Capítulo 21

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Capítulo 21

Dos coches de policía se cruzaron junto al portal de la inspectora, saliendo de los vehículos pistola en mano, los cuatro policías a la carrera.
Unos minutos después un nuevo vehículo con un único rotativo emitía destellos junto a los dos coches policiales.
David levantó la mirada observando una de las ventanas del domicilio de la inspectora iluminadas con una luz tenue sin cristal.

En mitad de la calle, como en la acera, fragmentos de cristal brillaban con la luz de la farola emitiendo destellos de diferentes colores.
No había cuerpo sobre la calle. Eso era una buena señal. ¿Pero a quien disparó la inspectora?.
El inspector jefe se apresuró a descubrirlo. Dejó atrás la puerta del ascensor, subiendo las escaleras de dos en dos.
No necesitó mucha energía para dar con la puerta abierta de la casa de Aida.
En la puerta, una agente montaba guardia con expresión relajada.
Por el pasillo, se aproximaba su compañero con gesto tranquilo.

— ¡Buenas noches!. — Saludó al inspector.

David correspondió con el mismo saludo siguiendo la dirección de la única luz que se proyectaba en el pasillo.
Sin detenerse, se aproximó a su compañera recibiendo un abrazo tranquilizador de ella. 
— ¿Que ha ocurrido compi?. — Preguntó David, pasando revisión a la habitación.
No tardo en chequear cada rincón. Defecto profesional le llamaba el.

La cama en el lado izquierdo junto con una mesilla y una lámpara con una única bombilla. La mesa de escritorio en el lado contrario con un ordenador en el hueco de la mesa y un monitor de diecinueve pulgadas sobre ella.

A su lado, un flexo emitía una luz blanquecina y un montón de papeles amontonados en un lateral que hábilmente había ido recabando Aida en su tiempo libre.
Al fondo, la cortina completamente corrida hasta la pared. La persiana levantada hasta arriba y la ausencia de vidrio entre los filamentos de PVC.
Aida ya había recogido los fragmentos de cristal que cayeron de este lado de la puerta. David lo descubrió al ver el recogedor junto a una papelera blanca en el lateral contrario a la mesa, descansando junto a la escoba.

—¿Que es lo que ocurrió?. — Insistió David.
Aida salió de la habitación invitando a su superior a acompañarle. Aida le guió por el pasillo hasta el final del mismo, encendiendo la luz de la cocina.
— ¡Esto!. — Dijo Aida elevando una lechuza ante un pensativo David procesando como podía la información.
— ¿Que te ha hecho esa lechuza?. ¿No te dejaba dormir y le has pegado un tiro?. ¡Por cierto!. Menuda puntería. Entre los ojos. Se puede decir que le has abierto un tercer ojo. — David sonreía.

Aida se contagio del humor de su jefe. Estaba claro que David le quitaba presión con aquel comentario jocoso. Pero ahora se interesaría de verdad con lo sucedido antes de la desafortunada lechuza.
La inspectora no estaba dispuesta a que aquello fuese el paso de un funeral al interrogatorio. Así que volteo la situación adelantándose a su superior.
— Primero el crimen y luego el funeral. — Contestó Aida cogiendo a contra pie a su jefe.
— Lo que tengo que contarte quiero que solo lo sepas tú por el momento. — Comenzó diciendo Aida no teniéndolas todas consigo que David fuese del todo comprensivo ante lo que se le venía encima.

— No me tomes por loca ante lo que te voy a contar. — Aida allanaba el terreno antes de comenzar el relato ante la atenta mirada de su compañero.
— Un sonido raro me despertó. Me incorporé para observar que era lo que hacía ese sonido y lo que vi fue espeluznante.
David sintió curiosidad pero no dijo ni una palabra a pesar de las preguntas que empezaban a formularse en su cabeza.
— Con el paso torpe vi a una señora vestida completamente de negro. Como esas ancianas que velan a los difuntos de sus maridos. Pero el sonido que emitía era desagradable.
No sé exactamente como describirlo, pero era como si alguien estuviese chocando dos cucharas sin parar. Un clac clac continuo. Seguido de un siseo como el de los reptiles, pero amplificado. Deduje que pudiese ser debido a algún problema respiratorio. Como el de una asmática. Y decidí moverme para salir a preguntar si se encontraba bien. Esa... eso... lo que sea que fuese, detectó mi movimiento deteniéndose justo debajo de la farola en la calle. Cuando giró la cabeza fijando aquellos ojos centelleantes en mi, me petrificó. Esa señora no era lo que parecía. Era, era... no se como describirlo. Nunca he visto nada igual. Huyó, aunque no se si es el término exacto, saliendo del haz de luz de la farola a una velocidad imposible con un grito, un grito... — Aida tomó aire — un grito atroz que helaba el alma.
Aida espero impaciente las preguntas de su jefe. David procesaba la información lo más rápido que podía. Pero decidió esperar a que su compañera concluyese los hechos.
— Luego te llame con un ataque de pánico inusual en mi. Lo admito. Simplemente me impresionó aquella, aquello, o lo que fuese que vi. Mientras hablaba contigo, oí un ruido en la ventana.

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