas, aliviaron la presión que ejercían los nervios sobre la jovencita.
Se fundieron la una en la otra ante la mirada vidriosa de la madre.— ¡Lo siento!. ¡Lo siento mucho!. — Le dijo al oído Nerea antes de desplomarse las dos niñas al suelo sin separarse un milímetro la una de la otra, mientras continuaban llorando como no recordaban en años.
Cuando la tensión se fue enfriando. La madre, paciente, las ayudó a incorporarse llevándolas a la mesa.
Comieron y bebieron entre risas. Alicia sentía en su cabeza rayos de luz, mientras los nubarrones iban alejándose. Tenía tantas cosas que quería compartir con Nerea que se atropellaba al hablar.Su pulso, que volvió a la normalidad después de la inmensa llorera y el abrazo eterno de las dos amigas, dio paso a miles de preguntas. Y una de ellas, se la pensó mucho antes de hacerla. Pero no delante de su madre. No. Eso era algo entre ellas. Y era importante.
Ya en la privacidad de la habitación de Alicia, las dos amigas se pisaban una a la otra. Las dos tenían tanto que contarse que no encontraban hueco para empezar una sin la otra concluir con su exposición. La situación provocó un ataque de risa incontrolable que llevó mas de cinco minutos.
Cuando recuperaron la compostura, fue Alicia la que tomó la palabra.
— ¿Estás segura de querer estar conmigo?. — No esperó a que contestase su amiga. — Si nos ven juntas, irán a por ti. ¿Lo sabes verdad?.
La pequeña esperó encontrar en el rostro de su amiga algo que no llegó a manifestarse.
— ¡Me importa un bledo!. — Fue la respuesta rotunda de Nerea. — Nadie debería pasar por lo que estas pasado Ali. Y te pido perdón por sentir miedo y haberme alejado de ti.
En los ojos de la pequeña volvieron a florecer lágrimas cristalinas.
— Hay que parar los pies a esos matones. Nuestra vida es nuestra y dejando que se salgan con la suya, solo alimentaremos más su fuerza. Así que mi respuesta es no. No pienso darte la espalda. No otra vez. ¡Que les jodan!.
Las palabras rotundas de Nerea despejaron por completo las pocas nubes que quedaban en la cabeza de su amiga, dándo paso a un sol radiante. La tormenta en su interior había durado demasiado. Era hora de que llegase a su fin.
Pero no por ello la preocupación que le generaba lo que los dos abusones podían hacerle a su amiga. Eso seguía latente dentro de la pequeña.Por su mente pasaron imágenes de cada uno de los momentos en los que fue agredida físicamente. Los escupitajos que le llovieron después de una paliza. El día que le hizo sentirse sucia tras ser penetrada con asco por los dedos de los dos niños, o incluso la vez que le orinó sobre la cabeza Alex, cuando volvía de hacer un recado para su madre.
Alicia le contó con todo lujo de detalles, todo lo que llegaron a hacerle durante esos dos años ante la mirada horrorizada de su amiga.
— ¿Nunca se lo dijiste a nadie?. — Preguntó Nerea afectada por todo el infierno que tuvo que pasar su amiga.
— ¿Y que conseguiría?. Sabes lo que ocurría después. Tal vez si me tomasen en serio, ellos serían castigados. Tal vez, incluso, expulsados de la escuela. ¿Crees que por ello dejarían de acosarme?. Ya te contesto yo. No.
— No lo sé Ali. Pero el verse así de expuestos igual algo cambiaría en su forma de actuar. — Alicia miró pensativa a su amiga.
— Tal vez haya una forma de cambiar eso. — Nerea sintió intriga ante aquellas palabras.Alicia se alejó sin moverse de la habitación intentando recordar las palabras de Otsifem. Intentó visualizar como si volviese una y otra vez la secuencia de una película hacía atrás.
Visualizó al anciano y la advertencia que le hizo respecto a la caja. Y en cada una de las veces que retrocedía, no encontró las palabras exactas.A pesar de ello, ¿que podría ocurrir si le contaba a su amiga el poder que parecía tenía aquella simple caja?. Si en realidad, el reencuentro de las dos amigas no fue una casualidad y si producto de la magia que realizaba, podían hacer cambiar la forma de actuar de los dos abusadores. Incluso, eliminarlos.
— No, no. Eso es una locura.
— ¿Que es una locura Ali?. — La pequeña se sobresaltó.
— ¿Lo he dicho en voz alta?. — Preguntó ante el gesto de afirmación con la cabeza de Nerea. — Secuelas de dos años hablando conmigo misma. —Contestó Alicia quitando importancia.
