Capítulo 13

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Capítulo 13

A la mañana temprano, Aída y el inspector jefe de homicidios aparcaron junto a la entrada del Instituto anatómico forense en San Sebastián.
Cruzaron las dos puertas de cristal ante la atenta mirada de la recepcionista cruzando un buenos días entre los tres.
Avanzaron por un pasillo iluminado con fluorescentes resaltando aún más el blanco de las paredes.
Sin detenerse y sin prestar atención a las miradas de profesionales que salían de algún despacho o simplemente caminaban a la máquina de los refrescos o café, continuaron la marcha entre el laberinto de pasillos cada vez más cadavéricos.

Bajaron dos pisos por las escaleras del fondo, hasta llegar a la morgue y unas salas de autopsias que helaban la sangre.

Cruzaron la puerta doble abatible con el número 13 en letras azules en un fondo blanco.
El sonido de las puertas al rebotar, llamó la atención de un hombre calvo, con las gafas descansando en la cabeza, una bata blanca impoluta y unas ojeras moradas tirando a negro.

El médico observaba una serie de fotos con expresión de incertidumbre apoyado en el acero inoxidable de una encimera que corría por toda la habitación.

— ¡Buenos días!. — Dijo alzando la mirada al comprobar quien se dignó a aparecer por la morgue.
— ¡Buenos días Anton!. — Contestó el jefe de homicidios alargando la mano afectuosamente.
— ¿Y bien?. ¿Que te trae por aquí David?. — Dijo volviendo a las fotos sin percatarse de Alicia.

— ¿Que modales son esos Anton?. — El jefe de homicidios hacía señas con los ojos al forense.

— ¡Disculpe señorita!. No la he visto.
— No se preocupe. No pretendo ser hoy la estrella de este acto. — El forense sonrió estrechando la mano de la joven Policía.

Los dos policías esperaban, sin éxito, algún detalle que pudiese esclarecer que pudo ocurrir en los tres cadáveres que fueron enviados desde Mutriku. Sin embargo, el forense volvió a su mundo paralelo dentro de aquellas fotos.
David carraspeó llamando nuevamente la atención del médico forense.
— ¡Ay si!. — ¡Disculparme!. — Pero esto me tiene descolocado y fascinado por igual. Pero vamos por partes. — El forense se incorporó acercándose a una de las mesas.

En ella, una sábana blanca con algún que otro manchón rojo, dejaba entrever un bulto uniforme oculto. Alicia lo interpretó como el cuerpo de aquel anormal, racista, machista, con algún trastorno de identidad que evitó a toda costa contactar con el. Y eso que se esforzó. Pero no con las formas adecuadas.

El forense descubrió el amasijo de carne en el que se había convertido retirando la sabana con un giro de muñeca ágil, volviendo a ponerse las gafas en el lugar adecuado.
Colocó las fotografías del lugar de los hechos, sobre una mesa de metal con ruedas y la acercó hasta ellos.

— Este sujeto — comenzó a relatar con fascinación en su mirada —  sinceramente, sobre este sujeto, no tengo explicación como pudo ocurrirle esta desgracia. Analizando el cadáver, si he hallado donde se encuentran, si se puede decir así, sus órganos. Eso si. Es como si le hubiesen reventado poco a poco desde dentro, destrozando meticulosamente cada órgano.
Y aunque parezca extraño, el corazón, junto con los pulmones, están intactos. Eso quiere decir que a este hombre lo fueron matando, reventándole poco a poco, pero siendo consciente hasta el fallo completo de sus órganos de lo que le ocurría. Tuvo que ser atroz. — El médico pasó las cuatro primeras fotos a los dos policías.
— Esto que veis aquí, debajo de esta masa rojiza, son las cuencas de los ojos. Entiendo, que los globos oculares, desaparecieron de sus cuencas, desprendiéndose por una fuerte presión en ambos lados de la cabeza. Como podéis observar — pasó una nueva instantánea esta vez de la sala de autopsias — cada fragmento de hueso del cráneo, se desprendió en finas virutas dejando el cerebro hecho añicos. — Pasó a los agentes una nueva foto de un cerebro completamente destrozado sobre una báscula.

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