Capítulo 16

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Capítulo 16


Aida estaba empezando a obsesionarse con el caso. Lo supo al observar el icono en el escritorio de Windows señalando las dos y media de la mañana.
Seguía buscando entre páginas web de esoterismo y cosas extrañas, alguna pista sobre videntes o como prefería llamarlo ella, gente con un don especial.
Llevaba horas de lectura de titulares sobre ovnis avistados en diferentes parte del mundo. Casas encantadas y apariciones que los falsos investigadores reportaban como algo increíble y real, sacando conjeturas para atraer al público.

A Aida le hacen especial gracia esos que dicen ser sensitivos, mientras en un lugar concreto, preferiblemente abandonado o por la noche en casas con poca iluminación, hacen ver que esta en contacto con una persona.

Hubo una vez, en una grabación en Youtube, dónde un señor con bigote, gafas y cara de chorlito hacía ver que en una casa abandonada, el espíritu del último inquilino se resistía a partir de allí. El supuesto sensitivo, comentaba a cámara, que la persona que se encontraba junto a el, le estaba comunicando que no se iba hasta solucionar un problema de su hija.
Aida, a través del vídeo se moría de risa. Ella si veía a un ente junto al charlatán. El ente le insultaba desde el más allá de diferentes maneras, incluso elevando la mano como para darle un coscorrón. Luego, se puso mirando a una cámara que nunca le registraría en pantalla, para pedir suplicando que le dejasen descansar.

Los falsos investigadores junto al no menos falso sensitivo no estaban por la labor de poner fin al espectáculo y el espíritu, cansado del estúpido que no dejaba de decir tonterías volcó un jarrón.
La cara del supuesto médium un segundo antes de salir corriendo y cortarse el vídeo, valió la pena tanto para Aida como para el pobre espíritu.

Eso si, de lo que trataba de encontrar Aida, para dar un sentido a la razón por la cual los dos espíritus se presentaban con la boca sellada, no había nada que pudiera ayudarle en las más que suficientes páginas web que visitó.

Cerró la tapa de la pantalla, echándose sobre la cama.

Increíblemente, el sueño junto con el cansancio, se apoderó de ella en segundos.
Aida volvía al lugar de los hechos tras la ermita del Valle de Olatz. El sueño se recreó en la Inspectora nítidamente como la primera vez que acudieron junto los cadáveres del padre y el hijo. Pero está vez, la situación y la disposición de los cadáveres le llamó la atención.
Observó, como el intestino salía del padre, para unirse con el ombligo del hijo y como de este partía el suyo, para fundirse con el árbol.
— Hasta ahí, todo correcto. — Se decía ella misma en el sueño.
Observó a su superior, deambulando de aquí para allá, sin control, pisando toda la escena del crimen sin que nadie le llamase la atención.
Aida recreó en ese sueño casi real, con un detalle asombroso, todo lo que ocurrió desde la llegada al lugar hasta que lo abandonaron.

Abrió los ojos repentinamente mientras el sueño se diluía como una fina nube de vapor. Ahora tenía una pista. O eso creía.

Pero la hora y poco que estuvo dormida sería la última hasta el día siguiente.

*************

Por la mañana, aún temprano, Alicia se despertó sobresaltada. El sonido de un golpe fuerte, no sabía si dentro o fuera de la casa, la sacó de allí dónde se encontrara.
Nerea seguía completamente dormida sin inmutarse. Pudo fijarse en como su pecho se elevaba suavemente con cada respiración a pesar de la poca luz que se filtraba entre las pequeñas rendijas que quedaban sin cerrar en la parte superior de la persiana.
Se apoyó sobre sus codos en el colchón esperando algún sonido que revelase que pudo ser aquel golpe. No se repitió.

La vejiga pedía a gritos ser descargada y Alicia le iba a conceder ese privilegio. De puntillas, salió de las sombras de la habitación recibiendo el sol radiante de la mañana que se colaba por las cristaleras de la puerta de la cocina.
Sin llegar a abrir del todo los ojos, acertó a sentarse en la taza del inodoro. Hasta su oído no llegó nada más que el chorro de orina que descargaba la pequeña junto con un pedete que decidió salir como los cohetes en las fiestas.
— Así se anuncia la gran meada. — Se dijo a si misma con una risa tonta.
Al volver al pasillo después de echar de la bomba, Aida lo volvió a escuchar, pero esta vez tenía claro de que se trataba.

