Capítulo 8

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Capítulo 8  

Los dos abusones corrieron calle abajo hasta llegar al cruce del convento. Alex, sangrando abundantemente con los dos labios partidos que comenzaban a hincharse como dos globos sintiendo que el mundo giraba demasiado rápido. 

Daba la impresión que en cualquier momento despegase del suelo y echase a volar como uno de esos globos que se compraban en los puestos con las bombonas de gas en un lateral de la mesa improvisada y a más de un pequeño le durase en las manos lo mismo que tardaban en pagarlo. 

Ascendieron por la Erdiko Kale ante la mirada de la gente que aprovechaba lo que quedaba de la mañana para completar las últimas compras. 

Alex, aguantaba con un rictus serio, las ganas atroces que tenía de explotar en mil lágrimas. Pero no se iba a dejar ver en ese estado ni por su amigo de fechorías, ni ante la atenta mirada de la gente del pueblo.

Sabía de sobra que al hacerlo, llevaría a comentarios que correrían como la pólvora por todo el pueblo. Enterándose todos antes de llegar a media tarde.

Aunque el verle manar esa cantidad de sangre, los labios en rompan filas, completamente hinchados y la camiseta de los Iron Maiden con un color diferente al blanco y negro que representaba la figura con forma de calavera. Nadie se lo reprocharía. 

Llegaron a la plaza de Txurruka sin tardar en dar con el padre en uno de los bares de la plaza.

Con una copa de vino y de espaldas a ellos, discutía, como no podía ser de otra manera, con un señor de pelo canoso fuera de una de las puertas del bar.  

— Todas son unas furcias que lo único que buscan es una buena polla y que les mantengas. — Decía el machista número uno del pueblo. — Yo las cogía de la cabeza y las reventaba una a una contra la acera después de satisfacerme.
— Pero como puedes decir eso. — Contestó el señor de pelo canoso con desagrado. — ¿Y tu mujer?. ¿A ella también le harías lo mismo?. 

El padre de Alex no se lo pensó. Dio un sorbo de la copa de vino y contestó.
— ¿Por qué crees que estoy divorciado?. Esa es la mayor zorra que he conocido de todas. La muy hija de puta, me reventó los huevos con el divorcio sacándome hasta las entrañas. 

El señor de pelo blanco miró por encima de él a los dos chicos que se aproximaban al bar desde el lateral de la calle. 

— ¿Ese no es tu hijo?. — Dijo cortando una nueva barbaridad de menosprecios mezclados con insultos por parte del padre de Alex.
 
Se giró encontrándose con su hijo completamente manchado de sangre. Dio un nuevo sorbo a la copa de vino casi apurándola y con expresión jovial miró nuevamente al anciano al llegar los dos niños a su altura. 

— Imagínate como habrá quedado el otro. — Dijo soltando una carcajada.

Volvió la mirada a su hijo comprobando el estado del labio. 

— Eso no es nada chaval. El otro estará en el ambulatorio supongo. Porqué no he oido sirenas de ambulancia.
— No era otro. Era otra. Y estará tranquilamente en su casa. Pero cuando la pillemos...  No concluyó la frase.

El sopapo llegó como las palabras que arrastra el viento de una mesa a otra en una terraza.  Alex sintió el impacto, estallando en un dolor que dio varias vueltas a su cráneo. Sintió que se desmayaba, aguantando el tipo de pie junto a su padre. 

— Ahora resulta que tengo un niño maricón. ¡SI, MARICÓN! — Dijo acercando la cara a escasos centímetros de su hijo. — Pero maricón, maricón. ¿Y después que?. ¿Este te ha dado por el culo o se la has chupado con esos labios carnosos?.

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