—¡Ya!. ¿Pero a que te referías?.Alicia buscó una manera de salir de aquella situación delicada. Dudaba si presentar en sociedad la caja que le hizo entrega el anciano. Pero por más que intentaba recordar las palabras exactas no llegaban hasta ella. Comenzó a sentirse agobiada ante la mirada de su amiga esperando una respuesta.
Alicia llevó la mano al bolsillo con un movimiento mecánico. Nerea no volvió a preguntar. Se limitó a seguir con la mirada el recorrido de la mano de su amiga.
— ¿Que ocurre Ali?. — Preguntó su amiga ante la cara de pánico de su amiga.
— ¡No está!.
Alicia retrocedió rápidamente los pasos que hizo desde...No era posible.
Salió en estampida de la habitación recorriendo el largo pasillo. Abrió la puerta de forma estrepitosa dando un susto importante a su madre.— ¿Ocurre algo cariño?. — Se preocupó su madre al verla entrar como un tren de alta velocidad a un túnel.
Alicia no prestó atención a la pregunta de su madre. Se limitó a seguir cada milímetro del suelo de la cocina con la mirada. Sin encontrar nada.
— Ama — dijo al fin — ¿has visto una caja de madera en el suelo?.La madre sonrió ante tanto misterio.
— Si. Está encima del microondas. — Contestó eliminando la alarma de su cabeza.
Alicia se lanzó como una posesa a por ella, la cogió con ambas manos sintiéndose aliviada.
Sin volver la mirada a su madre, se dirigió a la puerta de la cocina para volver a su habitación cambiando de opinión en décimas de segundo. Se volvió, miró a su madre que seguía a lo suyo mientras troceaba algo sobre la encimera.
— ¿Ama?. — La madre volvió la mirada a su hija. — ¿Te puedo hacer una pregunta?.
— Claro hija. — Contestó la madre intrigada.
— ¿Has usado la caja?. — Preguntó sintiendo un sudor frío deslizarse por la espalda.
La respuesta no tardó en llegar.
— No. Solo la he recogido del suelo y la he dejado ahí. — Contestó ahora un poco más intrigada. — ¿Que te preocupa cariño?. — Preguntó al fin.
Alicia no tuvo que volver a preguntar nuevamente. Confiaba plenamente en su madre.
— Sin más. — Dijo restando importancia.
Regresó junto a su amiga con la caja en la mano. Se sentó frente a Nerea. Le miró a los ojos y contó lo que le había ocurrido esa tarde.
Nerea no tenía ningún duda de que toda la historia fuese real. Pero que la caja fuese mágica...— A ver Ali, me estas diciendo que si yo deseo algo, y hago girar esa palanca, se hará realidad. — Dijo con una sonrisa sarcástica Nerea.
— Si. Vale. Se que parece una locura.
— Ali, no es que sea una locura. Es que lo es. A ver, no es que dude de lo que has contado. ¿Pero no te suena un poco a locura que exista una caja de los deseos?.
Alicia no podía rebatir un argumento tan contundente. La verdad, es que sonaba ridículo. Quitó peso a lo que vivió unas horas antes y le tendió la caja a Nerea.
— ¡Muy bien!. Vamos a averiguarlo.
Nerea cogió la caja que le tendía Alicia. Se sorprendió por el escaso peso que esta tenía, suponiendo que allí dentro hubiese un mecanismo. Acarició la superficie de madera sin dejar de mirar a su amiga.
Parecía que ahora se lo estaba pensando un poco menos a la ligera. Tal vez la sugestión de lo que le contó Alicia empezaba a hacer mella en la joven amiga.
— ¡Venga!. Piensa en algo y gira la manivela. — Le apremió Alicia.
Nerea se lo pensó unos segundos, miró a su amiga y cogió la palanca dorada con dos dedos.
— ¿Lo tienes?.
— ¡Lo tengo!.
— ¿Seguro?. Tiene que ser algo que deseas con mucha fuerza. — Dijo Alicia como queriendo dar a entender que si no funcionaba tal vez fuese porque no lo había deseado de verdad.
— Estoy segura.
Apretó los dedos sobre la palanca y comenzó a girarla suavemente.

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La caja
Gizem / GerilimUn hombre extraño aparece en la vida de la pequeña Alicia. En una mano porta una pequeña caja de música con una manivela y un único botón. ¿Será capaz de sobrevivir a la presión que está por descubrir su cerebro de niña?. Precuela de la próxima obra...