A su cabeza llegó Nerea dormida en la cama y el peligro que conllevaba lo que creía escuchar.

Cruzó el pasillo abriendo la puerta estrepitosamente. El gritó de Nerea saltando dentro de las sabanas no hizo acallar el sonido que llegaba hasta Alicia.
— ¿Lo oyes?. — Preguntó ante una desconcertada Nerea. — ¿Lo oyes Nere?. — Insistió sin recibir una respuesta.
Avanzó por la habitación entre las dos camas hasta la ventana sin dejar de mirar el armario.

Las puertas permanecían cerradas, eso la relajó. Abrió poco a poco la persiana dejando entrar la luz iluminándolo todo. Lo que llamaba la atención de Alicia, paró en el momento que la luz conectó con la habitación.
— ¿Que ocurre Ali?. — Preguntó intrigada Nerea.
— ¿De verdad no lo oías?. — Alicia contestó con otra pregunta descolocando aún más a su amiga.
— ¿Oír que?.
— El silbido suave con la melodía de la caja. — Contestó seria Alicia ante la mirada desconcertada de su amiga.

*************

El teléfono comenzó a vibrar mientras la pantalla se iluminaba incansablemente. El inspector jefe, alargó la mano cogiéndolo como una pelota de tenis.
— ¿Diga?. — Dijo con la voz pastosa de recién levantado.
— ¡Buenos días!. — Dijo una voz esperando una contestación que no llegó. — Le llamo de la base. Hemos recibido una llamada que podía interesarle. — El inspector miró con un ojo abierto a duras penas el reloj digital que descansaba junto a la mesita de noche.
— ¿Que puede interesarme a las cinco de la mañana?. — Dijo malhumorado.
— En dicha llamada denuncian una desaparición en la zona del calvario. — Contestó nervioso el policía al otro lado de la línea telefónica.
— ¿En que compete eso a homicidios?. — Quiso saber cada vez más molesto David.
— Será mejor que lo valoré usted. Pero ha desaparecido una persona en plena noche después de oírse un grito atroz. Es así como lo describen los dos únicos testigos.

David se sentó sobre la cama como un resorte. ¿Podía tratarse de una pista sobre una nueva fechoría de los que cometieron el asesinato en el valle de Olatz?.

— ¿Ha mandado una patrulla al lugar de los hechos?. — Preguntó comenzando a vestirse sin soltar el Nokia de última generación.
— La patrulla se dirige al lugar y tienen orden de comunicarse con usted por el 143.88. Así mismo — se adelantó el ya más sereno policía — he avisado a Aida para que la recoja en minutos en su casa. Le estará esperando.
— ¡Gracias!. ¡Buen trabajo!. — Dijo agradecido, colgando el teléfono.

La explanada junto a la ermita del Calvario comenzaba a recibir los primeros rayos de luz del nuevo día cuando el Inspector jefe de homicidios y Aida aparcaron levantando gravilla alrededor del coche.
Dejaron la explanada entre seis coches de policía con los rotativos emitiendo flases de luz azulada en todas las direcciones, pasando por el pequeño pórtico de la Ermita y saliendo por el lado contrario.
Descendieron el camino entrando en el terreno con el rocío recién caído sobre las verdes hojas de las yerbas.
Policías sin una pista que seguir caminaban pendiente abajo, siguiendo la dirección que los últimos testigos notificaron la última vez que se vio al desaparecido.
En mitad del campo abierto, un objeto llamó la atención del inspector mientras se acercaban al grupo de hombres custodiando a dos personas.
— ¿Que es eso?. — Le preguntó David golpeado suavemente en el brazo a Aida.
— Parece un telescopio. — Contestó está alzando los hombros en señal de no entender aún nada.
El corro de policías, se abrió como una fruta madura entrando en el circulo el inspector. El policía al mando le informó de la declaración del hijo. La madre no se enteró de nada.

— Queremos hablar con el chico. — Dijo David.
— Ahí lo tiene si quiere...

Los walkie-talkies de los allí reunidos juntaron las miradas de todos los policías con expresión de sorpresa.

— ¿Está ahí el inspector de homicidios?. — Preguntaba una voz masculina al otro lado. — ¿Ha llegado ya?. — Insistía nervioso.
— Aquí David. ¿Que ocurre?. — Desde el otro lado no tardó llegar una voz misteriosa que heló la sangre a todos.

— ¡Morirás en dos días!. — La voz seguida de un pitido fuerte a través del altavoz heló la sangre de todos.

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