Capítulo 18

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Capítulo 18


Aida cedió ante su superior. No vio otro alternativa a ese juego infantil del 'tu primero'.
— Desde ahí no lo llegarás a ver.— Dijo Aida a su superior. —Pero entre la parte superior de la ermita y la falta del monte, la vegetación deja de crecer. Hay algo que me dice que debemos mirar en esa zona. Y ese algo produce alarmas activadas en mi cerebro indicando el camino correcto que deberíamos de coger.
— Repites todo el rato "hay algo que", "hay algo que me dice". ¿Pero que es realmente ese algo Aida?. — David comenzó a girarse mostrando lo que sostenía en la mano.
— Intuición compañero. Intuición. Pero es más que eso. Allí hay algo que nos dirá que es lo que mató a Iñaki y Mikel. ¿Que eso eso?. — Preguntó Aida bajando de un salto desde la rama.
— No tengo ni idea, pero me da que tiene relación con el caso. — Dijo David pasándole a Aida el objeto.

La inspectora lo observó con detenimiento. En su mano una especie de efigie con aspecto humanoide, rellena de miles de fibras del mismo material, tipo esparto, que se encontraron alrededor del estómago de los difuntos dejó a la inspectora contrariada.
— ¡Esto si es una pista David!. — Matizó Aida.
— No sé si es una pista. Pero cada vez tengo más claro que hay algún grupo, tal vez satánico, que está cometiendo crímenes en nuestra zona. Y yo voy a saber quienes son y los voy a meter a todos en un calabazo oscuro. Así podrán encontrarse con el Dios que estén adorando por la vía rápida. — David fue contundente. — Tal vez sea hora de ir a ese sitio que dices. No tardará en empezar a oscurecer.

Al llegar al coche Aída introdujo la efigie en una bolsa transparente que sacó del maletero.

— ¿No crees que está lo suficientemente contaminada como para ese tecnicismo?. —Preguntó David metiendo la llave en el contacto.
Aida simplemente no le prestó atención mientras se sentaba en el lado del copiloto.
Descendieron los escasos metros entre la ubicación junto al terreno del caserío hasta la ermita. Aparcaron el vehículo en un lateral del templo, dejando el aparcamiento del restaurante detrás.
— ¿Y ahora qué?. — David no las tenía todas consigo.
Aida simplemente se dedicó a seguir las indicaciones de los dos difuntos.
Señalaban con su bocas selladas un pequeño sendero, casi imperceptible en el lado izquierdo de la ermita.
— ¿Te has fijado en esa tumba?. — David llamó la atención de su compañera saliendo del embrujo de las indicaciones de los espectros.
— Es un monolito. Aunque tiene forma de panteón, ahí no creo que haya nadie enterrado. Pero tampoco creo que sea de nuestra incumbencia. ¿No le parece jefe?. — El reproche fue encajado con deportividad por David.
— ¡Touche!. — Contestó acercándose a Aida. — ¿Y ahora a dónde querida Poirot?.
Aida soltó una carcajada incontrolable ante la ocurrencia del inspector.
— Por ahí señor mio. — Bromeó la inspectora con un gesto típico del audaz inspector mesándose el bigote.

Los dos sonrieron adentrándose entre la vegetación. Los espectros guiaban a Aida y esta hacía lo propio siguiéndole de cerca a ella.
No tardaron mas que un par de minutos en dar con lo que descubrió la inspectora subida al cerezo.

— ¿Es eso de ahí?. — Quiso saber David.

Aida se lo confirmó. Pero los espectros no avanzaron más. Se quedaron clavados como si una línea imaginaria les impidiese avanzar.

Únicamente señalaban indicando el lugar debajo de aquellas piedras con plantas colgando.
Aida los miró por última vez. Los dejó atrás comenzando a acercarse por el pequeño camino apenas visible.
No tardaron en llegar a la entrada de la cueva. Un agujero en el suelo junto a la pared se abría al interior de la tierra.
— Vale Poirot, ¿Y ahora qué?. —Pregunto jocoso David.
— Ahora, ya sabemos cual será el siguiente paso. — Contestó Aida observando la entrada a la cueva.
— ¿En serio piensas entrar ahí a buscar indicios de los dos asesinatos?. — David no salía de su asombro. — ¿Crees que la supuesta secta se esconde en cuevas?. ¡Venga Aida!. Espero más de ti.
El teléfono sonó en el bolsillo del inspector sacando a los dos agentes de homicidios de la conversación.
— ¿Diga?. — Preguntó David.
Al otro lado, posiblemente desde la base, lo que estuviesen notificando, asombró al inspector. Aida junto a él, con los brazos cruzados en el pecho, observaba como cambiaba la cara de David con cada frase que le transmitían.
— De acuerdo. ¡Gracias!. — Fueron las dos únicas palabras que brotaron desde la boca del inspector antes de colgar.
— ¿Y bien?.— Aida se impacientaba ante el pensativo inspector.
David alzó la cabeza de la pantalla del teléfono cruzándola con la de Aida.
— Han encontrado al hombre desaparecido de anoche — hizo una pausa añadiendo — Está vivo.

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